Chile, el temor a la esperanza

Hace algunas semanas miré una serie de videos sobre lo que piensan y sienten  los extranjeros sobre nuestro país, tanto de aquellos que se impresionan sobre la hermosura de sus paisajes naturales como de su gente, muchas veces amable y acogedora. De ellos muchos optan por establecerse en nuestro largo territorio, lleno de montañas, por un lado y de un océano furioso y bello, por otro, plagado de gente singular, muy distinta a la de otros pueblos cercanos.

Son esas peculiaridades de los habitantes de nuestra tierra lo que despierta el llamado a la interrogante del porqué hoy no somos más peculiares también, en otros aspectos: disciplinados en el estudio y en el trabajo, respetuosos por nuestros niños y niñas, por nuestros adultos mayores; justos por las mujeres trabajadoras que reciben un trato e ingresos desiguales a los hombres; falta de educación formativa y no solo lectiva; trasparencia en nuestro actuar púbico y privado.

Así como,  comportamiento ético  cercano a la virtud de la justicia y al bien común; sinceridad en vez del uso de un lenguaje y actuar hiperbólico; fe en la capacidad del potencial de los habitantes de nuestra tierra, para hacerla cada vez más vivible y acogedora con los otros que lo necesitan; búsqueda de un sentido histórico no solo de los hechos pasados, sino fundamentalmente de los hechos que nos podrían suceder, como sociedad en el futuro.

La reflexión y de manera especial la que se lleva a cabo en los medios de comunicación  se convierte paulatinamente en un simple paquete de ideas políticas y cotidianas de bajo calado, de elucubraciones fantasiosas donde el simple “mostrar u opinar” tiene un desmedido grado de superficialidad y en donde personas sin formación, con un pésimo uso del lenguaje oral se presentan como los nobeles del pensamiento intelectual o de otras disciplinas afines.

Nos permitimos recordar en este momento a los sabios del fútbol o a los pensadores de mirada cercana y adusta, como son los nuevos aprendices de políticos.

¿Cómo superar la mediocridad de las nuevas generaciones que no piensan el Chile del futuro, ni tampoco poseen las metodologías para realizar este trabajo intelectual ideológico?

¿Cómo pensar un  Chile que permita dar sentido a los nuevos aconteceres del mañana?

Se necesitan mentes abiertas, equilibradas, con múltiples perspectivas de lo que podríamos ser, innovadoras y solidarias en la comunidad de la gestión del conocimiento.

Quizá no una elite de personas altamente preparadas, sino  unas comunidades dispuestas a compartir sus avances en rutas que muchas veces pueden ser abruptas, pero también llenas de perspectivas de sentido en el cual se moldeen los propios caminos personales.

Sin duda este es el camino para la educación  y la cultura, hoy empozada en dineros más o menos, formulas de gestión administrativa y financiera que poco o nada nos puede rendir en el futuro de una educación de calidad.

De ahí, creo yo, se radica el origen del nacimiento del temor a la esperanza, ya que éste nos trae, paralelamente, las incógnitas de nuestras propias existencias y la de los demás, con sus éxitos y sus fracasos, sus temores y desconfianzas.

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