Colusión, la raíz de todo el mal

La explicación y fuente de los casos de corrupción está en los propios directorios, en los controladores de las grandes corporaciones económicas y no únicamente en los niveles gerenciales que se ponen de acuerdo con otras compañías para defraudar la fe pública. Es complejo decirlo, pero cuando los dueños de las empresas se excusan en el desconocimiento de las gestiones de su alta gerencia, parece engañoso.

No lo digo por el caso puntual de CMPC, sino por la cultura de incentivos que se ha impuesto en los niveles directivos de las empresas y los grupos económicos. Cuando estos conglomerados obtienen ganancias descomunales al corto plazo, cuando se le exige a la plana gerencial ganancias que sobrepasan en 10 o 15 veces las tasas de crecimiento de la población y las tasas de crecimiento del PIB, se pavimenta la plataforma para delitos como la colusión.

En este caso, la culpa es de quien da el afrecho. Sorprende ver las utilidades de los principales grupos económicos o sectores de la industria en Chile, versus la tasa en que crecen los sueldos de la mayoría de los trabajadores y trabajadoras; llama la atención ver ese nivel de ganancias, versus la disponibilidad a negociar colectivamente con los sindicatos.

Pareciera una forma habitual la falta de ética con la que los controladores de los grupos económicos conducen a sus equipos directivos y el cómo los gobiernos corporativos son incapaces de contrarrestar estas directrices.

La colusión es inaceptable por muchas razones. Se ha dicho que lesiona la confianza en el sistema y sí, es un argumento muy convincente. La colusión es una práctica aberrante que afecta el bolsillo, la calidad de vida y el esfuerzo de gente humilde y de la clase media principalmente.

Los grupos económicos, en especial sus dirigentes gremiales, suelen quejarse sonoramente por el "mal clima de negocios" que provocan algunas medidas impulsadas por el gobierno, son bastante activos en lamentarse que tal reforma va a afectar a la economía y el desempeño de sus empresas.

Lo que presenciamos ahora es una clase media afectada en  su "clima de negocios" con precios que se  fijan de mala fe. Antes de quejarse en la prensa, ¿podrían ponerse en los zapatos de aquellas madres y padres que tienen que pagar sobreprecios por los alimentos o productos esenciales que consumen en su familia?

En el debate que sigue respecto de si las compensaciones van a cumplir o no las expectativas de las personas, es clave el rol del SERNAC quien apuesta a lograrlas para los afectados, y que por lo bajo debieran ser suficientes frente al daño provocado.

En los tiempos que vivimos, con las confianzas dañadas, lo más dañino es la sensación de “una política de la colusión” en el empresariado,  que no se trata de acciones "díscolas" de unos cuantos gerentes, sino en la definición de los planes de expansión, exigencias de ganancias, crecimiento de los controladores y dueños de estos grupos económicos.

Por ello la ley que perfecciona la Libre Competencia es tan relevante, tal vez un poco tardía, pero no insuficiente con sanciones económicas altas y la cárcel efectiva para justamente inhibir conductas delictuales que perjudican a los ciudadanos, para que se hagan negocios, se gestione el crecimiento de las compañías y se aporte al crecimiento del país, pero no se juegue con los bolsillos de la gente.

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