El dolor de la victoria

Una vez más un proceso de cambio recibe el apoyo mayoritario de un pueblo latinoamericano.

Una vez más la distribución del bienestar constituye la base sólida de las opciones que encarnan estos cambios.

Una vez más debemos llamar la atención sobre las intenciones por detener o dañar estos procesos, desde el punto de vista del imaginario comunicacional. Demos dar a Ecuador la oportunidad de recuperarse de su traumático pasado reciente. Es deber de todos y todas fortalecer ésta y todas nuestras democracias, garantizando el ejercicio pleno de derechos esenciales.

Durante varios meses el Ecuador fue testigo de la consolidación de la figura del Presidente Rafael Correa. Esto quedó demostrado en las múltiples encuestas de opinión, las cuales reflejaron su creciente popularidad y le permitieron conservar el poder, dando un nuevo impulso a la“RevoluciónCiudadana”.

Los resultados de la elección presidencial del último domingo confirman esta tendencia, con una victoria sobre sus opositores de derecha e izquierda de 57%, y una proyección de la obtención de 93 asambleístas sobre 124, o sea una dominancia en el parlamento de 75%.

Mientras en el Palacio de Carondelet las figuras del binomio del Movimiento País, Rafael Correa como Presidente y Jorge Glas su Vicepresidente, se asomaban por el balcón para saludar a los cientos de partidarios, sus enconados opositores atrincherados en algunos medios de comunicación empezaban a vaticinar un oscuro futuro. Sin embargo, el pueblo le daba al Presidente Correa una indiscutible fortaleza a través de las urnas.

Una particularidad de esta reciente elección ha sido la ausencia de voces que clamen algún tipo de fraude electoral.

Fraude electoral, que puede manifestarse en la compra de votos o en la manipulación de resultados, y que aparecen persistentemente como reclamos políticos en las elecciones a lo largo de América latina, queda ausente en esta elección.

Las misiones de observación internacional que estuvieron presentes este domingo 17 de febrero y provenientes de OEA, Unión Africana, Liga Árabe, o Unión Interamericana de Organismos Electorales, UNIORE, rescataron la transparencia de proceso, con el mérito adicional que el proceso fue organizado y dirigido por un consejo electoral asumiendo sus funciones hace  un año.

La nota baja en estas elecciones la reciben los partidos políticos y medios de comunicación social. La poca presencia de militantes en los locales de votación, que tienen por finalidad fiscalizar el cumplimiento de las etapas más vitales del proceso electoral, ha sido una debilidad que debe enfrentarse con fuerza y convicción por parte de los dirigentes políticos ecuatorianos.

El rol de coadyuvantes en la constitución de las mesas, la llegada del material electoral a los centros de votación, o la correcta aplicación de los procedimientos de votación y escrutinio, han contado con poca ayuda ciudadana, lo cual a su vez ha sido un problema que se percibe en países como Perú, Colombia y Chile.

Por su parte, los medios de comunicación han sido parciales en estas elecciones, ejerciendo presiones indebidas al proceso eleccionario reciente. Existe entonces una necesidad de reconstruir un poder comunicacional masivo y diverso, que asegure el acceso a información a todos y todas los ciudadanos para el periodo que se avecina.

Los resultados de las elecciones presidenciales de Ecuador dejan una interrogante interesante de analizar para el contexto chileno. Esto es conocer donde radica la fortaleza del proceso ecuatoriano.

El Estado ecuatoriano ha tomado con decisión y valentía la tarea de reducir la pobreza, mejorar su infraestructura y diversificar a sus inversores extranjeros, con un modelo donde no sólo el crecimiento económico juega un papel esencial sino la distribución del bienestar.

Correa ha conducido al país con políticas económicas que han favorecido la inversión y han logrado mejorar los índices económicos, lo que ha permitido dejar camino llano al proceso más crucial: la aplicación de medidas de distribución de ingreso y de mejoras de la calidad de vida de los ciudadanos más pobres. Sin duda esta tarea ha traído aparejada la resistencia de los poderes facticos y empresariales, lo cuales lograron concentrar solo el 25% de los votos en esta última elección.

Los desafíos del Presidente Correa en sus próximos cuatro años de gobierno son variados, pero tienen en común que vienen acompañados por la palabra “Revolución”.

En materia económica estarán centradas fundamentalmente en la necesidad de ampliar la explotación petrolera al mismo tiempo incorporar la resolución de OIT número 169 que solicita la realización de consultas previas a pueblos originarios.

En materia educacional, y como el mismo Movimiento País lo propuso, requerirá dar un vuelco en la formación de sus jóvenes para lograr generar valor agregado a la producción ecuatoriana y superar el modelo exportador de materias primas, un desafío común a toda Latinoamérica.

Finalmente en la dimensión política, como lo ha anunciado el propio Presidente Correa, el no volverá a presentarse a las próximas elecciones presidenciales. Este constituye el desafío central de su gestión: generar un sucesor y mantener al Movimiento País y sus aliados suficientemente cohesionados para continuar con su proceso transformador.

Esta revolución ciudadana continúa, crece y se fortalece. El dolor de la victoria que sienten sus opositores no debe continuar dando pie a los continuos ataques comunicacionales de los cuales es objeto el Presidente Correa.

Ecuador se desangró con continuos cambios de Jefes de Estado por una década y este proceso casi sufrió un vuelco con la revuelta policial e intentona golpista de 2010.

El pueblo se manifestó contundentemente este domingo recién pasado, dejemos ahora que la Revolución Ciudadana siga desarrollándose y expandiendo el ejercicio de los derechos fundamentales de los ecuatorianos y ecuatorianas.

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