Inmigración y temores en la situación laboral

La masividad de los flujos inmigratorios hacia Chile implica profundas transformaciones en la vida ciudadana. Según recientes cifras del INE los extranjeros estimados a fines de 2018 llegaban a 1.251.225 personas, el 6,6% de la población que vivía en el país, con una tendencia creciente hacia el futuro.

Una parte significativa de los foráneos se encontraban indocumentados, con las consiguientes dificultades para ejercer sus derechos. Durante los últimos cuatro gobiernos no se han llevado a cabo las políticas necesarias para regularizar esta situación y definir las necesarias estrategias para beneficiarse de los aportes de los inmigrantes; el país todavía se rige por la legislación dictada por la Dictadura en 1975, en otro contexto histórico y caracterizada por el temor al extranjero.

Solamente hace algunos meses el Presidente Piñera reactivó un proyecto de ley presentado al Congreso en 2013, el cual se discute en el Parlamento, pero con la falta de claridad que implica la ausencia de un debate previo sobre las estrategias de largo plazo con que se debe integrar a la población recién llegada.

En esas circunstancias, los temas que han centrado la atención han sido de corto plazo, en la búsqueda de medidas para incorporar a los indocumentados a la vida nacional.

La falta de claridad de los sectores políticos ante el tema de la inmigración genera desconcierto e incertidumbre en la población respecto al futuro.

Uno de los motivos de inquietud son los efectos de la masividad en el mercado laboral, que en la actualidad presenta desocupación de la mano de obra y salarios que crecen con lentitud.

Una reciente encuesta UDP/ CriteriaResearch consultó opiniones respecto a la afirmación “es necesario limitar la cantidad de inmigrantes porque afecta el trabajo de los chilenos”.

Entre los ciudadanos, el 60% estuvo de acuerdo y el 40% la rechazó; se consultó a los congresistas, el 19% respondió afirmativamente, el 80% manifestó su desacuerdo.

Es un ejemplo de los temores de la población ante la llegada de extranjeros que los pueden desplazar de sus labores, mientras los representantes parlamentarios, con un mayor conocimiento, tienen otra visión mayoritaria. A pesar de las dudas que se pueden manifestar respecto a la representatividad de los consultados y la objetividad de la consulta, se refleja un claro temor.

El aumento de los inmigrantes, que en su mayoría buscan un empleo en Chile, está incrementando la oferta de trabajo y, por lo tanto, entra a competir con los criollos, lo cual podría generar más desocupación y menores salarios. Sin embargo, esa afirmación no tiene una respuesta clara.

En primer lugar, porque el mercado laboral es muy heterogéneo, existen muchas ocupaciones diferentes y se ha observado una clara sustitución de trabajos poco atractivos para los locales que pasan a ser desarrolladas por extranjeros.

En promedio, los niveles educacionales de los inmigrantes son superiores a los chilenos, por lo cual esa sustitución generaría aumentos de productividad que beneficiarían al país.

Por otra parte, existen claros indicios que parte de la mano de obra extranjera estaría subutilizada y que muchos indocumentados sufren de abusos por su condición, situaciones que tenderían a corregirse en el tiempo. Es necesario reconocer que el mercado del trabajo demora en asimilar los ajustes necesarios.

Otra parte de los recién llegados no serán asalariados sino pequeños empresarios o trabajadores por cuenta propia. En el primer grupo, se trata de personas que gracias a su espíritu emprendedor, capacidad de innovación y necesidad de ahorrar se inician con trabajos en forma individual o en grupos reducidos, pero van creciendo y dando nuevos empleos.

Algunas iniciativas en ejecución pueden ayudar a incorporar a los recién llegados, en especial el proyecto de reforma de las normativas de capacitación de la mano de obra en que actualmente los beneficios tributarios se concentrar en los trabajadores de las grandes empresas y no en los sectores de baja educación, como ocurre con los ”ninis”, especialmente mujeres.

La otra modificación es la propuesta de ampliar el máximo de trabajadores extranjeros que pueden contratar las grandes empresas, desde 15 a 40 asalariados.

Por lo tanto, muchos de los temores existentes en la ciudadanía respecto a la competencia laboral pueden estar equivocados y, en definitiva, la llegada de inmigrantes puede significar mayor empleo y mejoría en los salarios, en la medida que las políticas que se ejecuten tengan éxito en la integración de los extranjeros a la sociedad.

El otro factor favorable de la inmigración es que el costo de la educación y de la salud se realizan en el país de origen, por lo cual, en Chile se recibirán básicamente los beneficios de los trabajadores que participarán en el proceso productivo.

Las cadenas migratorias que caracterizan a este proceso están en pleno desarrollo, si se comparan con la población nativa. Los extranjeros con edades entre 20 y 39 años superan en porcentaje a los chilenos, reflejando que el proceso de traslado se inicia con personas en edad de trabajar, que después de conseguir un empleo recurren a trasladar a los otros miembros de la familia. Lo propio ocurre con el hecho que la cantidad de hombres extranjeros supera a la de mujeres, lo cual difiere con los nativos, en que ocurre lo contrario.

Los antecedentes descritos constituyen otro factor que muestra el aporte valioso que está teniendo la llegada de inmigrantes, más allá de la contribución cultural, social y económica al progreso del país.

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