Reforma del sistema de pensiones, una utopística en favor de la vejez

El pasado 6 de noviembre el Ejecutivo envió al Parlamento un Mensaje que busca  incorporar mejoras al sistema de pensiones vigente en Chile, sistema que a 38 años de su implementación demostró que en vez de ser un sistema enfocado en dar pensiones dignas a los trabajadores fue una fórmula diseñada para generar ingresos millonarios a las Administradores de Fondo de Pensiones.

Por lo mismo necesita ser profundamente reformulado. El sistema de AFP parece ser más un engaño que simples errores de implementación y de diseño.

No debemos olvidar que las Administradoras de Fondo de Pensiones se instauraron en un contexto en que cualquier intento de oposición a la dictadura era brutalmente aplastada, lo que generó un amplio margen de acción para que José Piñera pasara a ser un ícono de la Sociedad de Mont Pelerín, ya que, mediante el Decreto Nº3.500 unificó el heterogéneo sistema de sistema de pensiones que se encontraba vigente y que vivía un proceso de crisis, pues, generaba y reproducía la desigualdad entre los trabajadores.

Para ello, el Chicago Boy responsable del ministerio del Trabajo llevó a cabo su gran experimento, el que ha sido objeto de análisis en todo el mundo.

José Piñera aplicó un neoliberalismo puro y duro al sistema de pensiones y así, el hermano mayor del presidente Piñera transformó el histórico y hegemónico sistema de reparto por uno de capitalización individual.

En el nuevo sistema, los capitalistas ni siquiera necesitaron capital propio para hacer negocios, ya que, todos los costos fueron asumidos por los trabajadores cotizantes, a los que se les obligó a participar en el sistema.

En definitiva, una verdadera mina de oro, que en 2017 significó casi trescientos cincuenta mil millones de ganancia para las Administradoras, es decir, una joya neoliberal. 

Con la implementación del nuevo sistema el Estado se desentendió por mucho tiempo de las jubilaciones de los trabajadores. A fin de cuentas,  si es que a un trabajador jubilado su pensión no le alcanzara para vivir o si sólo le permitiera vivir en precariedad, esto sólo es responsabilidad del trabajador.

Claro, si el trabajador hubiera querido tener una mejor jubilación, éste debió haber tenido un mejor salario o haberse esforzado en cotizar más. Es de esta forma que mientras un trabajador promedio transitaba inexorablemente hacia la pobreza, las AFP se enriquecieron. 

Ante el fracaso del Sistema ¿qué nos propone el Presidente Piñera?, aumentar la edad de jubilación y subir más el monto de cotizaciones haciendo nulo caso a las críticas hacia el modelo.

Por el contrario, lo maquilla y le da vitalidad, aunque ésta sea por un tiempo.

Lamentablemente, estas medidas no distan mucho de lo que dicen todos los expertos, pues, nos encontramos frente a un escenario que no nos permitiría retornar al sistema de reparto.

La principal razón es el envejecimiento de la población y el aumento progresivo de la población pasiva, un problema real y de no fácil solución. 

Por otra parte, si vemos el panorama a nivel global, no podemos perder de vista el hecho de que los países con mejor sistema de pensiones son los mismos que históricamente se han enriquecido en base a la relación centro-periferia y a la división internacional del trabajo, es decir, colonialismo, imperialismo y posteriormente el neocolonialismo.

En este esquema, nosotros siempre hemos estado en la periferia. Por lo que, aunque sea mediáticamente incorrecto, no podemos implementar un sistemas de pensiones que desconozca nuestro lugar en el capitalismo global y la división internacional del trabajo. 

En este contexto, ¿qué debemos hacer? Con todo nuestro esfuerzo debemos construir un sistema de pensiones acorde a nuestra realidad pero que tenga como norte dar justicia a todos los trabajadores y trabajadoras para que estos cuenten con pensiones dignas.

Por este motivo, tengo la certeza de que el cómo lo lograremos es una discusión profundamente ética y política y no técnica, que debe perseguir los intereses de la comunidad y siempre con una mirada de Estado.

En este caso, soy realista, por lo que no me cabe la menor duda de que  será un proceso difícil, de avances y retrocesos, empero, no debemos perder nunca el objetivo final, éste es en palabras de Inmanuel Wallenstein, una “utopística” en favor de construir condiciones favorables para los trabajadores que han jubilado, no olvidando el hecho de que nos encontramos frente al ocaso de los discursos metateóricos o como dijo Jürgen Habermas al “agotamiento de las energías utópicas”. 

Mi convicción es que la vejez debe ser una etapa de gratificación y descanso, no de precariedad.

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