La decepción de Prat

En Iquique, Arturo Prat no es reconocido sólo por sus heroicas hazañas, sino por representar valores como la dedicación y el sacrificio. Un hombre que sabía de patriotismo, así como entendía lo que se necesitaba para construir sociedad. Entonces no es al azar su frase, “la única manera de que el pueblo alcance su libertad es con educación”.

Prat estaría decepcionado. Estamos presos de un modelo educacional que nos limita a crecer con libertad, y por lo  tanto a avanzar con igualdad y equidad sobre todo a las universidades estatales que cumplimos un fuerte rol social en nuestras regiones, pues formamos a nuestros jóvenes, quienes se insertan en el mundo laboral de su región y producen, mejorando sus estándares de vida para ellos y para sus hijos. Generamos oportunidades reales de movilidad social.

Son tantos y tan diversos los impactos positivos que en nuestro caso, la Universidad Arturo Prat genera en la región, que cuando comenzamos a hablar de Reforma Educacional y de volver a darle potencia e importancia a su naturaleza pública, nos aliviamos. Una tranquilidad momentánea.  Nos imaginamos a Iquique, su gente, compatriotas de todos, rompiendo las barreras de la centralización como otras universidades de regiones.

Hasta que vino la Reforma. Un documento preliminar que no contenía el espíritu que todos esperábamos, ni las acciones concretas respecto a temas sensibles como la gratuidad, el lucro o el carácter público que significa para una universidad. Claramente la información produjo una decepción enfurecida entre los jóvenes, que ven un panorama radicalizado, generando hostilidades en el entorno, y los más adultos (nosotros los rectores) con decepción más racional, buscando una luz que permita volver a creer.

Entendemos que estamos en un proceso, y como todo proceso, las declaraciones y las acciones se van revisando para ser perfeccionadas. Pero también que las universidades estatales estamos listas para dar la pelea valórica porque estamos convencidas de que nuestro espíritu mayor es formar personas y profesionales que contribuyan a construir una sociedad con mayor responsabilidad social.

La educación nos libera, porque nos permite ampliar nuestros horizontes, ver la vida con una multiplicidad de opciones, porque nos permite soñar que podemos cambiar el mundo. Podemos recuperar la ilusión de Prat.

Esperemos que en la discusión en el Parlamento no sólo se incluya las sugerencias de los rectores, sino de quienes creen que la educación es quizás la herramienta más poderosa para avanzar. 

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