¿Qué Aula queremos?

Hoy se ha aprobado el proyecto de “Aula Segura”, “Aula Democrática”; “Todos al Aula”, o como cada uno le quiera llamar. 

Y se hizo, a sabiendas que este no resolverá, en el fondo, ninguno de los elementos que generan violencia, que se expresa en los colegios del país y que no es sino el reflejo de la violencia instalada en nuestra sociedad y, desgraciadamente, legitimada por algunos. 

Los colegios se han constituido, en la actualidad, en el espacio donde los niños y jóvenes pasan la mayor parte de sus horas despiertos, de lunes a viernes y, lo que antes eran espacios de contención, hoy son, en muchos casos, los lugares donde se manifiesta toda la frustración de sectores marginalizados, social o económicamente, sin que estos establecimientos cuenten con las herramientas para colaborar en una formación que lleve a esos jóvenes, por el camino de la integración social, una vez egresados de sus aulas. 

Pese a los aportes del Senado y de la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados, la negativa del gobierno impidió que este proyecto contara con elementos reales de aporte a procesos de integración, reinserción y acompañamiento, para los niños y jóvenes que manifiesten conductas jurídica o socialmente desviadas. 

A diferencia de aquello, el gobierno prefirió poner el acento en la represión, típica conducta de quienes prefieren la fuerza antes que la persuasión; la represión antes que el trabajo social, que se compromete con la creación de comunidades donde la colaboración reemplace al conflicto. 

No fue posible convencer al gobierno de esta lógica. 

El gobierno, a sabiendas de la popularidad de ofrecer represión a los “delincuentes juveniles”, optó por sumarse a la irracionalidad, olvidando que el Estado, por esencia, tiene la obligación de incorporar y no de excluir. 

En el paroxismo neo liberal, es mejor tener un segmento “que se pierde en el camino”, que arbitrar, todos los medios, para integrar, precisamente, a aquellos que, por muy diversas razones, reaccionan disruptivamente, tantas veces ante situaciones de injusticias que, el sistema que hemos creado, no es capaz de resolver, de manera justa. 

Pero se prefirió, una vez más, legislar para la galería, aquella que pide “mano dura”, olvidando que la escuela, desde siempre, debe cumplir el rol de formación y no de represión. 

No se trata, de cohonestar con ninguna forma de violencia, como quiere caricaturizar la derecha, a quienes queremos rescatar jóvenes de la violencia y no entregarlos, definitivamente a las filas de la delincuencia. 

Ello supone compromiso, programas de apoyo y, por cierto, más presupuesto para la formación y menos para la represión. 

Este es un proyecto, lo sabemos todos, también el gobierno, que quiere dar respuesta, básicamente, a lo que ocurre en “las 8 manzanas”, como se suele llamar al microcentro de la ciudad de Santiago. Y, para eso, se impidió una discusión más reposada, que intentara ir a las causas de los temas que provocan la conducta violenta de una muy ínfima cantidad de estudiantes. 

Por cierto, siempre será más fácil reprimir que educar. Esta es la versión moderna de “la letra con sangre entra”, que creíamos desterrada de nuestros colegios. 

Como humanista, siempre voy a preferir educar. Este proyecto queda al debe y, estoy cierto que, en poco tiempo más, tendremos que volver sobre este mismo tema, ante el seguro nulo efecto que tendrá, sobre las conductas que se pretenden erradicar, con un mal proyecto que ahora ha sido aprobado.

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