El cruce de Los Andes

El cine está en la Plaza Congreso, en la avenida Rivadavia con Montevideo, uno de los sitios más hermosos de Buenos Aires. Es de esos, antiguo, grande, de declive interminable, pero imagen y sonido perfectos.

Hay tres decenas de personas que escapan de la ola polar con una apuesta cinematográfica local: Revolución, el cruce de Los Andes. Una cinta estrenada hace poco y que despertó polémica por la imagen del General San Martín, que luce obsesivo casi hasta la enfermedad, que anota cada dato que le parece relevante, que enloquece cuando las cosas no se hacen en sus tiempos y a su modo. Casi como Bielsa, diría.

La historia del cruce se narra desde la óptica de un soldado retirado, al borde de los cien años, que es entrevistado por un cronista descreído en el inicio de la entrevista. Vive ahora –el militar- pobre, manco y ciego en un cité donde lo quieren, pero se burlan de su pasado.

En 1817, cuando fue el Cruce, era apenas un muchacho que cae en desgracia con San Martín por descuidar, por algunos minutos, los mapas que le habían sido encomendados.

La película, dirigida por Leandro Ipiña y protagonizada por Rodrigo De la Serna, es una más de las varias argentinas que se exhiben por estos días en los cines locales, pero llama la atención porque se trata, se presenta y se asume como “la gesta de la liberación de Chile”.

Es difícil que llegue a nuestra cartelera, entre otras cosas porque O’Higgins es un gordo rubio de patillas que casi no aparece, cuando lo hace, o lo están mandando o está discutiendo con otros generales y habla tres veces en la cinta, las tres para decir lo mismo: Viva la Patria.

La selección emprende ahora, hacia el otro lado, el Cruce de los Andes. No tendrá la épica de la libertad, pero tiene el tono de las grandes gestas, de conseguir lo que jamás se ha hecho, de abrazar la gloria como nunca antes.

Cuando se haga la película –si la historia alcanza- el nudo central será la rivalidad entre Bielsa y Borghi, la música de fondo será un tango y la escena final se rodará en el Obelisco, con una multitud de chilenos festejando, porque como dice el anciano general, la Patria es más que un territorio, una frontera o un país. La Patria, recita con sus viejas medallas en el pecho, es una suma de voluntades que nos hace más grandes y más unidos.

Y de eso se trata. Cuando comience la Copa, cuando crucemos Los Andes, deberíamos ser una suma de voluntades. Pero, como todos sabemos, eso sólo lo logrará la victoria.

Mientras tanto, somos lo que somos nomás.

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