Reforma tributaria y la barrera del verso

La reciente aprobación desde la Comisión de Hacienda, a favor de la idea de legislar el proyecto de modernización tributaria permitirá, al fin, que la propuesta pueda ser debatida de cara a la ciudadanía, con seriedad y espíritu democrático. Sin embargo, debemos también reconocer que el trabajo legislativo que viene será tan necesario como complejo. Las distintas visiones presentes en la cámara ya han comenzado a enfrentarse, lo que sugiere que será un proceso agotador y atrincherado. 

Dentro de este intenso debate que se viene, el desarrollo territorial debiese tomar un lugar preponderante. Como todos sabemos, el próximo año escogeremos por primera vez a los nuevos gobernadores regionales, razón por la cual la discusión en torno a los cambios en la estructura de los recursos subnacionales se vuelve aún más relevante.

Este aspecto - no menor - de las finanzas públicas parece ser bien leído por el oficialismo. De hecho, los carteles que mostraron sus parlamentarios efusivamente esta semana en el hemiciclo de la cámara sugerían la existencia de cuatro focos de la reforma tributaria: más tercera edad, más clase media, más pymes y más región. 

Sin embargo, quienes observamos esta discusión desde una aproximación territorial, nos hemos tenido que enfrentar a dos conocidos problemas: i) la barrera de la agenda y ii) la barrera del verso. 

Por barrera de la agenda entendemos la priorización de los temas en la opinión pública. Al respecto, hemos percibido que la dimensión territorial de la reforma tributaria ha pasado a un último plano, pues toda la discusión nacional se ha centrado en el impacto que la propuesta tendrá en las pequeñas y medianas empresas. Sin embargo, no podemos a estas alturas llorar mucho por este desprecio. La costumbre nos debiese ayudar a enfrentarlo. 

Duele más, sin embargo, la barrera del verso. Mientras nos emocionábamos al ver que varios parlamentarios oficialistas llamaban a apoyar la reforma tributaria en función de asegurar “más beneficios para las regiones”, lo cierto es que la única medida pensada para el fortalecimiento de las finanzas subnacionales es el anuncio de un proyecto que propone que el 1% de la inversión regional quede en los territorios. 

Este tema es complejo pues, como ya hemos apuntado, el próximo 2020 escogeremos a los nuevos gobernadores regionales, quienes deberán enfrentar el desafío de ejercer un rol político sin competencias claras y sin recursos. Por lo mismo, la discusión entorno a las finanzas subnacionales se hace tan pertinente. 

En este sentido, según lo anunciado por el Ministro Larraín, existe plazo hasta el 30 de noviembre para que se genere un buen proyecto sobre ingresos regionales. Esto da tiempo para que se esclarezca lo del 1%, ya que por ahora esta propuesta parece reducirse a un mero aumento en la mesada que, además, terminará por encarecer la inversión regional. 

Si de verdad queremos “más beneficios para las regiones”, será necesario promover la discusión de una verdadera Ley de Rentas Regionales que enfrente las dificultades estructurales que deberán sobrellevar los nuevos gobernadores y que, a la par, permita cumplir con los objetivos nacionales de aumentar la inversión.

La reforma tributaria podría ser una excelente instancia para comenzar este dilatado debate. 

Co autora de la columna la investigadora Valentina Vargas.

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