La derecha cavernaria y la derecha civilizada

En Europa, un personaje que pretendiera justificar el Holocausto echando mano a los antecedentes históricos que condujeron al advenimiento del régimen hitleriano, probablemente sería llevado rápidamente a la cárcel. Confundir las causas de la entronización del nacionalsocialismo en Alemania con las causas del asesinato de millones de personas es un acto de  barbarie intelectual inconcebible. Lo que explica un hecho histórico o político no explica a la vez un crimen de lesa humanidad. Se pueden acumular razones de todo tipo para hacerlas valer como explicaciones de tal o cual situación histórica pero ellas jamás validarán un atentado a los derechos humanos. 

A pesar de esto, en Chile los diarios de derecha difunden sin ningún pudor razonamientos de este tipo, firmados por columnistas  a los que no se les ocurre ni por un instante que sus justificaciones son en los hechos formas de complicidad con los crímenes de lesa humanidad que el Museo de la Memoria se propone denunciar.

Porque los que atacan esta institución afirmando que da una visión sesgada de lo que pasó durante la Dictadura Militar, en el fondo buscan empatar el horror trayendo a colación argumentos que podrían explicar el advenimiento de la Dictadura, pero de ninguna manera los atentados a los derechos humanos cometidos por la política de Estado implementada por ésta para eliminar a sus adversarios.

A menos que se pretenda afirmar que la idea de lanzar cadáveres al mar, utilizar la picana eléctrica o introducir ratones en las vaginas de las mujeres fue inducida por la crisis económica de la Unidad Popular o por las declaraciones y bravatas de los dirigentes izquierdistas de la época. 

Es descorazonador escuchar y leer este tipo de alegatos a 45 años del Golpe Militar. Es verdad que ellos provienen de sectores minoritarios en Chile, pero lo triste es ver que entre éstos se encuentran dirigentes de partidos importantes de la derecha chilena.

Solo pocos han sido categóricos en su rechazo a este tipo de argumentaciones, entre ellos hay que nombrar al ministro de Justicia Hernán Larraín cuyas declaraciones han sido claras, sinceras y pertinentes. Es bueno remarcar que estar plenamente de acuerdo con Larraín es una situación extra-política, que pone el tema de los derechos humanos exactamente donde debe estar, en la zona de los acuerdos básicos que todos los chilenos, independientemente de cual sea nuestra postura política debemos defender.

Si alguna vez Chile es posible - cuestión que no está de ninguna manera definitivamente clara - será porque mas allá de izquierdas y derechas exista entre sus ciudadanos una unidad inquebrantable de valores, en la cual sin duda alguna los derechos humanos tendrán que estar. 

Nuestro país se encuentra fracturado y la tendencia oscura de estos años muestra que estamos de nuevo en una escalada hacia los extremismos. La importancia de los derechos humanos reside en que ellos forman parte de lo que podría ser un factor de unidad férrea entre los chilenos.

Ellos, junto a la afirmación consecuente del carácter laico del Estado y a un mínimo principio de solidaridad ciudadana son las únicas causas que pueden compartir izquierdistas y derechistas.

Las declaraciones del ministro de Justicia son esperanzadoras, aunque lamentablemente en su sector abundan todavía los especímenes de esa derecha cavernaria que cree posible empatar el horror con el contexto.

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