Un escándalo ficticio

La SCD nació como una iniciativa de los propios músicos con el objeto de obtener una remuneración por el cobro de sus derechos autorales. El hecho de que un músico reciba importantes sumas de dinero debiera recibirse como la demostración más evidente de la eficacia del trabajo de dicha sociedad. A pesar de ello, en los últimos días hemos visto surgir en nuestro medio, sospechas acerca de sumas que Álvaro Scaramelli recibió por sus creaciones difundidas especialmente en televisión.

Digamos que la recaudación y distribución de derechos ha ido aumentando desde la creación de la SCD. El año pasado se recaudaron $26.466.278.238. Esta recaudación significó un 28% de incremento en los últimos dos años. Mientras la radio representa el 5,6% de la recaudación total de derechos, la TV abierta y la televisión por cable representan el 34,7 % de esta. Del total de derechos distribuidos, el 26% se hace a autores e intérpretes nacionales, y el resto se envía al extranjero. La distribución de derechos se hace con procesos transparentes y auditados y en base a las obras registradas, de modo que no existe ninguna forma de abultar la suma de derechos que no provengan directamente de los usuarios.

El problema es que, como puede fácilmente esperarse, de los 10.000 músicos que este año forman parte de la SCD, solo una fracción recobran derechos por sus obras y, entre los que reciben, muy pocos obtienen altas sumas. Esto se explica simplemente porque no todas las obras tienen la misma difusión. Algunas son éxitos comerciales en radio o TV, pero la mayoría se frustran en el camino.

También entre los músicos hay grandes diferencias que ni la SCD ni nadie puede equiparar. Solo puede repartir en función de los datos que dispone. Y además, hay sectores de la música que tienen alta difusión debido a que están vinculados a la publicidad, como es el caso de las obras por cuya difusión ha recibido pagos Álvaro Scaramelli.

Por esta razón, la mayoría de los músicos chilenos tiene altos grados de frustración, pues sus obras no se difunden. Esta situación se hace todavía más grave, pues la crisis del disco ha significado que los medios de subsistencia de los músicos se han concentrado en las actuaciones en vivo y en los derechos autorales, ambos aspectos que en la gran época del disco eran subsidiarios.

Esa es la causa principal de que la noticia de que un músico nacional comience a recibir altas sumas por su trabajo, caiga en un ambiente marcado por la desconfianza y la sospecha de sus colegas menos favorecidos, y se arme un clima propicio para levantar un falso escándalo frente a lo que debiera recibirse como un verdadero logro.

No hay razón ninguna para dudar de la honestidad de Scaramelli. Ganar dinero y vivir de la música es un mérito y no debería prestarse para sospechas infundadas.

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