Salud mental en el colegio

Fabiola Quiroga Villagra
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Durante el último tiempo son más los y las estudiantes con diagnósticos ligados a una precaria salud mental, experimentando constantes sensaciones de inseguridad, falta de esperanzas e inclusos episodios de violencia. Como expone el doctor en Psicología Felipe Lecannelier, "tenemos una infancia tremendamente triste y tremendamente enferma".

En muchos colegios nos vemos enfrentados a desafíos permanentes, que requieren de apoyo de expertos tanto dentro como fuera de los establecimientos, que pasan más allá de la entrega del currículum nacional, de los objetivos de aprendizaje y de la contención que se puede entregar desde las escuelas, pasa por reconocer a nuestros y nuestras estudiantes como sujetos de derechos en salud mental.

Ya sabemos que la pandemia disparó las cifras de casos de trastornos ansiosos y cuadros depresivos, no olvidemos que el informe de legislación sobre Salud Mental y Derechos Humanos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el año 2003 ubicaba a Chile con una de las tasas más alta de depresión a nivel mundial, con 17% de la población. La realidad no ha cambiado, en el año 2022 se realizó el sexto "termómetro de salud mental" en el país, el cual fue aún más severo, 1 de cada 5 chilenos se siente solo.

Llevamos pocos días desde el inicio escolar y los casos de trastornos alimenticios se presentan en estudiantes cada vez más pequeños, que dicen no sentirse a gusto con su cuerpo y comienzan rutinas sobre exigidas de ejercicios, dietas, omisión de alimentos, o por el contrario exceso de estos. Sabemos que la causa para este diagnostico es multifactorial, desde lo biológico se habla principalmente de factores genéticos y alteraciones neurobiológicas asociadas. En lo social, prevalece la exigencia en la sobrevaloración de la delgadez como sinónimo icónico de felicidad, dejando una aguda y ambivalente autoimagen, y en lo psicológico esto desencadena por inestabilidad en la autoestima y regulaciones emocionales, entre otros.

Tenemos niños, niñas y jóvenes queriendo encajar en lo que ellos y ellas denominan "belleza", inundada de filtros y apariencias que nada colaboran con los espacios convivenciales de los establecimientos educacionales y solo profundizan la falta de autoestima e inseguridades que ya están presentes en algunos escolares, incrementando aún más los niveles de patologías siquiatras actuales en los colegios.

La pregunta necesaria es ¿cómo nos estamos haciendo cargo en los colegios de esta amenaza al desarrollo positivo de nuestros estudiantes? Nuestros planes formativos deben responder a las necesidades contextuales de los establecimientos escolares, pero también debemos tomar muy en serio el rol de la coordinación de la convivencia escolar, incrementar los equipos psicosociales para poder dar respuesta oportuna a las necesidades, pero sobre todo a la prevención. Recordemos que los fines de la educación son educar, instruir enseñar valores y el amor a la vida. Sin embargo, debemos incluir el fortalecimiento de la resiliencia como algo propio del ser humano, como también lo es la fragilidad.

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