Ernesto Galaz, militar que honró a su patria

Hace unos días falleció el Comandante de Grupo ® de la Fuerza Aérea de Chile Ernesto Galaz Guzmán. Fue un privilegio haber sido su amigo, así como lo hemos sido de varios de esos oficiales y suboficiales de la Fach que, demócratas de verdad, por respetar la Constitución y la Ley y opuestos al golpe de 1973, sufrieron duros años de prisión tortura, condenas de muerte, exilio, e injusta deshonra de la que hasta hoy no acaban de recibir justa reparación más allá de algunos gestos simbólicos.

Lo afirmo fundadamente pues, al igual que varios otros abogados, continuamos impulsando procesos judiciales para que, por fin, se castigue a los torturadores de estos destacados compatriotas, entre ellos el Comandante Galaz.

Le conocí en el exilio. Su historia y la prueba de su valor y entereza son conmovedoras, como las de aquellos que fueron sus compañeros de armas y de ideas, que no aceptaron la traición a la patria cometida por Pinochet y los otros mandos de las Fuerzas Armadas de la época.

Junto a numerosos otros oficiales y suboficiales de la FACH, fue ilegalmente detenido el 14 de septiembre de 1973, torturado y sometido a un ilegítimo Consejo de Guerra y condenado con sentencia de muerte, luego modificada y tras años de prisión y tortura finalmente desterrado.

Al momento del golpe era Comandante de Grupo de la Fuerza Aérea de Chile con muchos años de servicio y se desempeñaba  en el Estado Mayor General de la institución. Era además  profesor en la Academia de Guerra Aérea en las cátedras de Geopolítica  y Logística.

Fue dado de baja el mismo día de su detención y lo mandaron al subterráneo del ministerio de Defensa donde se encontró con otros colegas, entre ellos el general Alberto Bachelet y el capitán Raúl Vergara, para ser llevados a prisión e incomunicados en Colina, sin informar nada a sus familias.

Luego los trasladaron a la Academia de Guerra de la FACH,  atados y encapuchados, sin alimentos ni agua, horas y horas de pié y comenzaron los golpes y las torturas de todo tipo, obligándolos a firmar papeles con falsas declaraciones incriminatorias,  a fuerza  de las más indecibles torturas físicas y sicológicas.

Funcionaba la doctrina del “enemigo interno” de la Escuela de las Américas impuesta por los aparatos del gobierno de los EEUU.

A fines del 73 fueron llevados a la Academia Politécnica en El Bosque, encerrados en diferentes salas, mirando hacia la pared y con un conscripto moviendo el cierre de su fusil.

Allí es donde murió un cabo de apellido Espinoza, que estaba sentado justo frente al conscripto a quien se le salió un tiro, matándolo instantáneamente. Los trasladaron luego a la Cárcel Pública y, para ir a las audiencias del ilegítimo Consejo de Guerra armado al efecto, les llevaban arrodillados en vehículos de la Fuerza Aérea, custodiados por sujetos con la cara pintada.

En junio de 1974 el Comandante Galaz y sus compañeros fueron informados que el Consejo les había condenado a la pena máxima, la de muerte, por los “delitos de traición y promoción de la sedición”. Los aislaron y les mostraron a los fusileros que estaban preparándose para su ejecución.

Tiempo más tarde un juez militar decretó que la pena de muerte se conmutaría por 30 años de presidio. Finalmente, fue el Decreto 504 de 1975 el que permitió conmutar esa pena por la de extrañamiento, siempre que un país les acogiera y diera trabajo. Recién en 1978 pudo acceder al beneficio y reunirse con su familia en Bruselas, Bélgica.

A su regreso a Chile el año 1989, quiso revalidar su cédula de identidad y no pudo hacerlo, porque “no tenía existencia en Chile”. Estos uniformados patriotas eran, en general, rechazados socialmente, ya que persistía la afirmación de la dictadura de que habían “traicionado a la patria”.

El daño causado fue brutal e irreversible. Sólo un proceso ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos permitió que la sentencia de 2 de Septiembre de 2015 determinara que el Estado  debía adoptar  “las medidas  legislativas, administrativas, o de cualquier otra índole que sean adecuadas para poner a disposición de las personas condenadas por los consejos de guerra durante la dictadura militar chilena un mecanismo que sea efectivo para revisar y anular las sentencias de condena que fueron proferidas en procesos que pudieron tomar en cuenta pruebas y/o confesiones obtenidas bajo tortura”.

Finalmente se obtuvo que la sentencia del falso “Consejo de Guerra” fuera anulada por existir antecedentes que comprobaban fehacientemente que se basó en declaraciones de los  imputados obtenidas bajo tortura.

Así lo decreta el fallo de la Corte Suprema de Chile de 3 de octubre de 2016 que aclara que los oficiales y suboficiales democráticos fueron víctimas de una sentencia “manifiestamente incorrecta de manera insoportable para la idea de justicia”.

Lo positivo es que se hace extensiva además a todos los consejos de guerra que hubo en el país, todos montados burdamente para justificar asesinatos, torturas y destierros cometidos por la dictadura de Pinochet.

Nuestra amistad y trabajo en el exilio fue sin duda auspicioso. Trabajamos en Cuba y en México en la conformación de un equipo dedicado a los temas específicos de los estudios militares.

En este empeño, militares y civiles democráticos buscábamos además la unidad de los militares latinoamericanos en tiempos signados por la existencia de dictaduras en el continente, todas de la misma matriz como denuncian los informes del Senado estadounidense.

Entonces conocí a destacados militares latinoamericanos como Gerónimo Cardozo del Uruguay, Richelieu Le Voyer del Ecuador, Hugo Chávez de Venezuela.

En el caso de Chile, además del Comandante Galaz, a los oficiales Alamiro Castillo y Raúl Vergara de la Fuerza Aérea y al Comandante Efraín Jaña del Ejército, entre otros. Más tarde habría de conocer al general uruguayo Liber Seregni. 

Entre los civiles participantes recuerdo en primer lugar a Jacinto Nazal quien tuvo un destacado desempeño y a otros compatriotas como Patricio Palma y Darío Salinas. Colaboraron además estudiosos civiles y militares latinoamericanos y europeos

Al alero de Casa de Chile en México, dirigida entonces por el ex senador del Partido Radical Hugo Miranda dimos vida al “Centro de Estudios Militares General Carlos Prats” que produjo publicaciones importantes como una revista cuyo primer número data del 1 de noviembre de 1986 y, más tarde hizo posible los llamados “Cuadernos del CEMAL”, que era una publicación del Centro de Estudios Militares de América Latina, a su vez integrante de la OMIDELAC, que era la “Organización de militares por la democracia, la integración y la liberación de América Latina y el Caribe”

Estos materiales se produjeron hasta mediados de 1988 y en ellos su diagramador fue el profesor chileno Fernando Schultz quien, el pasado año 2017, hizo entrega de buena parte de todos los libros, revistas y documentos producidos por el exilio chileno en México en esa Casa de Chile, al Museo de la Memoria acá en Santiago en donde se puede consultar por esos textos.

En esas tareas colaboró igualmente con entusiasmo el Comandante Ernesto Galaz, ejemplar militar democrático que a su retorno al país se reincorporó a su organización política, el Partido Socialista y  a las filas de la Masonería chilena, institución de toda su vida. Unitario, serio en el trabajo, alegre en la amistad. Como el general Bachelet, como el comandante Alamiro Castillo, como tantos otros que ya han partido y muchos que continúan su ejemplo, don Ernesto fue un soldado que honró a su patria.

La misma que traicionaron Pinochet y quienes lo fueron o todavía son sus seguidores.

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