La “U” y el sueño posible

“No tengo la respuesta. No sé la razón. Solo puedo decir, que como hincha, que va al estadio y sigue a la “U” veo un cuadro desmotivado. Veo un equipo, que no corre, que no la “mete”, que no buscan la pelota sino esperan que llegue a ellos. Veo un cuadro sin jerarquía. Pocos son los que se salvan.”

De esa manera, escribía hace un año el momento de la “U” en estas mismas páginas.

¿Qué pasó para que hubiese un cambio profundo y que, desde el foso, desde el fondo, desde la oscuridad de un abismo, que había durado eternamente, estemos en un momento de éxtasis?

Tengo algunos indicios, que a mi juicio son el detonante, que ha obrado el milagro.

Ángel Guillermo Hoyos Bubbico, argentino, de 54 años, ex jugador mediano sin brillantez que cegaba. Breves destellos en la selección de su país. Y la “U” lo trae siendo DT de la selección de Bolivia. De este hombre sabíamos, que seguía una línea “guardiolista “ con matices.

Sabíamos, que no se apegaba a un esquema de juego. Sea 4-4-2. Sea 4-3-3. Sea 4-2-1-3, lo hace estudiando uno a uno a sus rivales. Que gusta de posesión del balón y traslado mesurado. Teníamos conocimientos de muchas cosas técnicas, pero lo que no sospechábamos, era, que este hombre, no solo era entrenador sino un guía espiritual.

Carismático, íntegro, devoto de la Vírgen de Lourdes. Intenso en sus emociones. Distante de los dirigentes. Entabla relaciones personales y afectivas con sus pupilos. Su inteligencia emocional es fuerte y marcada. Planea sus actividades no solo en funciones de la pizarra o el césped. Sino, que motiva a sus jugadores con arengas como “salí, jugá, por los niños pobres, por esos que juntan los pesos para venir a ver a su equipo” ¡¡¡ matáte por ellos, Dios nos asiste y está con nosotros”!!!

Este hombre y todo su cuerpo técnico es creyente. Pero solo eso no bastaría para cambiar el rostro a un equipo. Esta nueva “U” no solo la rompe, gana partidos, se encumbra a la cima, sino, que ha resucitado de la mejor forma, que hubiésemos y que soñamos otrora.

Y vaya, que anhelábamos, ansiábamos, que volviera la mística azul. Que volviera el virtuosismo. Que cada jugador sintiera como esa camiseta se pegaba a la piel y fuese la continuación de su propia carne. Y se ha realizado el milagro. Cada uno de ellos, son todo. El todo es la complementación de uno a uno. Es un colectivo de almas, como cualquier hincha lo quisiera. Es una comunión de mentes.

No, no es sólo el ser creyente, que lleva a estos azules a sentir, obedecer y admirar el trabajo de este hombre. Es que Guillermo transmite una autenticidad, un respeto por el otro y una humildad como solo los grandes la pueden colocar al servicio de los demás. Y así lo han entendido los muchachos. Y lo han asimilado y lo han hecho verbo. Los azules en la cancha se hermanaron.

El pueblo chuncho. Chile azul. La buena hinchada, que ama y venera a esos colores. Esa maravillosa, hablemos de la buena, de la inmensa mayoría, de la que con lealtad, sacrificio y fervor va a alentar con buenas armas a ese equipo, que para muchos representa la familia. Está feliz.

Se vuelven a encantar y la “U” les brinda unas horas donde algunos olvidan tal vez tanta desdicha en sus vidas personales. Los del lado oscuro, dejémoslos ahí. Los verdaderos chunchos son los imprescindibles. Y ellos reconocen el apostolado, que ejerce Hoyos en sus pupilos. Contentos Señor, muy contentos.

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