18 de octubre, memoria de las luces y de las sombras

Jorge Muñoz Arévalo SJ
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Estamos cumpliendo un año desde el inicio del estallido social. Un día que nos sorprendió como lo fueron haciendo los días posteriores. Nadie pensaba que la evasión del pago del boleto de Metro por parte de estudiantes fuera a causar todo lo que ha ido sucediendo desde entonces.

Aquellos días no fueron sencillos. A las múltiples manifestaciones pacíficas y creativas de las que fuimos testigos y participantes, también tuvimos que padecer otras en que la violencia y agresividad fueron grandes: estaciones de metro incendiadas, supermercados saqueados e incendiados, plazas y parques destruidos, y toda una serie de infraestructura de distinta índole que fue igualmente dañada o incendiada (museos, cines, iglesias).

También fuimos viendo cómo se perdían puestos de trabajo debido a que muchos emprendimientos no pudieron continuar ya sea por la inestabilidad de esas semanas y los mismos saqueos de los que fueron objeto. El descontento tomó desde aquel día diversas vías de expresión, unas legítimas y otras que no lo eran.

Por otro lado, los logros alcanzados han sido muchos, donde el mayor de todos va a suceder en poco más de una semana: el plebiscito que abre la puerta a una nueva Constitución. Antes del estallido, es algo que no hubiéramos pensado que sucedería.

Sin embargo, lo más doloroso de todo este tiempo han sido las víctimas, la enorme cantidad de personas heridas, mutiladas y muertas. Todo lo demás es reparable o remplazable, pero las vidas humanas no lo son. Las otras huellas del estallido irán desapareciendo con el tiempo. Éstas, las huellas en las personas y en vidas humanas, nunca lo harán.

¡Cuánto quisiera que este 18 de octubre fuera una Memoria que agradezca las luces de este tiempo, pero que también haya suyo el dolor de las sombras vividas! ¡Cuánto quisiera que este domingo fuéramos capaces de reunirnos, cantar, bailar en memoria de ellos y ellas!

No quisiera que fuera una manifestación más como cualquiera otra.

No quisiera que terminara en el consabido enfrentamiento con fuerzas policiales.

No quisiera que el único tema que se nos recordara después sean los daños, las piedras, el desorden.

Creo que las personas que cargan en sus cuerpos las huellas de este estallido, creo que las personas que han muerto en las distintas movilizaciones merecen una memoria distinta. Sueño con que nos sorprendamos nuevamente con lo que somos capaces de hacer. Por otro lado, hemos perdido amigos y amigas, familiares, compañeros de trabajo a causa del virus. No hagamos que eso sea en vano, no podemos seguir igual luego de ello.

Hagamos que este domingo 18 sea la antesala de lo que podemos construir como país. Un país más inclusivo, que no deja a nadie fuera.

Un país que respeta y reconoce a sus pueblos originarios, y lo que ello conlleva.

Un país que protege especialmente a los adultos mayores no solo con pensiones más justas, sino con un sistema de salud que les dé confianza.

Un país que vela por la educación y las oportunidades reales de vida para los y las jóvenes.

Un país que cuida con celo sus recursos naturales, que hace uso de ellos con una mirada de un futuro posible, y vela por legar a las nuevas generaciones un suelo vivo, fructuoso.

Un país que logra forjar una clase política que dignifique la belleza e importancia de esa labor.

Un país que, superando las diferencias y más allá de nuestras falencias y de todo lo que ha sufrido este tiempo, camina regalando esperanza y quién sabe, regalando algo de esa alegría con la que un día soñamos.

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