Gratuidad

Con el pasar del tiempo nos dimos cuenta de que el 23 de diciembre del pasado año fue un día histórico para nuestro país, y un regalo anticipado de Navidad para miles de familias chilenas. Con la aprobación en el Parlamento de la ley corta de gratuidad, la Presidenta Michelle Bachelet cumplió su promesa.24 mil jóvenes de sectores medios y vulnerables estudiarán en la educación superior sin preocuparse de dónde sacar los recursos para costear los altos aranceles, o bien, sin necesidad de endeudarse.

Los días que siguieron, los chilenos pasamos de un debate encrispado a un clima de profundo júbilo, en el cual nos emocionamos a diario por las épicas historias de jóvenes que sortearon la adversidad y cumplieron su sueño de ingresar a la universidad de manera gratuita.

Nos conmovieron en principio los casos de Bruno, Milenka y Karen, primeros beneficiados de esta política, quienes ingresaron a la U. de Chile vía admisión especial para estudiantes ciegos. 

Luego supimos de Yerak, joven de La Granja que finalizó cuarto medio gracias a que su profesor jefe lo ayudó a pagar su colegio, y que ahora estudiará gratis en la universidad. 

Nos sobrecogió también la historia de Grace, quien, contra toda estadística, fue la primera alumna en la historia de su liceo en matricularse en la casa de Bello, a pesar de provenir de una familia del quintil más bajo.

Todos ellos, como otros miles de estudiantes beneficiados para este año, son el reflejo de una política pública que apuesta por la igualdad de oportunidades para todos, sin importar su origen o condición socioeconómica.

Según la Séptima Encuesta Nacional de Juventud del INJUV (2012), un 71% de los jóvenes ABC1 poseen educación universitaria, mientras que sólo uno de cada diez jóvenes del nivel socioeconómico D tiene dicho nivel educativo. Incluso este segmento no logra posicionarse significativamente en la educación técnica superior, dado que son principalmente los sectores medios quienes acceden a dichas instituciones.

Esta desigualdad en las trayectorias de vida de los jóvenes según su nivel socioeconómico impacta en la manera en que se insertan posteriormente en el mundo laboral. Esto, a su vez, repercute en que estas diferencias se vayan acrecentando y acumulando a medida que estos jóvenes pasan a la vida adulta.

Por ello, la gratuidad es un paso trascendental para disminuir las brutales inequidades existentes en nuestro país.Ésta permitirá que miles de talentos jóvenes puedan desarrollarse de manera plena en el ámbito profesional, sin el riesgo de tener que desertar del sistema por falta de recursos. Permitiendo que aquellos en condición de vulnerabilidad puedan romper con el círculo de la pobreza y avanzar hacia mejores estándares de vida, tanto para ellos como para sus familias.

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