INBA, la destrucción del emblema de la educación pública

La destrucción y asalto del que fue objeto el Internado Nacional Barros Arana no tiene nombre. Menos aún el torpe e inexplicable intento por volver a tomarse el establecimiento, pese a que todo el país vio en las condiciones en que fue dejado tras la denominada “movilización”.

Es una pena, no sólo para las autoridades municipales o de Gobierno, es una pena para el país entero, pues se trata de una de las instituciones republicanas emblemáticas de la enseñanza pública, del rigor académico, de los valores de la democracia y la inclusión social.

El INBA es el epítome de una diversidad que ha pasado por sus aulas hace más de cien años y me afecta personalmente, ya que yo llegué desde Ovalle a estudiar a esas salas, con la convicción de convertirme en un aporte a la sociedad chilena.

Fue concebido por el Presidente José Manuel Balmaceda e inaugurado durante la presidencia de Germán Riesgo, apenas iniciado el 1900 y su lema -curiosamente- ha sido desde entonces “mens sana in corpore sano”. ¡Pero qué mente podría hacerle este daño a un establecimiento educacional que es por definición, la máxima expresión de la defensa de la educación pública!

El INBA fue fundado para recibir a alumnos de regiones que querían acceder a una enseñanza de calidad y para aquellos que no podían costear el traslado de sus familias a la capital. Se trata de una visión que buscaba integrar, incluir y acoger a los talentos de otros territorios, para que convivieran con otras realidades y otras miradas de la sociedad, en un ejercicio profundo de tolerancia y respeto hacia los demás.

Nada de eso, nada, está presente en el movimiento estudiantil de estos días. Sólo hemos visto -como bien han dicho las autoridades- jóvenes que atornillan al revés, cerrando espacios al diálogo y llevando las cosas a un absurdo como el que vimos en la destrucción del Cristo en la iglesia de la Gratitud Nacional o el INBA y muchos otros establecimientos.

No es la mayoría, lo sabemos, pero lamentablemente estos casos destacan porque son muy difíciles de defender y de aceptar. Se está haciendo un enorme esfuerzo por fortalecer la enseñanza pública, por llevar gratuidad a cientos de miles de familias tanto en la enseñanza básica y media, como en la enseñanza superior, entonces de verdad no se entiende esta actitud pertinaz de algunos dirigentes estudiantiles que estiran el elástico hasta niveles incomprensibles.

Las demandas de un sector del estudiantado pueden ser muy legítimas y debatibles, pero ¿qué tiene que ver eso con destruir los colegios o con vender el mobiliario para “financiar” una toma?

Es hora de que los padres y apoderados se hagan responsables de los actos de los jóvenes que resulten ser responsables de estos hechos de vandalismo o bien que la justicia encuentre y castigue a los hechores en caso de que se trate de gente externa a la comunidad estudiantil. Pero esto no soporta más violencia.

Hay que hacer un llamado a la sensatez y a la responsabilidad. El peor favor que le pueden hacer a su causa los estudiantes, es seguir avalando la violencia y la destrucción de instituciones tan señeras y emblemáticas para la propia educación pública, como lo es el INBA.

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