Vuelta a clases... presenciales

Hasta el momento no he escuchado a ningún profesor o profesora que rechace las clases presenciales. Al contrario, quedaron agotados de la virtualidad el año 2020. Durante el primer año pandémico, el profesorado realizó clases de emergencia. Si alguien piensa que profesores y profesoras estuvieron de vacaciones es que no tienen idea de todo el trabajo generado.

Es cierto que las clases en algunos lugares fueron precarias por las condiciones. Ahí, donde faltaba conexión a internet, donde había escasez de computadoras, donde se cortaba la luz. Ahí, en esos lugares donde la brecha social es mayor, no vi al ministro de Educación preocupado de la continuidad de las clases. Más bien, lo que vi fue a profesores y profesoras batallando día a día con un nuevo contexto, una nueva forma, un sistema que prepararon en menos de dos semanas. Por esa razón, es una injusticia culpar al profesorado.

En mayo del año pasado la Revista Science, una de las más prestigiosas del mundo, publicó un artículo con una proyección estadística de la pandemia. Ahí se aseguraba que las medidas de distanciamiento social tendrían que mantenerse hasta el 2022. A mediados del año pasado, la OMS (Organización Mundial de la Salud) confirmó que el año 2021 seguirían las condiciones de distanciamiento social.

El ministro de Eduación debiera haberse enfocado en preveer las variables para el presente año. Sin embargo, durante todo el 2020 escuchamos solo un repetitivo "que vuelvan a clases". Con la frase convertida en meme, se hizo creer a la ciudadanía que no había continuidad de la labor educativa. Por el contrario, existía toda una red de docentes y familias tratando de continuar con alguna "normalidad". Por cierto que en los sectores más acomodados esto resultaba mucho mejor. Las brechas sociales arrastradas por años hicieron de las suyas.

La necesidad de clases presenciales no es solo económica. Se requieren clases presenciales por razones afectivas, emocionales, que son base para el aprendizaje. Aquí hay una imperiosa urgencia de volver a tener el contacto que se tenía antes. En el caso de la primera infancia ha sido difícil mantener la relación mediada a través de los medios digitales. En cuanto a los grupos de adolescentes necesitan de sus pares. La gran mayoría desea volver a clases. El problema no es si volver o no volver. El problema fundamental es una vuelta a clases de modo seguro.

Creo que el gobierno debiera escuchar lo que dice el profesorado a través de sus dirigentes. Se necesita contar con la seguridad sanitaria para todo el personal que labora en las escuelas. También, ha planteado el gremio, la importancia de establecer protocolos claros que eviten el contagio entre estudiantes. De este modo se espera afectar lo menos posible la propagación del virus hacia las familias..

No tengo la certeza de que se logre una presencialidad en marzo. Más bien, diría que estamos lejos de tener las condiciones para aquello. Lo único que estoy claro es que aquí se necesita conversación, escuchar a los y las docentes. Y, sin duda, estar atento a las necesidades de las comunidades educativas. Hoy no se trata de una lucha de poder. Esta es una lucha por contra una pandemia.

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