Educación gratis, ahora todos quieren subirse al carro

Vamos mal con las reformas comprometidas por la Presidenta Bachelet en su programa y por las cuales votamos el 62 % de los electores. Sus detractores se encargan de bombardearnos a través de sus medios de que quedarían mejor a su manera. Con lo cual, salen trasquiladas del Parlamento o del Tribunal Constitucional, ese rezago pinochetista que nos vuelve a la situación del sistema binominal: unos pocos deshacen lo que aprobó la mayoría.

En la Reforma Laboral, han encontrado un subterfugio para invalidar la huelga con un curioso “reemplazo interno”. Los trabajadores no sindicalizados de una empresa harían la pega de los sindicalizados en paro. Para aminorar el golpe, le agregan una modificación al proyecto original: sólo podrían efectuarlo quienes, viniendo de otras faenas, hubieran realizado ésta alguna vez antes. ¿Cuántos no habrán  realizado la función de un compañero enfermo alguna vez? Esto  es “reemplazo interno” aquí y en la quebrada del ají.

Con la Reforma Educacional estamos pasando por un momento peor cuando se tergiversa la gratuidad. Antes de que Bachelet la enunciara en su programa de gobierno, nadie soñaba con que estudiar debía ser gratis para niños y jóvenes chilenos. Todos tenían que pagar y los que no podían, recibían una educación mediocre o mala.Entonces padres y estudiantes hipotecaban sus vidas con deudas interminables, pesadilla que persiste.

Ahora que ese sueño se hace realidad, la derecha, las iglesias y algunos sectores de la democracia cristiana que nunca hablaron de educación gratuita porque estaban y están en el negocio de la educación, no soportan quedarse abajo del carro del aporte estatal para aquélla. Y aunque no tienen los mismos méritosde las Universidades del CRUCH–calidad, organización democrática, sin lucro -reclaman el mismo trato haciendo mal uso del término “discriminación”.

“Discriminar” es dar trato inferior a personas con las mismas cualidades esenciales de ser humano, priorizando otras superficiales distintas (rasgos físicos, síquicos o culturales).La famosa “glosa de la gratuidad” del proyecto de ley, que además es transitoria, solo para 2016, no habla de estudiantes, sino de establecimientos que no cumplen los requisitos para atenderlos como se debe.

Todos sabemos que el panorama actual nos ofrece Universidades y universidades. Las primeras son las de histórica trayectoria académica, que nacieron para buscar, crear y entregar conocimiento, y que nunca quisieron lucrar con su servicio. Las segundas deben rendir examen periódicamente del primer requisito y ahora también abandonar cualquier vestigio de lucro que tuvieran, por ejemplo, a través de empresas relacionadas.

Tenemos un acuerdo general básico de que el dinero del fisco, es decir, de todos nosotros, no puede contribuir a alimentar los bolsillos de ningún privado. Es lógico que en una primera etapa, hasta que cumplan con todas esas condiciones y con la última en especial, deben quedar afuera hasta que los reúnan.

¿Quién puede estar en contra de que para una educación superior gratuita  se entregue plata fiscal a Universidades acreditadas (calidad), con organización interna democrática (participación) y que no utilicen para su peculio el dinero de todos los chilenos (sin lucro)? Son requisitos mínimos para que no ocurra más el fraude sufrido por los estudiantes de la Universidad del Mar.

La mayoría quiso la gran reforma educacional al votar a Bachelet hace casi dos años. Y el Parlamento aprobó la “glosa” o párrafo de la gratuidad hace pocas semanas.Entonces, los que no quieren cambiar de escenario recurren a uno de los enclaves de la Constitución pinochetista, el Tribunal Constitucional, guardián del Estado solidario, ese que apuntala a los privados para el éxito de sus empresas sin importar donde van las ganancias.

Una vez más, una minoría tranca la voluntad de la mayoría. Urge cambiar la Constitución.

Mientras llega ese día, la Presidenta, consciente de su compromiso, se ha puesto los pantalones (mejor, afirmado la pollera) y ha dicho: “Quieren frenar la gratuidad, no lo van a lograr” y que en 2016 “la gratuidad… va”.

¿Cómo sigue esta contienda entre poderes? Vea el próximo capítulo.

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