Mozart y la orquesta científica

Mozart bien podría ser la némesis del trabajo colectivo de los científicos del siglo XXI, donde nada es instantáneo e individual y que la nota alta o prolongada del instrumento es parte de los nuevos hallazgos de los investigadores en cualquier laboratorio del mudo.

Si la ciencia convergente y colectiva, ha sido y es tan relevante en la pandemia como para poner en perspectiva el valor de la orquesta científica y transdisciplinaria, la pregunta necesaria es por qué la decisión política - del ministro de Ciencias, Sr Couve, y ministro de Hacienda, Sr Briones - fue recortar las Becas Chile 2021 de estudios avanzados para los cientos de futuros científicos. En suma, una partida de US$72,5 millones menos para el 2021 en relación con el presente año.

La reducción de este presupuesto, no puede ser considerado como un gasto variable o de una glosa final de caja chica. Ciencia y Tecnología reciben solo el 0,38% del PIB, mientras que en defensa prácticamente el 2%.

Pese a que este recorte ha sido condenado por políticos, sociedades científicas y con la confusión y frustración de los potenciales beneficiados, el ejecutivo entrega señales contradictorias que no se condicen con el momento histórico.

El valor gravitante de la ciencia en la pandemia, ha sido brindar soluciones creativas con respiradores de alta tecnología, diseños de estudios y análisis epidemiológicos, la participación de ensayos clínicos de carácter multicéntricos o soluciones locales exportables a otros países.

Investigadores locales, señalan que si el país invirtiera en vacunas para el SARS-CoV-2 (Covid) y otras terapias inyectables, y no necesariamente en el negocio comercial de compra y venta, hoy   sus altos costos de estudios preclínicos y clínicos, eficacia, seguridad y calidad, lo harían inalcanzable en su investigación y desarrollo (I+D) biotecnológico, por lo que no resultaría viable su implementación a corto plazo.

En una publicación reciente de Parada e Ibarra (enero, 2020) afirman que Chile, en un pasado de larga data, fue capaz de “desarrollar 29 vacunas y 10 tipos diferentes de sueros”. Centros como El instituto de Higiene o El Instituto bacteriológico de Chile (actual ISP), fueron sus impulsores. De hecho el país en los años 60 había elaborado una vacuna contra la rabia, fundamental en toda Latino américa.

Hoy sin embargo, toda la capacidad productiva está en manos de compañías farmacéuticas extranjeras, fundamentalmente de Estados Unidos, China y Europa, que no necesariamente dan garantía de éxito contra el Covid y de serlos tampoco aseguran una producción de millones de dosis y su distribución rápida y efectiva a toda la población. Latinoamérica, por historia, ha tenido dificultad de acceso a las vacunas en relación con el primer mundo.

El  Dr. Gavin Yamey (Director del Centro de Impacto de Políticas en Salud Global, de la Universidad de Duke ), en una nota aparecida en la revista Nature en junio pasado, señala qué, “según los informes, algunos gobiernos de países de ingresos altos han intentado comprar empresas de fabricación de vacunas o adquirir un porcentaje de su suministro”. Escasamente los países latinoamericanos podrían realizar este tipo de movimiento estratégico.

Mientras no hagamos un decidido cambio del paradigma productivo en pos de una matriz científica y tecnológica, seguiremos rodeados de retails - o compras al detalle - que solo se focalizan en ejecutar el negocio financiero a gran escala ,local e internacional AFP, Isapres, supermercados o malls.

Efecto acrecentado con la ventaja competitiva de los recursos naturales, pero que frenan la diversificación de la matriz productiva, produciendo un estancamiento del crecimiento y aumentando la brecha con países tecnologizados, caracterizados por su innovación.

Pese a que ley 20.241 (Ley de I+D) de incentivos tributarios beneficia las empresas que hacen investigación, casi con un 46% de los gastos por este ítem, muy pocas invierten en nuevos conocimientos. Tal vez las respuestas deban ser buscadas en el ecosistema financiero y en la velocidad del retorno de las inversiones.

Este punto es central, dado que el bajo costo de acceso al dinero para los grandes conglomerados económicos hace atractivo conseguir más dinero desde la AFP o del sistema bancario, sin recurrir a otros métodos para obtener más capital. ¡Barato es el valor del dinero, rentable su devolución!

Prácticamente ya no existen los Mozart de las ciencias, pero sí la orquesta científica y en ella se deben sumar todos los esfuerzos que sean posibles para su progreso.

La autoridad política debe poner en la discusión pública, a la luz de una nueva Constitución, si genera un plan decidido para la modernización del Estado, en un espacio legítimo para el crecimiento de una cultura científica profesional y ciudadana.

Por otra parte, el sentido común, en tiempos de escasez exige una inversión sabia, focalizada en las personas y su protección y no en acrecentar el disgusto ciudadano que generan la corrupción política, condonaciones de deudas o el empleo de material bélico para su represión.

Si no somos capaces de construir una ciencia para la paz, la salud y el desarrollo social, no lo hagamos para destrucción o para la creación de discursos falsos o fanáticos, capturados por el control social, la desigualdad y la violencia.

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