El que está por nacer

Entre los diversos conceptos que en Chile se han levantado en esta etapa de pos verdad y modernidad líquida en que nos encontramos, como diría Z. Bauman, está  el eufemismo “el que está por nacer”. Proveniente desde nuestra cuestionada Constitución de la República, dados los hechos conocidos por todos, ha salido esta expresión al tapete, como indicador de una discusión sobre desde cuando se es legalmente  “persona” en nuestro país.

Este concepto que como tal es construido histórica y socialmente, en la futura Constitución es uno de los que habría que revisar a la luz de los antecedentes que los estudios biológicos y del desarrollo humano nos entregan sobre quién es esa “entidad” que está en el útero materno, tema que además ha variado con los avances actuales.

En efecto, esta expresión se acuñó  en momentos del conocimiento donde no existía la tecnología que hoy tenemos para “ver” estas “entidades” desde los primeros momentos de vida y detectar sus formas y reacciones ante diferentes tipos de estímulos como la voz materna,  la música e incluso los olores que percibe la madre.

Por otra parte, con los avances de la medicina, hoy se puede programar el momento de salir al mundo de los “que están por nacer”. Según conveniencia del equipo médico y/o  de la misma familia,  se puede decidir,  dentro de ciertos rangos en que está “la entidad” madura, el día y la hora en que va a ser persona.

Pero aquí es donde surgen preguntas importantes, ¿varía mucho un niño que no ha nacido cuando la distancia que lo separa de la decisión de ser persona depende de la definición  de  los adultos de cuando nace?  ¿Está en nuestras manos definir quién es persona?  O ¿se es persona en cuanto sea miembro de la especie humana?

Este tema tan discutido últimamente por parlamentarios, juristas, médicos y grupos feministas, entre otros, a los educadores nos preocupa mucho por las consecuencias formativas que ello tiene en el que “está por nacer “. 

De hecho, ya existe la educación prenatal de esa “entidad” unida a un conjunto de prácticas familiares que favorecen tanto el bienestar de la madre como de “la entidad”  para que se sienta querido desde lo más temprano posible, porque se sabe que ello incide en un mejor desarrollo.

Hablarle al “que está por nacer”, decirle que se le quiere, nombrarlo con toda la carga personal y cultural que ello tiene, son prácticas que se le enseñan a todas las gestantes, además de los consejos de evitar todo tipo de drogas y otras sustancias tóxicas que pudieran afectarlo.

¿Es persona esta entidad que se le cuida, se le quiere, que se sabe su sexo, que tiene nombre, que reacciona ante diversos estímulos? La respuesta la dará cada uno desde su marco valórico y de creencias, pero hay evidencias tecnológicas y científicas de lo que experimenta y siente esta “entidad” que está por nacer.

Por ello, permítanme, después de releer libros recientes de investigaciones con bebés como el de Alison Gopnik “El bebé filosófico”, decir que a mí me parece que son personas desde  bastante antes de nacer, desde el momento en que es reconocido este ser humano como parte de  su especie con cuidados, expectativas, acciones y ojalá, con amor.

Es verdad que no todos los niños viven esta situación desde sus familias, pero ahí es donde debería el Estado entrar a proteger, teniendo el derecho la “entidad” a recibir lo mismo o por lo menos algo que se acerque a lo que debería darle la familia.

El derecho a ser persona, dirían filósofos personalistas como Maritain, Mounier, Buber, se inicia cuando éstas asumen a  las otras, en este caso a la que está  por nacer, ya que  sólo se es persona en un ambiente de iguales.

Quizás, no siempre nos merecemos ser reconocidos como personas, cuando aún hay tanto niño o niña no querido, no reconocido, o no educado con todo el conocimiento que hoy tenemos para hacerlo mejor. A modo de ejemplo, nos toca ver muchas actuaciones de familias que no se dan los tiempos suficientes para sus bebés;  es más fácil pasarles un tablet o un celular, que jugar o cantar con ellos.

Definitivamente, parece que estamos en problemas, no tenemos muy claro qué es lo que queremos, ¿niños y niñas sujetos-persona que sean seres trascendentes? u objetos reactivos de los cuales decidimos todo hasta desde cuando son personas? Dejamos la pregunta planteada. La respuesta la da Ud.

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