Colaborar, cooperar vs colusión

La actual resolución o “compensación” final  (buena o mala, depende cómo se la quiera ver) a los afectados (que son todos los chilenos) a uno de los casos más notorios y escandalosos de colusión en nuestro país, como fue el del papel higiénico, con su secuela de daño ético-moral a la confianza y la transparencia, nos invita a reflexionar para comprender la diferencia notable entre esta forma de actuar que es la “colusión” con sus funestas consecuencias y apreciar su exacto opuesto positivo, que son la “cooperación” y la “colaboración” entre empresas y organizaciones.

Así, de paso, volver a re-significar el verdadero sentido de la “competencia”. 

Cada vez y hoy con más fuerza que nunca, nos resulta tan importante, a la vez que necesario, volver a comprender el significado de los términos y su contenido, su raíz etimológica para volver a revestirlos del verdadero sentido de unos y otros y cómo esto nos ayuda en la construcción de una sociedad más sana y orientada al bien común. 

La palabra "colusión" viene del latín collusio y significa "acción y efecto de pactar para hacer daño a otros". Eso es lo que precisamente se realizó en este y muchos otros casos en el último tiempo: grupos de ejecutivos o directivos, responsables de empresas u organizaciones  actuando de manera deliberada y concertada, para dañar a terceros u ofenderlos gravemente.

Lo peor es pensar que los que actuaron de esta forma son profesionales, es decir, personas que deben tener o disponer de herramientas suficientes para poder discernir adecuadamente lo que es bueno y útil a la sociedad y aquello que genera una muy grave lesión y efectos muy nocivos a nuestra convivencia.

En ausencia de códigos de conducta claros y asumidos integralmente, con guías de actuación precisas y efectivas, las distorsiones en el proceder de las empresas pueden llevar a consecuencias insospechadas de deterioro en las relaciones, desconfianza y que la población, con justa razón, se sienta deliberadamente abusada y por tanto cuestione y generalice como habitual y “normal” ese actuar. 

Esto es muy grave y es una responsabilidad enorme, de la que un profesional no puede ni debe desligarse.  

Esta es una práctica deplorable, anti-ética, que implica robo, lesión, ofensa, destrucción de confianzas.  ¿Cómo, entonces, esto se recompone?

En oposición positiva y constructiva, existe la acción legítima de “colaborar” o “cooperar”, que significa trabajar juntos en un proyecto o fin específico. Pero para que esto tenga un impacto positivo, ese proyecto debe tener por finalidad lograr un bien para la comunidad, el entorno, la naturaleza y la sociedad entera, es decir, una real contribución al bien común. 

Como lo plantea la propuesta de la “Economía del Bien Común” (EBC) y el Balance del Bien Común, el grado máximo de cooperación es la Solidaridad, por tanto, es no sólo legítimo, sino que altamente positivo que las empresas y organizaciones de un mismo sector o de sectores diversos colaboren en esfuerzos comunes que potencien el beneficio a la sociedad y no exacerben la competencia desmedida, que más que generar sinergias en los mercados, provocan muchas veces lo contrario, pues en la búsqueda de mejor posicionamiento en espacios de mercado, se comienza a pasar por alto prácticas de ética básica, como por ejemplo, una inadecuada gestión de proveedores y suministros para reducir costos, sin considerar las prácticas internas que esos proveedores pueden tener, muchas veces lesivas con la dignidad de las personas y el medio ambiente, consiguiendo así disminuir costos y ganar en un mercado, sin darnos cuenta que podemos dejar una estela de perjuicios contraria a la búsqueda de un Desarrollo Sostenible que es el que hoy mayoritariamente se desea alcanzar y para lo cual muchas naciones han suscrito acuerdos que deberían derivar en leyes, normativas e incentivos que busquen favorecer este bien actuar. 

A través de la colaboración, se pueden establecer alianzas para conseguir sinergias y actividades de mejora continua. Relacionándose en base a principios de confianza, transparencia, veracidad e integridad, se evitan las actuaciones abusivas derivadas de posiciones de poder, las que pueden restringir de manera ilegal, la libre actuación de otras empresas u organizaciones en el sector en que se desenvuelven. 

Tal como plantea Christian Felber, autor de la propuesta de la EBC, en la Economía del Bien Común no se elimina la competencia.

La EBC sigue siendo una economía de mercado y como tal, se fundamenta en algunos de sus pilares, la  empresa privada (mercado) y el dinero, pero este último como medio y no fin, como inadecuadamente se propone en la forma clásica de economía.

Nuevamente,  buscando y re-significando las palabras, “competencia” viene del latín, cum y petere “capacidad de concurrir, coincidir en la dirección”.

Es decir “buscar juntos”, lo que hoy denominamos “cooperación”. Por tanto, la competencia no es ni significa “rivalizar unos contra otros”. 

Rivalizar, entonces,  no puede ser eficaz ni eficiente. “La inteligencia de grupo es mayor que la inteligencia aislada de un individuo. La ciencia, por ejemplo, es una cooperación histórica de innumerables pensadores e investigadores”. Por tanto existen múltiples formas y espacios de colaboración que nos permiten creer en la posibilidad de una mejor sociedad, más equitativa y con mejores oportunidades para la población.

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