Derechos Humanos como otra forma de capital

Cuando se habla de capital, la mayoría de la gente piensa en dinero, propiedades, máquinas, acciones de la bolsa, bonos, etc. Tienen razón, en nuestra economía y cultura, ese tipo de capital ha sido considerado como el único y el más importante factor determinante del desarrollo económico de una sociedad o de la posición social de un individuo. Pero no pensamos en nuestros recursos naturales (capital natural), la sabiduría de nuestra cultura (capital cultural), la fuerza de nuestras instituciones (capital institucional) o nuestro conocimiento personal (capital humano) como un capital.

Propongo que estos y otros tipos no-tradicionales de capital los incorporemos en nuestras reflexiones sobre fuentes de valor y riqueza.

La mayoría habla del capital físico (edificios, caminos, carreteras, represas) y capital financiero (dinero, bonos, acciones). Pero el ser humano también se considera un capital que incluye lo que uno es, el conocimiento, la herencia cultural, las capacidades o talentos, la sabiduría, etc.

Ningún capital adquiere sentido sin la intervención del capital humano. Es por eso la gran importancia de la educación como una forma de acumulación de capital humano.

Una traducción del capital humano es el capital cultural: nuestras costumbres, comidas típicas, tradiciones, símbolos, arte, pintura, escultura, arquitectura, baile, cuentos, poesía, pasatiempos, etc. Un capital cada vez más importante para entender cómo creamos riqueza y bienestar en nuestra sociedad.

A estos capitales en 1987 agregué el capital natural: los recursos naturales, el medioambiente, la ecología y todos sus servicios. No fue fácil que mis colegas economistas aceptasen la noción de capital natural, a pesar que Arthur Lewis hacía tiempo había promovido una teoría del crecimiento económico basada en el recurso “tierra”.

Pero esto no es todo. Las investigaciones económicas que dirigí en los años 1980-1990s mostraron la importancia que tenía el capital institucional en la transformación económica y social. Éste era como un canasto de dimensiones complementarias: las organizaciones, los incentivos, las leyes y normas, los reglamentos, la participación, la gobernancia, el aparato jurídico, etc. Una forma de capital cada vez más importante en el desarrollo económico, social y sustentable.

En un estudio de unos 200 casos sobre el alivio a la pobreza concluí que el capital institucional era esencial en alcanzar los objetivos de esos programas. Esto incluía a los derechos humanos y otros derechos. Es la violación de estos derechos o la incapacidad de ejercer estos derechos, la fuerza generadora de pobreza. Pero los derechos humanos son más importantes de lo que muchos economistas han considerado.

Después de varios años de investigación económica e institucional encontré que los derechos son mucho más que obligaciones legales. Y abogué por una integración entre los derechos y el crecimiento y el desarrollo económico-social.

No hay nada en la economía que no esté permeada de derechos y responsabilidades. El sistema de libre mercado descansa en las nociones de derecho.Una economía no puede operar si no existe una arquitectura de tipo normativo. Esta intersección es la base de la economía institucional, tema que he estado escribiendo por décadas y que inicialmente hice parte de mi disertación de doctorado en USA. Todos los derechos son otra forma de capital, al que llamaré, capital de derechos.

Los derechos no son solamente obligaciones, leyes, normas o regulaciones, sino una parte integral de la dinámica posible del desarrollo.Éste es un capital tan importante como los otros, ya que determina el comportamiento y asignación de recursos de todos los actores bajo condiciones de escases material.

El capital de derechos determina fuertemente los niveles de competitividad, inversión, eficiencia, ventajas comparativas, comportamiento económico. Este capital constituye una sólida base de la efectividad del desarrollo.

Si vamos a reducir la pobreza en Chile, los pobres también tienen que acumular capital. Y es por eso que debemos saber cuál el capital más abundante en sus manos. Para mí, los pobres poseen una gran dotación de capital humano y capital de derechos, y todos tenemos que hacer valer estas formas de capital. Una fuente eficaz para aliviar la pobreza es la asignación de derechos de propiedad (tierra o viviendas) en las zonas donde los pobres residen. Estos derechos cambian los valores de las tierras favoreciendo a los que viven hoy en condiciones precarias.

Para quien duda de la importancia del capital de derechos sólo pensemos en una sociedad sin un estado de derecho: a nadie le interesaría participar del sistema económico y social. Habría un gran caos y confusión respecto de “los valores” de todo lo que está disponible y no habría actores que hagan transacciones de cualquier naturaleza. Cuando el capital de derechos no existe, veremos que la noción de valores ecológicos y medioambientales desaparece, acelerando la destrucción ambiental en nuestro país. Nadie sabría cuál es el verdadero valor de las cosas.

Los derechos y responsabilidades crean valor, y es importante que estos valores reflejen los objetivos que queremos alcanzar en nuestra sociedad.

El capital de derechos condiciona la cantidad (apropiación, uso y manejo) y calidad de todas las otras formas de capital. Donde no hay justicia no hay economía. Este capital influenciará radicalmente las decisiones privadas y públicas como son la administración y asignación de los bienes públicos y privados.

El capital de derechos es esencial para aliviar la pobreza en Chile, incrementar la inversión extranjera, proteger nuestra ecología y fomentar la inclusión económica, social, de género, étnica, de edad, y espiritual.Es la base para el empoderamiento de los actores económicos y sociales. De lo contrario el sistema actual de poder continuará imponiendo sus normas y el manejo de la Nación. En el fondo, el empoderamiento es un proceso de redistribución de derechos y responsabilidades.

Los derechos humanos y sociales son un valioso e indispensable capital, ya que crean el contexto para el desarrollo de todos los otros tipos de capital y, además, tienen el potencial de generar un tipo de valor y riqueza que promueve estabilidad e igualdad social, solidaridad humana, y un mayor respeto por la vida.

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