El derecho a voz de la niñez en la sociedad actual

Bárbara Olivares
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Una preocupación frecuente de quienes trabajamos con niños y niñas ha sido promover sus derechos, “darles voz” y generar condiciones para que puedan participar. Sin embargo, también hemos ido aprendiendo a reconocer que no necesitan ser autorizados ni habilitados para expresarse. Más bien, somos los adultos los que debemos cambiar nuestro actuar.

Los niños participan regularmente en su vida cotidiana: opinan, discrepan, se organizan, se resisten y deciden. Es decir, son actores y tiene voz propia, el problema es de la audiencia. Y allí es donde como psicólogos/as nos planteamos varias interrogantes.

¿Quiénes los escuchan?, ¿por dónde circula su voz?, ¿qué asuntos suyos son oídos y cuáles no?, ¿qué audiencia está disponible a escucharlos? ¿Y qué  se espera tras oírlos?

Debemos saber, en primer lugar, que ellos portan un saber y que su conocimiento no es irrelevante. A partir de eso, los adultos podemos tomar decisiones sobre los asuntos que les afectan. No consultar sobre su sentir es un grave error que se repite frecuentemente en el diseño y ejecución de políticas y programas. Lo mismo pasa en el diario acontecer donde convivimos distintos grupos etarios, con diferentes intereses y necesidades.

El conocimiento de la niñez merece ser reconocido, escuchado y considerado de manera efectiva en las decisiones sobre sus vidas.

Es tiempo de crear una auténtica cultura de derechos como un ejercicio cotidiano que trasciende los espacios formales donde los adultos trabajamos por los derechos de los niños.

Los psicólogos y psicólogas que asumimos el compromiso de trabajar por la infancia, debemos promover reflexiones que critiquen y cuestionen estos modelos y permitan redefinir los marcos a partir de los cuales pensamos y actuamos como profesionales.

Uno de los límites que necesariamente debemos reconocer es que participación y construcción de ciudadanía van de la mano en una relación indisoluble, donde el propio mundo adulto no ha logrado aún fortalecer espacios legítimos para el pleno ejercicio de la democracia.

Ni siquiera ha logrado proponer un camino viable para una nueva Constitución, que asegure una democracia plena. Si los adultos aún seguimos viviendo en un país “en la medida de lo posible”, para ellos entonces, lo posible está pensado a partir de un horizonte acotado, que no alcanza a desplegar toda su potencialidad.

Creemos que la experiencia de ciudadanía no debería diferenciar a adultos y a niños pues ambos son actores políticos y sus opiniones deben ser consideradas en las decisiones de los asuntos que les afectan. Pareciera que los adultos sólo los miramos como potenciales víctimas a quienes debemos cuidar y proteger de manera permanente. Debemos decidir por ellos porque ese es nuestro papel.

Ya es hora que podamos abrir espacios para que, quienes son parte de la población infantil, discutan de política y definan sus propios términos para transformar aquello que impide el pleno ejercicio de sus derechos.

La llamada “revolución pingüina” del año 2011, fue un claro ejemplo respecto a cómo los mismos adolescentes se hicieron cargo de cuestionar y transformar su sistema educativo, generando un debate país que hoy aún tiene resonancias.

Los adultos debemos aprender estas lecciones para construir la transformación que nos permita una sociedad más integrada. Como profesionales de la psicología a su vez, debemos pensar permanentemente sobre los aportes que ellos nos hacen día a día, con sus nuevos saberes y prácticas como actores sociales.

La psicología y las ciencias sociales, en general, deben asumir este desafío de manera seria y honesta. Son muchos los espacios en que niños y niñas quedan atrapados en roles pasivos, sin participación y con escasa visibilidad política. Seguimos siendo parte de una sociedad que está en deuda con ellos y ellas.

Estos asuntos serán parte de la discusión, intercambio y debate que tendremos los días 5, 6 y 7 de Octubre en la Universidad de Chile en el marco de la 7º Conferencia Internacional de Psicología Comunitaria.

Allí nos congregaremos psicólogos y psicólogas, y distintos representantes de las ciencias sociales y la sociedad civil, de varias latitudes, para reflexionar sobre algunos ámbitos de interés disciplinar dentro de los que se destaca el trabajo con niños y niñas y la construcción de democracia y justicia social.

Esperamos que constituya un avance para cuestionar nuestros saberes y prácticas, mirarnos frente a frente y reconocernos como parte de un esfuerzo colectivo, que empuje transformaciones sociales urgentes e instale nuevos derroteros para ellos y ellas.

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