Recesión Valdés-Vergara

Manuel Riesco
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La peor recesión que ha afrontado la economía chilena después de la depresión de los años 1980 fue la de 1998-99, que el mundo se conoce como “Crisis Asiática”.  En Chile se llamó “Recesión Massad” en triste recuerdo del entonces Presidente del Banco Central cuyo torpe manejo ultra restrictivo provocó la innecesaria severidad que tuvo en el país.

Derrumbó el apoyo al gobierno de Frei y poco faltó para que Lagos perdiera la elección frente a…¡Lavín! Hoy se corre un riesgo parecido debido al intento del ministro de Hacienda y el Presidente del Banco Central de aplicar políticas contractivas, en vano intento de frenar las reformas y favorecer a grandes deudores en dólares. Ello resulta suicida en medio de la peor crisis política desde el término de la dictadura y el desplome general de las economías emergentes. Resulta imperioso evitar la inminente “Recesión Valdés-Vergara”.

Valdés y Vergara juegan con fuego, no saben la chichita con que se están curando porque eran apenas unos muchachos para la crisis de los años 1980. Al igual que ahora, la llamada “década perdida de América Latina” fue causada por el gran vuelo de capitales golondrinas regresando al Norte, derrumbando lo que su visita durante la década precedente había insuflado en el Sur.

Es una enorme irresponsabilidad. Es fácil imaginar lo que pasaría en el plano político sólo recordando que entonces la crisis puso de rodillas a una dictadura feroz en la cima de su poder. Ahora deberemos enfrentar lo que venga con una institucionalidad en crisis terminal. Mala cosa. Es el escenario realista sobre al cual hay que diseñar las estrategias económicas, en vez de jugar a provocar una recesioncilla para intentar frenar unas reformitas, como pretenden Valdés-Vergara.

Deberían concentrarse en apuntalar la economía, medio groggy por la violenta caída del precio del cobre pero que hasta marzo pasado seguía con la ocupación, remuneraciones y actividad creciendo a más del 2 por ciento anual (ver IMACEI-CENDA). Ello no se logra contrayendo sino ampliando razonable y sostenidamente el gasto público orientado principalmente a sostener la capacidad de consumo popular, tal como se hizo en el primer mandato Bachelet.

Avanzar con decisión en las reformas en marcha, asegurando que cada una de ellas refuerce la confianza política de la ciudadanía en institucionalidad democrática, la que se ha deteriorado por su incapacidad para superar la resistencia de intereses creados y terminar de corregir las graves distorsiones heredadas del extremismo neoliberal continuado de manera más moderada por la Concertación.

Sacar adelante la reforma de educación, terminando de inmediato con el infame esquema de CAE/becas en educación superior y las subvenciones escolares en básica y media, reemplazando ambos por el esquema de gratuidad.

Asociado en el último caso a un componente territorial en requisitos de acceso que permitirá en breve tener un muy buen colegio público gratuito en cada barrio donde los niños puedan ir caminando, con enorme impacto en la congestión vehicular, respecto de la cual hay que estatizar el Transantiago y avanzar rápidamente en corredores exclusivos que alivien este suplicio cotidiano de millones.

Meter mano a la reforma de salud adoptando la propuesta de la Comisión Cid y pensiones adoptando la propuesta C de la Profesora Oręziak en la Comisión Bravo, que demuestra que terminando las AFP y restableciendo el esquema de reparto se puede reducir la edad de jubilación efectiva a la legal y duplicar todas las pensiones, al tiempo que ahorrar al fisco dos billones de pesos anuales en subsidios monetarios, los que no vendrían nada mal a la DIPRES.

Algunas de estas cuestiones no estaban en el programa presidencial, pero tampoco las propuestas de democratización del financiamiento de la política y funcionamiento de los mercados de la Comisión Engel, creada a raíz de la erupción de ira popular contra la corrupción, muchas de las cuales ya son ley.

La primera responsabilidad de Valdés y Vergara es delinear hoy la madre de todas las reformas: como girar desde una economía rentista a una basada en la producción de valor agregado por el trabajo de chilenas y chilenos aplicado a la producción de bienes y servicios que se vendan en el mercado en condiciones competitivas, cuestión que han comprendido ¡hasta los jeques de Arabia Saudita!

Algunos lineamientos de la nueva estrategia están contenidos en el informe de la Comisión Litio a la Presidenta Bachelet, que delinea los elementos principales de una política racional de recursos naturales recomendados por la ciencia económica y más o menos universalmente aceptados en el caso de minerales estratégicos como petróleo y gas.

Algunos de sus elementos principales son recuperar su propiedad efectiva y reservar su explotación a empresas del Estado o asociaciones controladas por éstas e invertir parte de su renta en estimular la producción de valor agregado en los encadenamientos previos y posteriores a la explotación misma. En el caso chileno parece evidente la conveniencia de medidas como las adoptadas recientemente por Brasil en cuanto a la integración nacional en insumos y maquinarias de la minería, o las de Indonesia respecto de la exigencia de refinación de todo lo exportado.

Otro eje consiste en reorientar el desarrollo hacia adentro de AL, ingresando al Mercosur y recuperando el liderazgo en el proceso de integración que Chile tuvo antes del golpe, lo que ayudará de paso a resolver los graves conflictos con nuestros vecinos.

Lo importante es iniciar ahora la discusión de estas materias, como se ha hecho con gran éxito en el proceso Constitucional. En la medida que la situación económica y política se deterioren, como probablemente ocurrirá, ello proporcionará la energía requerida para que estas y otras reformas indispensables y largamente postergadas finalmente se lleven a cabo. Al tomar la iniciativa de iniciar su discusión ahora, el gobierno estará en mejor posición para conducirlas responsablemente en caso que se den las condiciones.

Ojalá que avancemos por este camino que resulta beneficioso para todos y no sigamos marchando irresponsablemente a caer en la recesión Valdés-Vergara.

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