El triunfo de Barack Obama

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En extremo interesante y hasta dramáticas resultaron las recientes elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América.

Los medios nacionales e internacionales –en especial CNN/USA- nos han permitido a todos los interesados seguir en detalle y con encomiable profundidad lo que ocurría, como asimismo sus resultados finales.

A continuación, algunas apreciaciones acerca del triunfo y reelección del Presidente Barack Obama.

Desde luego, considero que las ideologías, opiniones y posiciones extremas no fueron bien recibidas por el electorado estadounidense.

Aunque el clima político electoral denotaba cierta polarización, las proposiciones extremistas, como las del Tea Party y sectores más de derecha del Partido Republicano, no fueron bien recibidas por el elector medio.

El candidato Mitt Romney, hizo esfuerzos por desligarse de su identificación con esos sectores y fue moderando sus posiciones, pero no logró concluir con éxito su periplo hacia el centro. Quizás ello fue demasiado lento y en definitiva “too little, too late” (demasiado poco, demasiado tarde).

Por otra parte, debe señalarse que se presentó una candidatura ecologista – la de Jill Stein- y también de políticos críticos del Presidente Obama, quienes lograron un muy magro resultado. Al parecer el electorado más de izquierda concluyó que, en una elección tan reñida y estrecha, otorgar su voto a esos candidatos simplemente disminuiría y pondría en alto riesgo la reelección del Presidente Obama.

Otra clave parece ser que las posiciones y propuestas de políticas que excluyen y no incluyen, no fueron muy bien acogidas entre el electorado de los Estados Unidos.

Y, a ese respecto, el candidato Mitt Romney fue percibido como excluyente –por ejemplo, de los latinos, atendidas sus propuestas en relación a las leyes de inmigración- mientras que el candidato Obama hizo esfuerzos por incluir a las mujeres, los jóvenes, los inmigrantes y minorías de origen hispano, entre otras.

Obviamente, en un régimen político democrático, una estrategia con contenidos que denoten afán de exclusión no es precisamente una política muy atrayente, que tenga altas probabilidades de éxito.

Otro aspecto es aquel de la consistencia y persistencia en las posiciones adoptadas.

Mitt Romney parecía fluctuar de una posición a otra, desde aquellas adoptadas en su campaña para ser elegido candidato del Partido Republicano, a aquellas adoptadas en la campaña misma, en que buscaba adaptarse a posiciones estimadas como más ganadoras según las encuestas de opinión.

El Presidente Obama formuló sus propuestas desde un inicio y las mantuvo persistentemente, aunque en algunos momentos del desarrollo de la campaña parecían no ser tan populares entre el electorado.

Por lo tanto, adoptar una posición y luego fluctuar a otra no parece ser una buena política, al menos entre aquel electorado más atento a los contenidos sustantivos de las propuestas de los candidatos.

Por otra parte, los Estados Unidos viven una época difícil, complicada, y el Presidente Obama fue muy consciente de ello y manifestó que para enfrentar la crisis se necesitaba un grado alto de unidad y de sentido de comunidad.

En un nivel más profundo, al parecer el pueblo estadounidense aprecia ese sentido de unidad y de comunidad, porque de esa manera se echan las bases para albergar la esperanza que la crisis puede ser enfrentada y superada.

Además, la madre naturaleza -vía el huracán Sandy- vino en ayuda del Presidente Obama porque le dio una oportunidad de ejercer un rol político activo en ayuda de las víctimas y la superación de la emergencia.Además, su actuación en esta crisis específica fue apreciada por todos, incluyendo algunos prominentes dirigentes del Partido Republicano.

Por último, los electores apreciaron también que el conocimiento técnico, la razón y la inteligencia, pueden ir juntos y no se oponen a la pasión y el planteamiento de ideas sustantivas cuando se trata de definir los problemas más importantes y las propuestas de solución.

Sin duda que existen grandes diferencias económicas, políticas, culturales, etcétera, entre los Estados Unidos y Chile, pero, al concluir, no puedo dejar de preguntarme ¿no existirán en las apreciaciones antes expuestas algunas que puedan ser consideradas y ponderadas por los políticos y los partidos políticos chilenos?

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