La canción del camino

Marcel Hantelmann
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La casa distribuidora Criterion Collection, siempre dedicada a rescatar pequeñas joyas del cine, acaba de poner a disposición del público una versión remasterizada de la Trilogía de Apu, del director Satyajit Ray. En 1993 los negativos originales de las películas fueron destruidos en un incendio. Los rollos que sobrevivieron quedaron tan dañados que hicieron imposible su uso.

Para esta restauración se hizo un escaneo en 4K desde copias máster de grano fino guardadas en EEUU y Europa. La trilogía la componen Patherpanchali (La Canción del camino, 1955), Aparajito  (El Invencible, 1956) y Apursansar (El mundo de Apu, 1959).

La primera película de la trilogía, Patherpanchali ocurre en las primeras décadas del siglo XX y cubre los años de infancia del joven Apú, que nace en una pobre familia rural de Bengala (actual Bangladesh).

Más tarde lo vemos jugar con su hermana mayor Durga, lo vemos también sobrecogido por la presencia de una compañía de teatro itinerante, correr tras el vendedor de dulces, y, en una de las más bellas escenas del filme, observar por primera vez, la incomprensible belleza del paso del tren por una explanada. Asistimos a todos estos momentos de su infancia aparentemente triviales, pero que sin duda moldearán su personalidad de adulto.

La madre de Apu, Sarbojaya, colapsa contínuamente por la situación de pobreza, tratando de mantener a su familia alimentada y vestida. El padre, Harihar, es un brahmán (sacerdote) de buen corazón pero poco pragmático y con aspiraciones de poeta que se ausenta por prolongados períodos.

Con la familia vive una tía del padre, Indir (la increíble Chunibala Devi) una veterana de 80 años, una figura algo patética que poco puede hacer para sobrevivir y debe recurrir a la caridad de aquellos que poco tienen para sí mismos y a Durga, con quien tiene una relación cercana, y que la provee de una poco apropiada dieta de fruta robada.

Indir, generalmente se relaciona de forma conciliadora pero hay en ella una furia reprimida que ocasionalmente aflora. Sarbojaya no tiene paciencia con la anciana y tampoco tiene problemas en demostrarle que no es bienvenida allí. Y no es por crueldad o indiferencia es simplemente que debe cuidar a su familia y la carga ya es suficiente. La anciana trata desesperadamente de retener los últimos vestigios de dignidad y amenaza con irse buscando el techo de algún pariente, pero siempre vuelve. Incluso un techo hostil es preferible a ninguno. Es una imagen de la desesperación que estremece más allá de la simple lástima. Hay una escena particularmente desgarradora en que ella se sienta en la oscuridad y con su voz vieja y entrecortada, le canta a la muerte.

Esta primera parte termina con una tragedia, la muerte de Durga, pocas veces el cine ha entregado un nivel emocional tan intenso, debo reconocer que la primera vez que la vi me pilló sin aviso e incluso en revisiones posteriores me conmueve como nada que haya visto.

Particularmente inolvidable es el último acto de amor de Apu a su hermana muerta y que necesita ser visto en su contexto dramático para ser apreciado. Es el final de un capítulo en la vida de la familia y deben seguir adelante. La sensación de pérdida es abrumadora.

En los tres filmes podemos ver a Apu avanzar desde la infancia hasta quizás los treinta años. En esta progresión desarrolla su carácter a través de la experiencia, a menudo dolorosa y de la que Apu no siempre sale bien parado. Quizá ninguna película ha representado con tanta intensidad el dolor emocional de la pérdida, pero la visión final está lejos de ser trágica.

El último film Apursansar, en realidad termina con una sensación de alegría, alegría que ha sido duramente ganada y nosotros los espectadores podemos ver su fragilidad, que resulta, sin embargo, estimulante.

Patherpanchali se ha transformado con el paso del tiempo en un hito del cine del siglo XX poniendo en el tapete mundial al cine Indio  y a su director. Quizás lo más increíble es constatar que se trata de una ópera prima.

En efecto, Ray había trabajado como ilustrador en una agencia publicitaria, no había filmado nada antes, y más aún, el equipo técnico de la película también era primerizo. Labores habitualmente cruciales para dejar en manos poco experimentadas como la dirección de fotografía quedaron a cargo de Subrata Mitra un fotógrafo sin experiencia en cine. La música, por el contrario, la compuso el ya en ese entonces famoso Ravi Shankar.

Entre los apuntes del rodaje Ray señala que éste debió suspenderse en más de una ocasión por prolongados periodos ante la falta de recursos, pero con algo de humor dice – “Tres Milagros ocurrieron durante la filmación: Apu no cambió la voz, Durga no creció, Indir no murió”.

Ojalá que esta copia restaurada a todo su esplendor visual convoque a nuevas generaciones a verla. Sería una lástima que se perdieran de su extraordinario lirismo y la belleza de sus imágenes, como la de los niños jugando en las tormentas de lluvia (algo que obsesionaba también a Kurosawa y Tarkovski) o la antes mencionada escena del tren, símbolo de la modernidad que les es tan esquiva, o la sensación de universalidad de los temas que trata, que se sienten más próximos aún ante costumbres aparentemente tan disímiles a las nuestras.

¿Dónde están ahora esas audiencias que antes hicieron cola para verla?

¿Qué ocurrió con ellas y su curiosidad? Creo que en la actualidad Hollywood bajó las expectativas de todos respecto de lo que el cine puede entregar. Mientras tanto esperaremos pacientemente a que esas generaciones vuelvan.

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