Demasiado tarde

Bernardita Aguirre Valdivieso
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A nosotros  nos  dijeron que  el país estaba en guerra. Yo nunca me tragué ese cuento.Otros  se convencieron, para así justificar los horrores que nunca vieron o de los cuales se enteraron cuarenta años después. ¿No será un poco tarde?

Ahora, que han pasado cuarenta y dos años, la mentira  inventada se desmorona y el país sabe que ese crimen sí existió. Que hubo seres humanos rociados con combustible por otros seres humanos que jugaron con un encendedor, metiendo miedo, hasta encender la mecha. Y ellos se convirtieron en “antorchas humanas” y con sus manos trataron de apagar el fuego.Luego fueron botados en el camino y  caminaron  para pedir auxilio a algún auto que por allí pasaba esa mañana gris de 1986.

En la sala de redacción de radio Chilena sonó el teléfono negro. Alguien avisa que “hay dos jóvenes quemados en la Posta Central”. La reportera parte al lugar de los hechos y comienzan los despachos de las Radios Cooperativa y Chilena, dando a conocer la espantosa noticia.

Pero hay restricción informativa y muy pronto ambas radios son silenciadas por decreto de estado de excepción.Clausuradas.

Las revistas Análisis, Cauce y  APSI informan detalladamente sobre lo ocurrido en esa protesta y en el funeral de Rodrigo Rojas, en julio de 1986. Muy pronto las revistas también son censuradas y clausuradas por un tiempo.

Pero los canales de televisión, bajo la dirección de periodistas y editores dominados por la censura  y la comodidad, nada informan. Pinochet se atreve a decir que los jóvenes se quemaron a sí mismos. La Lucía Hiriart va más lejos, dice que Carmen Gloria se quemó un poquito.

Sería sanador que los profesionales de esos tres canales de televisión  por fin hicieran un mea culpa y contaran que ellos no dijeron nada sobre el horror porque tenían susto o sencillamente porque era más cómodo seguir ocultando la verdad. Para conservar sus pegas.

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