Agotar el dolor

Hace algún tiempo, a propósito de “otros dolores” el Dr. Milton Flores escribió:

“Ante una perturbación, cuando el “yo”, el observador, tiene la fuerza, la entereza , para seguir en su lugar, para distinguirse de esa agitación, cuando la acepta, cuando no se distrae, pretendiendo cambiarla.

Cuando no se deja arrastrar por los pensamientos, y asume como lo más importante permanecer en su sitio, le ofrece al hombre, a ese hombre o mujer que sufre, la posibilidad de organizarse de un modo apropiado, así podrá aceptarse y comprender, ser más libre, ya no tendrá que escabullirse, que evitar, sabrá como sobreponerse a “sí mismo”, para hacer lo que corresponda hacer.


No es nada fácil, sentir el cuerpo puede servir para afirmarse, para acompañarse mientras duele, tenerse paciencia, asumir que es de a poco, respirar profundo, perseverar, buscar por arriba, llegará la calma"...

Comparto con los lectores estas palabras, cuando está tocando experimentar el dolor de la pérdida de personas que han marcado una influencia, justo en momentos que ejercían tareas solidarias de servicio a otros.

Su pérdida sorprende, descoloca, se experimenta una perturbación, algo se intranquiliza, hace falta entonces, asumir que hay que atender este estado, atender, no entender.

No es posible entender, desde la lógica clásica, el que sucedan este tipo de situaciones que obedecen a leyes de otra naturaleza, más trascendentes.

Atender(se) es prestar(se) atención, no arrancar de sentir el dolor, allí donde se siente, en el cuerpo, sentir el pecho, el movimiento de la respiración, la garganta, soltar los hombros, dejarse atravesar por esa experiencia de dolor, sin pretender cambiarla.

Darle espacio para que fluya, que las cosas que la cabeza piensa, sigan de largo, sin aferrarse a los pensamientos, sin perderse en darle una y otra vuelta, llorar si es lo que brota, pero sin transformarse en llanto tampoco, ser testigo de esa experiencia también, acompañarla…

Sirve el caminar, sentir el peso sobre la planta de los pies, la columna, observar alrededor, estar presente, desde esa presencia cada vez más y de a poco, el dolor irá pasando, se despejará la mirada, y podrán brotar nuevas comprensiones respecto a lo sucedido, con más aceptación.

Experiencias como ésta, que conmueven, invitan al contacto con lo trascendente, a soltar lo superfluo, a ubicarnos como partes de este todo superior y supremo, obligan a soltar la ilusión de creer controlar lo que vendrá, nos aproximan, nos unen en un “sentir” compartido, más allá de diferencias de pensamientos… y nos ofrece la oportunidad de re-crear la comprensión acerca de lo real, de lo importante, de la vida.

Si este dolor sirve para abrirnos a más, a lo esencial, a poder mirarnos de alma a alma, será pues un buen tributo a quienes parten.

Sobre todo en estos momentos de nuestra historia, donde solo desde la humildad de no saber, de aceptar que no sabemos cómo saldremos de ésta. Como saldremos de este desafío que tenemos frente y poder conformar esa nueva matriz necesaria, desde donde puedan surgir respuestas realmente novedosas, diferentes, capaces de trascender los opuestos, que los incluya e integre en un nuevo orden, u otro orden, para avanzar y crecer hacia la etapa siguiente dentro del proceso evolutivo que como sociedad nos toca.

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