Uvas viníferas, tarea país

Este año la temporada de vendimia no ha estado exenta de conflicto por los bajos precios pagados a los productores.Con este ya serían varios los años en que la temporada de vendimia se ha visto golpeada por los menores valores que pagan los poderes compradores para la uva vinífera. Se enmarcan en una mayor oferta de uva, producto de una buena cosecha y mejores volúmenes y en la existencia de un sobre stock de vino de los años anteriores, como resultado de una baja en el ritmo de exportación del vino chileno a los mercados internacionales, producto de la contracción en algunos mercados como el de Brasil y a una mayor competencia con la oferta de los productores de vino europeo.

Este escenario ha tendido a ser más bien la regla que la excepción, por lo que los productores deberán reconocer que esta situación es más bien estructural, y más permanente que transitoria. Todo lo cual ha gatillado el descontento de los productores, quienes protestan exigiendo mejores preciosque les permita al menos cubrir sus costos de producción. Para ello apelan a la intervención del Estado y acuden con acciones ante la Fiscalía Nacional Económica atribuyendo prácticas desleales.

Según cifras oficiales de ODEPA, Chile cuenta con una superficie de alrededor de 138 mil hectáreas de plantaciones de vides para vinificación.Cerca de un 74% de las plantaciones corresponden a cepajes tintos y el 26% restante a cepajes blancos. Según datos de la industria, las grandes viñas logran abastecerse en cerca de un 40% con sus producciones propias y el 60% restante se abastecencomprando uvas viníferas a medianos y pequeños productores,principalmente.

Dentro de la oferta de uvas viníferas están las uvas provenientes de las zonas vitivinícolas tradicionales de Chile, donde se producen las denominadas uvas viníferas patrimoniales, provenientes de cepas tales como uva País, Cinsault, Italia, Moscatel de Alejandría, entre otras.

Muchas de las viñas que producen estas cepas originarias carecen de un manejo técnico apropiado, falta de innovación y desarrollo tecnológico asociado, por lo que la calidad de dicha uva se hace poco atractiva para los poderes compradores y no son muchas más las opciones que tienen hoy, siendo castigadas con compras a precios bajos. Así las cosas, no son pocos los productores que tienen su futuro comprometido y la salida de la actividad es una opción, en búsqueda de alguna alternativa de reconversión posible.

Sin duda, aquí radica una parte del problema, quizás la más grande, que afecta a muchos pequeños productores tradicionales de uva vinífera, cuya eventual solución podría construirse a partir de un trabajo asociativo que apunte a mejorar el manejo técnico y tecnológico de sus viñas, y escale hacia la vinificación propia.

Así estas viñas podrían posicionarse en el marco de circuitos turísticos y gastronómicos locales, relevando la historia, identidad y arraigo con sus vinos patrimoniales. Fue de esta formaque se revalorizaron regiones vitivinícolas patrimoniales en España, Francia eItalia, a base del enoturismo, resaltando los elementos culturales, gastronómicos e históricos.

La otra parte del problema que se identifica afecta a pequeños y medianos productores de cepas de uvas varietales. Este debería abordarse por medio de la construcción de relaciones comerciales de mediano y largo plazo, basadas en la confianza y en el beneficio mutuo. Lo que debería primar es la lógica del desarrollo de proveedores, donde se asocian los productores y los poderes compradores de uvas viníferas, bajo esquemas de agricultura de contrato.

Así ambos “socios” deberían compartir una estrategia común, de escalamiento productivo, donde el poder comprador fomente la innovación y desarrollo tecnológico de sus proveedores, en una relación win-win y bajo un marco de confianza recíproca, proyectando el largo plazo.

El vino, nuestro producto de exportación estrella, embajador e ícono de Chile en el mundo, demanda que todos los actores públicos y privados renueven su compromiso con toda su cadena productiva. El sector vitivinícola en su conjunto tiene la oportunidad de repotenciarse, incorporando más innovación y desarrollo,  sumando elementos objetivos de competitividad, dentro de los cuales está la creación de valor compartido.

Los poderes compradores están llamados a alinear sus intereses comerciales, sociales y ambientales con su modelo de negocio, contribuyendo a resolver problemas sociales y ambientales de los territorios donde operan, y simultáneamente obtener mejoras en su rentabilidad y desempeño en sustentabilidad.

El Estado debe generar los espacios para reunir esfuerzos colaborativos y focalizar sus instrumentos de fomento, innovación y desarrollo tecnológico, con menos asistencialismo. Los productores por su parte deben asumir su actividad con mayor profesionalismo, entendiendo que cada vez el cultivo se vuelve más demandante, en un mercado más competitivo, con costos al alza y en un contexto de cambio climático.

Son estos los desafíos que se deben asumir como tarea país para lograr que el vino chileno, con todos sus actores, siga cosechando medallas a nivel global.

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