Borrascosa

Manuel Riesco
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El gran vuelo de los capitales golondrinas regresando al Norte durante la segunda década del siglo sigue derrumbando lo que su visita durante la primera había insuflado en el Sur. Cuando por allá el clima se pone borrascoso se las empluman, distorsionando todo con su llegada en masa por estos lados. Al cabo de unos años, apenas empieza a entibiar el sol, regresan a casa dejando atrás la pelería.

Tras una década de “boom” de “plata dulce” como en los años 1970, las economías emergentes se adentran en otra “década perdida” como en los años 1980. Sorprendentemente, ello sucede porque las economías desarrolladas se recuperan de su crisis secular de los años 2000, aunque a trastabillones por la incapacidad de sus gobiernos de meter en cintura a banqueros y grandes rentistas que la precipitaron en primer lugar.

La economía chilena es una de las más afectadas por tener la puerta abierta de par en par a a estos vaivenes y sus consecuencias, especialmente la veleidosa y adictiva renta del cobre. Tras resistir a duras penas y gracias al estímulo del Estado su derrumbe del último quinquenio, el abultado endeudamiento de los grandes grupos privados y la austeridad impuesta por Hacienda y el Banco Central la tienen a fines del 2016 al borde de la “Recesión Valdés-Vergara”.

Durante el curso de su reciente crisis secular las bolsas de valores de las economías desarrolladas, que por su gran peso determinan la evolución de todas las demás, tras perder la mitad de su valor entre el 2000 y el 2003, recobrarse parcialmente hasta el 2007 y volver a reducirse a la mitad el 2009, terminan el 2016 sin recuperar todavía su valor real, es decir corregido por inflación, de inicios del siglo.

Las bolsas emergentes y sus respectivas monedas, en cambio, fueron afectadas durante la primera década del siglo por un enorme burbujazo que, con bruscas alzas y bajas, al año 2010 había casi duplicado su valor real y más que triplicado el mismo en el caso de Chile. Desde entonces han caído estrepitosamente, perdiendo un tercio de su valor las primeras y más de la mitad en el caso chileno.

El mismo fenómeno afectó el precio del cobre, sólo que aún más acentuado puesto que a fines del 2010 había más que cuadruplicado su valor de inicios de esa década y a fines del 2016 había perdido más de la mitad. Algo parecido sucedió con todos los recursos naturales.

Aún así, tanto las bolsas de valores emergentes y la chilena aparecen todavía por encima de su valor a inicios del siglo y el cobre ha regresado recién a su valor promedio de largo plazo de 2,13 dólares del año 2012 por libra.

Una perpectiva más larga permite apreciar el denominado “super ciclo” del cobre con sus dos enormes montañas en que sus precios superan sostenidamente su promedio de largo plazo en las décadas de 1970 y 2000, precisamente cuando las economías desarrolladas atravesaron sus últimas dos crisis seculares.

Resulta asombroso comprobar cómo, tras sostenerse por encima de su promedio y llegando a duplicarlo desde mediados de los años sesenta hasta fines de los setenta, el precio del metal cae sostenidamente por debajo del mismo en 1981, precisamente el año en que las bolsas y economías desarrolladas inician su larga recuperación que las llevaría a rozar el cielo al finalizar el siglo.

A lo largo de esas dos décadas el precio del cobre cayó a la mitad de su promedio de largo plazo y la cuarta parte de sus máximos históricos, al mismo tiempo que la bolsa estadounidense experimentaba la racha alcista más prolongada y exuberante de su historia. La economía de ese país, que es la más importante del mundo y en ese momento representaba cerca de un tercio del PIB global, creció asimismo muy rápido. La proporción de asalariados ocupados en la población de más de 16 años de edad, quizás el indicador más sensible de actividad económica, subió de 53,7 por ciento en 1981 hasta su máximo histórico de 62,2 por ciento en 1999.

En la primera década del nuevo siglo sucedió lo contrario. A fines del 2010 el precio del cobre se había multiplicado nuevamente más de cuatro veces al tiempo que las bolsas desarrolladas atravesaban fuertes vaivenes, que las mantenían un tercio por debajo de su valor real de inicios de esa década tras perder dos veces la mitad del mismo el 2000 y 2008. La proporción de asalariados ocupados en relación a la población mayor de 16 años se redujo en los EEUU de 62,2 por ciento el 2000 a 54,8 por ciento el 2010.

Todo ello se revierte nuevamente durante la década en curso. A fines del año 2016 las bolsas desarrolladas se han recuperado bastante y la estadounidense ha alcanzado sus máximos del 2000. La proporción de asalariados ocupados sobre la población mayor de 16 años también se ha recuperado sostenidamente en ese país y alcanza 56,9 por ciento a fines del 2016. Al mismo tiempo las bolsas emergentes se han derrumbado, sus economías retroceden en una nueva década perdida y el precio del cobre ha caído a la mitad.

En extraña danza al compás del capital especulativo, las economías emergentes y los precios de las materias primas siguen el movimiento de las desarrolladas en perfecta sincronía pero en sentido inverso. Una suerte de paso cambiado, a dos, cuando las primeras oscilan hacia arriba las segundas lo hacen hacia abajo y viceversa.

La economía chilena ha sido una de las más afectadas por este singular y determinante fenómeno, debido a su total apertura y dependencia de la renta de los recursos naturales y especialmente el cobre. Sin embargo, su efecto sobre la economía real a veces se ha agudizado y en otras ocasiones rezagado y morigerado, dependiendo de lo que han hecho los sucesivos gobiernos y bancos centrales.

La crisis asiática que el año 1998 golpeó a todas las economías emergentes, seguida del estallido de la llamada “burbuja punto com” en los EEUU el 2000, repercutieron en Chile de inmediato, de manera fuerte y prolongada.

Las torpes políticas ultra contractivas del Banco Central dirigido entonces por Carlos Massad, seguidas por la austeridad aplicada por el gobierno de Lagos y su ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre, agudizaron su impacto hasta lo indecible. Al 2002 la bolsa chilena expresada en dólares corregidos por inflación había perdido la mitad de su valor de mediados de la década precedente. Entre 1998 y 2003 el cobre se desplomó a sus mínimos históricos cercanos a un dólar por libra.

La economía real se vio asimismo muy afectada. La proporción de asalariados ocupados sobre la población mayor de 16 años retrocedió de 31,5 por ciento en 1998 a 29,6 por ciento en 1999 y no recuperó su máximo de agosto de 1998 sino hasta mayo del año 2006. Es decir, se mantuvo deprimida desde fines del gobierno de Frei y a lo largo de todo el gobierno de Lagos, registrando en esos años tres recesiones sucesivas, de agosto 1998 a septiembre 1999, de agosto del 2000 a julio del 2001 y nuevamente entre septiembre del 2002 y marzo del 2005.

A partir del primer gobierno de Michelle Bachelet, el de Piñera y nuevamente Bachelet, en cambio, la economía chilena registró un fuerte aumento en la proporción de asalariados ocupados sobre la población mayor de 16 años, la que se elevó de 29,8 por ciento en marzo del 2005 hasta su máximo histórico de 40,3 por ciento en julio del año 2016, cifra que en agosto bajó y se mantuvo casi sin cambios en septiembre, del mismo año.

Lo sorprendente es que esta década de crecimiento económico chileno soportó la más severa crisis de las economías desarrolladas desde los años 1930, que incluyó el derretimiento del sistema financiero mundial el año 2008 y la fuerte caída de todas las economías desarrolladas. Ello afectó por cierto a Chile, que vivió una recesión entre febrero del año 2009 y marzo del año 2010, período durante el cual la proporción de asalariados sobre la población de 16 años y más se redujo de 35,6 a 34,4 por ciento de la misma, similar a lo sucedido en 1998. Sin embargo, a los pocos meses se había recuperado la proporción anterior a la crisis y ésta continuó creciendo casi sin interrupciones hasta agosto del año 2016.

La larga racha alcista de la economía real chilena iniciada en marzo del 2005, logró sobreponerse asimismo a los derrumbes simultáneos de la bolsa, el peso y el precio del cobre iniciados el 2010. Tuvo un punto de inflexión a fines del año 2013 pero continuó creciendo cada vez más lentamente hasta agosto del 2016, cuando volvió a experimentar un episodio contractivo respecto del mes precedente y en septiembre no varió prácticamente nada. Si se repite un episodio contractivo en octubre, se podrá afirmar que la economía chilena habrá terminado el 2016 en recesión.

La resistencia mostrada hasta ahora por la economía real chilena a las borrascas que sacudieron a las economías desarrolladas, y que al recuperarse aquellas barren ahora con las emergentes, se explica probablemente de modo principal por la política fiscal expansiva de los tres últimos gobiernos.

En efecto, impulsado por las crecientes movilizaciones sociales iniciadas el 2006 y los profundos cambios políticos e ideológicos en curso desde entonces, el gasto fiscal se ha más que duplicado en pesos de un mismo valor entre los años 2005 y 2015, creciendo a una tasa promedio de 7,32 por ciento anual. En cambio, en la larga depresión entre 1998 y 2005, el gasto fiscal creció a una tasa de 4,7 por ciento anual promedio.

Todo ello se está revirtiendo con la política de austeridad impulsada a partir del 2016 por el ministro de Hacienda Rodrigo Valdés y el Presidente saliente del Banco Central, Rodrigo Vergara. Muestra de ello es que el presupuesto del 2017 sólo crece un 3 por ciento respecto del año precedente. ¡Precisamente cuando la economía real se está contrayendo desde agosto pasado!

A principios de los años 1980, lo que detonó la peor crisis de la economía chilena no fue la caída de las bolsas o el precio del cobre, que también sucedieron, sino el enorme endeudamiento en moneda dura que los grandes grupos económicos locales habían acumulado con la “plata dulce”, los “petrodólares” que llegaban a raudales durante la década precedente.

Ahora sucede lo mismo. Como advirtió recientemente el Fondo Monetario Internacional, el crédito bancario al sector privado en Chile supera en la actualidad al PIB del país, lo que pone al país en la misma categoría que Grecia, Portugal, España y los Estados Unidos.

Desde el 2007 al 2014 la deuda empresarial se incrementó en el equivalente al 20 por ciento del PIB, incremento que sólo fue superado por China y Turquía. El grueso de dicho endeudamiento está concentrado en 14 grandes empresas, entre ellas LATAM, Cencosud y Entel, que se han visto forzadas a vender parte de su patrimonio a terceros o aumentarlo por parte de sus controladoras.

La situación económica es muy peligrosa. Al igual que en 1999 la economía chilena se despeñó en la que se llamó “Crisis Massad”, seguida del “estancamiento Eyzaguirre” a lo largo del gobierno de Lagos, el Año Nuevo 2017 la sorprende al borde de la “Recesión de los Rodrigos” o “Recesión Valdés-Vergara”.

¿Hasta cuándo seguirá la inacción del gobierno de la Presidenta Bachelet?

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