Economía inmoral

Gonzalo Torrealba Beyer
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Este ha sido un año en el que el discurso político se ha centrado en temas valóricos tanto en lo económico como en aspectos de la vida, como la despenalización del aborto o la gratuidad en la educación, entre otros.

Me centraré en el último debate sobre el salario mínimo, puesto que es una conversación ajena a la mayoría y, sin embargo, toca varias fibras desde lo práctico del equilibrio macroeconómico hasta la moral.

Mis preguntas al debate del salario mínimo ¿Mejora algo? ¿Las personas serán más felices? ¿Se está intentando mejorar la calidad de vida de algún grupo socioeconómico en particular? ¿Hay algún efecto práctico sobre la implementación de la ley? ¿Cuál es el contexto de realidad de esta discusión?

Este debate es absurdo porque no mejora en nada a nadie, no protege a nadie, no hace feliz a nadie, no tiene aplicación práctica real y además está fuera de contexto. En definitiva es un circo inmoral que no se hace cargo de las problemáticas reales de las personas (pueblo). La historia puede mostrar que fue importante en su momento, pero en la actualidad el foco está en otro lado.

¿Qué es lo real?

Voy a caracterizar para llegar rápido a mi punto. La pugna “obrero v/s capitalista” ya casi no existe en términos de salario mínimo.

No estoy afirmando que estamos en el paraíso o que no existe “explotación” en algunos trabajos, digo que hoy en día estos dilemas no son el foco porque hay otras preocupaciones más importantes que se están dejando de tomar en cuenta y que inciden más en la calidad de vida de las personas.

Cuando leo al ex ministro de Economía, Juan Andrés Fontaine, declarar que le preocupa el “desempleo que producirá el alza de $40.000”, pienso que es un show mediático, una forma de desviar más la conversación del fondo y polarizar a la sociedad de manera estéril. Al otro lado la CUT y el Gobierno pierden el foco de discusión social porque hay intereses más políticos en estas martingalas. La Sofofa o la ASECH, por su parte, no tienen la fuerza ni el foco pluralista necesario.

Estimado lector, le propongo un desafío para reflejar mi punto. Busque llenar 5 vacantes con un sueldo mínimo y que las personas duren en su trabajo más de 10 días. Haga el mismo ejercicio por $20 mil más. Luego hágalo por otros $20 mil más y vea los resultados.

La línea mínima real para trabajos no calificados está en $300.000.

Algún economista serio podría imputarme que la discusión del salario mínimo, y a propósito que es una legislación que están adoptando países que antes no la tenían como Suiza o Alemania, es para regular los tiempos de crisis, dado que la economía es cíclica. Puede que tenga razón, pero le aseguro que hoy en día las personas a espaldas de esta ley están dispuestas a hacer lo que sea por tener un empleo y llegar con algo de dinero a la casa.

Mi preocupación y punto central ausente en la discusión: las personas no están felices en sus trabajos, probablemente nunca ganarán lo que desean, no hay salario mínimo que pague la felicidad y poco se está conversando de esto.

Para una economía sana, inclusiva y equilibrada hay que incluir en la discusión política la felicidad de las personas, pues es la clave para una negociación respetuosa entre quienes sostienen los negocios y quienes realizan el trabajo.

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