Víctimas y victimarios

En cierta ocasión le consulté a mi amigo el cardenal Raúl Silva Henríquez, cuál había sido la base en que sustentó su gigantesca tarea como pastor. Estábamos solos en uno de los múltiples  fines de semana que compartimos vida y amistad, ya fuera en Punta de Tralca o en mi casa de Las Cruces, en momentos que él ya era emérito.

Sin dudarlo un instante respondió diciéndome que su acción de pastor había que buscarla en la palabra de Jesús, en el Evangelio. Y a reglón seguido me dice, lee la parábola del Buen Samaritano, allí encontrarás la respuesta. 

Aún cuando yo conocía perfectamente esa parábola, procedí más tarde  a leerla, ahora con otros ojos. En el camino de Jerusalén a Jericó un hombre fue atacado por unos bandoleros que lo desvalijaron y que al resistirse lo dejaron medio muerto al borde del camino.  Luego pasaron por ese camino un sacerdote y después un levita, ambos dieron un rodeo  al ver al caído y pasaron de largo.

Un rato después pasa por el lugar un samaritano, quien sin poseer título alguno se detiene ante la víctima, se baja de su caballería y al constatar que no estaba muerto hizo lo que su corazón le mandaba y entonces lo monta cuidadosamente en su cabalgadura después de limpiar sus heridas, y él caminando a su lado lo llevó hasta la próxima posada y allí pagó al posadero para que lo albergase y cuidase hasta su regreso.

El lema episcopal de don Raúl no puede ser más ilustrativo: "La Caridad de Cristo nos urge". Esa caridad espontánea que le nació al samaritano, el cardenal Silva la llevaba en su alma de pastor .

Y así lo demostró en su acción sacerdotal de todos los días. Al constatar la pobreza y el hambre en que se debatían miles de chilenos, víctimas de un modelo de desarrollo incapaz de darles alimentos, con una desnutrición y mortalidad infantil que golpeaba su corazón, a mediados del siglo pasado, pudo formar Cáritas Chile, logrando ayuda y apoyo nacional e internacional en un intento gigantesco por mitigar el hambre y el dolor a tantas víctimas. La miseria no es humana ni es cristiana, nos dice en su testamento espiritual.

Al constatar la situación del campesinado, víctimas de un sistema feudal que los explotaba, sin mayores derechos, en su mayoría analfabetos, sin futuro, sin salud ni educación, donde enormes latifundios, símbolo de poder, no se cultivaban, manteniendo a los campesinos en una verdadera semiesclavitud, decide junto al obispo Manuel Larraín, iniciar la reforma agraria de la Iglesia, entregando las tierras que pertenecían a los obispados de Talca y Santiago a los campesinos, preámbulo de la Reforma Agraria que realizarían más adelante los  presidentes Frei y Allende.

Cuando observa que los emigrantes, víctimas en sus propios países de persecuciones o falta de oportunidades, optan por llegar  a nuestro país, desvalidos de ayuda y orientación, decide formar bajo el alero de la Iglesia el Incami, Instituto Católico Chileno de Migración.

Cuando se percata que la dictadura militar opta por el terrorismo de Estado con miles y miles de víctimas, con desapariciones, asesinatos, violaciones, tortura, relegación, exilio o encarcelamiento sin juicio, no duda en crear primero el Comité Pro Paz y más tarde la Vicaría de la Solidaridad. Fue la voz de los sin voz.

Cuando los rectores delegados de la dictadura, proceden a expulsar de las universidades a cientos de académicos, víctimas intelectuales por el sólo hecho de pensar distinto y no ser obsecuentes con el dogmatismo del pensamiento oficial, no duda en crear la Academia de Humanismo Cristiano, con personería legal del Arzobispado, para darles cobijo bajo el alero del propio cardenal, quien se auto designa presidente de ella.

Cuando observa que miles de pequeños campesinos y empresarios,son víctimas del sistema neoliberal, impuesto por la dictadura,que los deja fuera del circuito crediticio decide crear Fintesa, Financiera de Interés Social S.A.

Y así, se podría seguir enumerando una larga lista de víctimas de la sociedad y de las circunstancias en las que le correspondió  desarrollar su tarea pastoral a don Raúl. 

¿Cuál es el lugar común de su acción en de toda esta larga lista? Don Raúl siempre estuvo al lado de las víctimas entregándoles todo su amor y sin preguntarles absolutamente nada, bastaba comprobar que las víctimas eran seres humanos para que se despertara de inmediato y espontáneamente en su corazón la caridad, la caridad de Cristo que lo urgía.

Ante los escándalos sexuales que golpean tan fuertemente a la Iglesia y a los que nos sentimos parte de ella, me pregunto que habría hecho don Raúl si estuviese actualmente en cargos de jerarquía. 

¿Habría intentado ocultar la verdad ?

¿Habría guardado un silencio cómplice?

¿Habría procurado iniciar investigaciones eternas para procurar el olvido?

¿Habría intentado trasladar a los responsables para acallar el escándalo?

¿Habría estado al lado de los victimarios?

Cualquiera que se detenga a ver la acción de este hombre santo, un cardenal providencial que Dios nos regaló, llegará a la misma conclusión.

No habría hecho lo que hemos visto que ha hecho la jerarquía en los últimos años.¿Cómo lo habría hecho?

No lo sé, sólo sé que don Raúl, como lo demostró en toda su vida, habría estado al lado de las víctimas, pero a la vez intentando que los victimarios reconozcan sus faltas, pidan perdón a Dios y a los hombres y enmienden su conducta. No he visto a ninguno de los acusados y condenados pedir perdón con humildad. 

Don Raúl, un pastor santo, entregó su vida para no pasar de largo. No actuó como el sacerdote o el levita, fue siempre un Buen Samaritano.

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