Chile despertó…el desafío de la calle a las empresas

En el intenso y prolongado proceso de agitación social, política y cultural del Chile de los últimos dos meses, la sociedad está desafiando a su élite con un mensaje complejo y de enorme fuerza expresiva, “Chile despertó”.

Este mensaje puede tener, una especie de lectura secuencial, en dos actos.

En el primer acto, está la confesión de haber estado dormidos, es decir, apáticos, “acostumbrados” o “resignados” a un ordenamiento socio político “que no me gusta” (“o que me dejó de gustar”) o delegando en los políticos la posibilidad de lograr cambios.

Así, el primer acto es casi de contrición, es verdad, estuve en la comodidad del silencio y la aceptación. Incluso, agregarían otros, en algún momento simplemente me resigné pensando que no había otra alternativa mejor.

De ahí se sigue el segundo acto.

“Chile despertó” puede también ser leído como un mensaje muy claro a la élite, una advertencia severa, despertamos y ya no nos quedaremos fuera. Por el contrario, les advierto que lo vamos a cambiar todo y lo haremos nosotros mismos.

Ante esta realidad, nuestras empresas están fuertemente desafiadas. Por una parte, las reglas del juego está claro que serán motivo de discusión y negociación, comenzando por la definición de los ámbitos que serán resueltos en el mercado y los que lo harán en la esfera pública.

Como señala Jeannette Von Wolfersdorff en una entrevista

los cambios estructurales necesarios “tienen que ver con lo que el dinero debería comprar y lo que no debería comprar”. Probablemente, entraremos a un escenario en que “no habrá verdades esculpidas en piedra” en temas tributarios, regulatorios, laborales y de gobierno corporativo, entre tantos otros.

Pero hay otra dimensión en que posiblemente las empresas se verán desafiadas y que se refiere a las nuevas exigencias que probablemente se les impondrán en su gestión interna como reflejo de una transformación de la cultura.

Cuando uno lee las pancartas de las movilizaciones y, especialmente, la actitud resuelta de muchos manifestantes y de quienes las comentan en los distintos espacios sociales, uno puede concluir que “Chile despertó” no sólo ante problemas estructurales materiales, sino que, tal vez con mayor fuerza aun, a una serie de aspectos simbólicos referidos a “probidad”, “respeto”, “inclusión”, “dignidad”, “reconocimiento”. ¡Hay mucha rabia ahí!

Y también mucha decisión a cambiarlo todo. Se trata, sin duda alguna, de una agenda que no nace en octubre 2019, sino que se remonta a varias décadas atrás.

“Chile despertó” puede ser leído como un mensaje que previene el advenimiento de un nuevo orden cultural, que probablemente cuestionará el funcionamiento de todas las organizaciones. 

En esta línea, es probable que, con una mayor decisión, las prácticas relativas a la ética en los negocios estén bajo un escrutinio mucho más exigente al interior de las empresas. ¿Estarán dispuestos los “trabajadores despiertos” a que su empresa incurra en malas prácticas sin que se den buenas explicaciones o no se identifique y sancione a los culpables?

¿Se seguirá tolerando un modelo de autoridad vertical, en el que no se dan muchas explicaciones sobre las decisiones tomadas?

¿Se seguirán aceptando expresiones de clasismo, homofobia, machismo, prepotencia hacia los más jóvenes y hacia los más viejos, sin que se exija a la empresa que se haga responsable de ellas?

¿Se podrán mantener bajo reserva las diferencias salariales? ¿Podrá la empresa no tener políticas en relación a sus impactos ambientales?

En efecto, no sería extraño que en nuestras empresas surjan con fuerza voces (en la definición de Albert Hirshmann) que adopten un tono más imperativo en materia de reivindicaciones, pidiendo cambios, pero sobre todo pidiendo participar activamente en la definición de esos cambios.

Lo que es aún más difícil de predecir es cual será la expresión de este tono más imperativo, ¿campañas de desprestigio de grupos de empleados usando redes sociales? ¿desafíos directos a las jefaturas?, ¿un nuevo impulso al sindicalismo?

O, por el contrario, ¿emergerán prácticas espontáneas tendientes a afirmar procesos de innovación, colaboración, novedosos para sus organizaciones?

Tampoco sabemos que ofrecerán, ¿un mayor compromiso a cambio de la participación?, ¿un mayor involucramiento en el cuidado de una empresa que sentirán más “propia”?

La pregunta que muchos nos hacemos es ¿la alta dirección de las empresas, va a asumir un liderazgo en estas nuevas conversaciones o va a ir reaccionando a los hechos y a las líneas editoriales de los otros actores?

¿Va a discutir de cara a los demás actores, confrontando ideas o se encerrará a tejer estrategias que surgirán de un pequeño grupo de élite?

¿Incorporará con decisión la sensibilidad de profesionales jóvenes que, claramente, sienten que son parte del “despertar”?.

Este es un momento clave al interior de las empresas, en especial en sus directorios y primera línea de ejecutivos, para tomar la decisión de instalar una agenda de cambios exigente en sus ritmos y en su profundidad, que habilite a las empresas a trabajar con personas que ya despertaron.

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