El fin de los derechos humanos

Resulta difícil de comprender lo precario que se encuentra el respeto a las normas imperativas por parte de los Estados, particularmente cuando es evidente la vacuidad de los derechos humanos debido a la carencia de convicción y falta de compromiso.

Al respecto, los derechos humanos fueron un objetivo político durante la naciente Sociedad Internacional fundamentada sobre los Derechos del Hombre redactados sobre un Carta (1948), sin embargo la confusión actual acerca de los mismos nos parece la antesala de su desintegración y falta de aplicabilidad.

Los líderes mundiales parecen estar más comprometidos con sus cuentas bancarias personales en paraísos fiscales, demostrando estar desmemoriadas del significado de servicio público. Sin importar su bando ideológico han apostado al poder por el poder.

Por lo menos en Occidente pareciera que las posiciones políticas se adoptan notoriamente según lo que indiquen las encuestas, es decir, la lógica de los dirigentes es adaptarse a los cambios por falta de convicciones e interés único por el poder, exhibiendo un pragmatismo que hace difícil distinguir entre derechas e izquierdas, entre doctrina social, economía social de mercado, economía planificada o preferencia por la libertad económica.

Ciertamente mayores consensos en el arco ideológico de los partidos políticos pudiera significar nuevos acuerdos y estabilidad política, sin embargo, por sobre ello es notorio la falta de identidad y de ideas para la construcción de sociedad.

Alguien podría afirmar que siempre ha sido así, porque siempre ha existido el interés por el  poder, a lo que debemos responder que hace algunas décadas era más claro que existía compromiso con el fortalecimiento de la protección a los derechos humanos, tanto  los de primera generación como los de segunda (individuales y colectivos). Incluso existían propuestas de sociedad que hoy se diluyen a cambio de un mundo que se aprecia dinámico e incierto.

Es medible y contrastable que los Estados evitan los tratados. Hace décadas que no hay voluntad para fortalecer y levantar regímenes políticos en materias tan urgentes como el desarrollo sustentable, preservación del medio ambiente, reivindicaciones de los pueblos autóctonos, entre muchos otros.

Esto nos permite comprender por qué los Estados cada vez más apuestan a la agenda de seguridad, la cual alberga el interés mezquino por salvaguardar su posición en el contexto de un mundo confuso y más hostil.

Las relaciones internacionales pos Guerra Fría han desplazado al humanismo, tanto en su vertiente laica como cristiana.Primeramente porque no consiguen articular respuestas que permitan resituar la conducta de los Estados dentro de la órbita de la moral/ ética, es decir, de sentido de protección y difusión de las personas y su dignidad.

La pérdida de consensos al término de la Segunda Guerra Mundial es evidente, la fragmentación del derecho internacional lo demuestra y la desconfianza de los Estados en las propias organizaciones internacionales lo avala.Ello se aprecia en su papel de mediadores como órganos de resolución de controversia, por lo que vamos acercándonos a una descomposición del régimen internacional vigente. Siendo la antesala a una reedición de un sistema internacional anárquico.

El conflicto Israel - Palestina que no consigue hacer respetar el derecho internacional por parte de un Estado miembro de las Naciones Unidas, la inaplicabilidad de la resolución del Tribunal de Justicia en el caso del pueblo Saharahui, la realidad inhumana en que han sido tratado los Kurdos, la forma de resolver las crisis (pos atentado a las Torres Gemelas y Pentágono) en Afganistán, Libia, Irak (guerra ilegal), Mali, Siria, entre otras al inicio del Milenio, sumada a la actuación de Rusia sobre Georgia del Sur y Crimea y la violación flagrante al derecho de los refugiados tras los recientes acuerdos entre la Unión Europea y Turquía, son sólo algunos ejemplos que van mostrando las causas y consecuencias del desmoronamiento de los derechos humanos en su aplicabilidad.

De alguna manera la construcción del Estado Islámico tiene relación con los hechos descritos, sumado a un vacío de poder en la región y un ánimo de revancha a los acuerdos geopolíticos alcanzados en el Pacto de Versalles de inicio del siglo XX.

La normativa que parece estar realmente en cuestionamiento tras la actuación o práctica de los Estados, es la prohibición de la Guerra, ya que los Estados tienden hacer uso de la fuerza para alcanzar sus objetivos, cuestión que en sí pone fin al período regido por la Carta de las Naciones Unidas.

La esperanza para quienes creen en el derecho natural, y en que los derechos humanos son inalienables está más bien radicada en la sociedad civil organizada, ya que actualmente muchos Estados no hacen más que ser testigos del sufrimiento de pueblos que siguen siendo desplazados por razones étnicas, religiosas o de cambio climático o siguen siendo espectadores silenciosos del dolor de los refugiados que no encuentran asilo. Mientras que una mayoría de naciones simplemente observa como las potencias hacen uso efectivo de la fuerza sobre territorios que no tienen títulos de propiedad.

Así las cosas, en un mundo que ensalza la agenda de seguridad y demuestra una falta de compromiso con los derechos humanos, podríamos estar en presencia del inicio del fin de los derechos humanos.

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