Otra vez la Filosofía amenazada

Con amargura y desazón, aunque no con sorpresa, nos aborda estos días la noticia del nuevo empuje que, desde el ministerio de Educación, se lleva a cabo en orden a eliminar la enseñanza de la Filosofía del programa obligatorio escolar.

Para quienes participamos a comienzos de los 2000 en lo que por aquellos días la prensa denominó el movimiento de “defensa de la filosofía”, y que fue la respuesta de la comunidad ante el objetivo de la Reforma Educacional, impulsada entonces por la Concertación, de eliminar la enseñanza de la Filosofía de los Contenidos Mínimos Obligatorios de la Educación Media, lo que se declara hoy en el actual documento “Propuesta de estructura curricular 3º y 4º medio” respecto a transformar la Filosofía en asignatura electiva, no puede sorprendernos.

En aquel extenso debate que sostuvimos desde el Consejo Nacional de Directores de Departamentos de Filosofía en colaboración estrecha con la recién constituida REPROFICH ante la Dirección de la Unidad de Currículum y Evaluación del Ministerio, entonces representada por Cristián Cox, quedó manifiesto para nosotros que la eliminación de la Filosofía no obedecía entonces a una mera planificación más racional de los tiempos de estudio para preparar mejor a nuestros estudiantes para el mundo de la vida ni, mucho menos, a un interés por hacer más cercana a la Filosofía convirtiéndola en “objetivos transversales” capaces de navegar imperceptiblemente por cualquier asignatura. 

Lejos de lo que en aquella ocasión se declaraba, el debate puso de relieve algo que hoy, cuando nuevamente se hace presente esta amenaza sobre la enseñanza obligatoria de la Filosofía, no podemos silenciar.

No es la Filosofía como acopio histórico de teorías, libros y pensamientos y el tiempo que requiere familiarizarse con ellas y llegar a comprenderlas lo que inquieta al Ministerio juzgándola como un lastre inútil que distrae el tiempo de los estudiantes de lo importante, y del cual sería preciso limpiar el Currículum escolar.

No es la filosofía de Kant, Aristóteles, Spinoza o Heidegger la que desaparecerá si esta transformación curricular tiene éxito. Lo que en verdad se pretende es la eliminación de la existencia profesional de la Filosofía. ¿Por qué?

Porque solo la presencia de profesores de Filosofía, que la enseñen en todos los niveles de la educación y en todas las áreas del saber, y que puedan vivir de su oficio como maestros, permite que la Filosofía se realice como resistencia, como pensamiento ejercido desde la insatisfacción, como disciplina modeladora de una actitud de vida indócil y refractaria a toda forma de dominación que busca su realización totalitaria.

La Filosofía como libertad de pensamiento, como voluntad de emancipación y como conciencia de la posibilidad de un orden de la vida humana diferente al actual, cada día más sumido en lo que Tocqueville describió con acierto como un “materialismo honesto que acabará por debilitar imperceptiblemente todas las fuerzas del espíritu”, es la Filosofía que incomoda, no ya al ministerio de Educación en Chile, sino a las formas en que hoy el poder dispone mundialmente el dominio sobre la ciudadanía.

¿Y ahora proponen sustituir la asignatura de Filosofía por “Educación Ciudadana”? Y, cuando no haya profesores de Filosofía, ¿quién orientará a los estudiantes para que se interroguen críticamente sobre el propio significado del concepto de ciudadanía, o de educación?

¿Quiénes impondrán lo que bajo esos conceptos, u otros de vital importancia para la vida, deba ser representado?

¿Quiénes dispondrán a nuestros estudiantes de las herramientas reflexivas  para dirimir sobre lo que es justo o injusto, sobre lo valioso o lo insignificante?

¿Cómo llegarán las generaciones futuras a imaginar siquiera que otro mundo es posible si la educación ya los habrá convertido en dóciles gestores y reproductores de un único modelo de vida imperante? 

No nos engañamos entonces, y no debemos engañarnos ahora. La eliminación de la Filosofía del plan común de la enseñanza escolar, disfrazada de transformación, elegibilidad, currículum para la vida o nuevos planes de estudio pensados desde lo que necesita el mundo del trabajo o el de la empresa, es sencillamente la pieza que le falta a esta forma de dominación, bajo la que nuestro presente se encuentra cautivo, para hacerse absolutamente incontestable, irresistible, total.

Suprimiendo la existencia profesional de la Filosofía, esto es, acabando con quienes la enseñan, se extrae definitivamente la semilla del disenso y del cambio, que Kant buscaba proteger como base del progreso moral de la humanidad, al tiempo que se daña profundamente el principio que confiere todo sentido a nuestra vida política.

Esto es, que  existir como humanos es ser diferentes y, no obstante, capaces de vivir juntos  ¿Eso es lo que esperábamos para nuestro Chile cuando votamos por esta nueva mayoría? ¿No ha llegado el tiempo en que debamos transformar el modo de elegir nuestro futuro?

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