Sindicalismo y protección de los trabajadores

Un reciente sondeo de opinión de Acción Empresas-CADEM muestra que el 65% de los encuestados está de acuerdo con la afirmación “es bueno para Chile que los sindicatos sean fuertes y tengan poder para negociar con los empresarios”.

¿Es coherente esta tendencia con el hecho de que sólo una minoría de los trabajadores (cerca del 15%) está afiliado a un sindicato? Si los chilenos valoramos el rol de los sindicatos, ¿por qué no nos afiliamos a ellos?

Una primera respuesta posible es que no nos afiliamos a sindicatos porque éstos son percibidos como débiles a la hora de protegernos. De hecho, el mismo sondeo muestra que, entre los afiliados a sindicatos,  las principales razones para sumarse están asociadas a obtener mayores beneficios y protección. En el otro extremo, los no afiliados declaran no hacerlo porque “no le ven utilidad” o porque “perciben mayores beneficios negociando individualmente”.

Otras respuestas posibles son de índole cultural (el individualismo de los chilenos en todos los ámbitos), el miedo a represalias por parte de las empresas (en un sondeo de ACCION Empresas del 2015 un 64% de los encuestados señaló esta razón) o incluso la falta de confianza en los dirigentes sindicales (aunque en el sondeo del 2015, un 58% declaró confiar en que los sindicatos protegen los intereses de todos sus afiliados).

Lo cierto es que estamos comenzando a regirnos por un marco legal que le da mayor poder a los sindicatos tras la reciente “reforma laboral”. Es razonable pensar entonces, que la afiliación sindical se incrementará en los próximos años.

Este nuevo escenario constituye un gran desafío para las empresas, en el sentido de elevar el nivel de autoexigencia en materia de relaciones laborales, dándole la debida prioridad en sus decisiones.

También constituye un desafío mayor para los dirigentes sindicales, quienes asumen más responsabilidad en conciliar la defensa de los derechos de los trabajadores con el debido compromiso del éxito de sus empresas.

Obviamente, si éstas se debilitan, la base para mejorar las condiciones laborales también se comprometen. Son los propios afiliados, a la larga, los que deben asegurarse que sus dirigentes cumplan adecuadamente con esta doble responsabilidad.

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