¿Habrá paz en Colombia?

La firma del acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las FARC constituye un hecho de primera importancia para la región latinoamericana y ciertamente hay buenas razones para mirar con optimismo el futuro. El pueblo colombiano debe ratificar en un plebiscito  este acuerdo para que sea efectivo, sin embargo, a las dificultades que impone la oposición del ex presidente Uribe, se suma una larga historia de frustraciones, ya que a lo largo de 50 años ha habido varias negociaciones de paz y varios reinicio de las hostilidades.

Para saber qué hace diferente esta firma de paz de procesos anteriores hay que tener en cuenta que el conflicto en Colombia se ha prolongado durante más de cinco décadas debido a problemas estructurales de la sociedad colombiana como la fragmentación territorial e institucional del Estado, la permanencia del problema agrario, una democracia para nada inclusiva, la presencia del crimen organizado y el narcotráfico y las políticas internacionales, especialmente estadouidense y cubana, que auspiciaron la solución militar.

Por otra parte, hay que saber que el conflicto armado en Colombia incluye una gran diversidad de actores violentos y altos índices de impunidad, que a su vez potencia la violencia. Estos actores, tanto los armados como los políticos, mantienen políticas de alianzas entre sí sumamente  inestables ya que los objetivos de cada uno en un conflicto tan prolongado fueron cambiando con el paso del tiempo y, por otra parte, la lucha armada y la criminalidad empezaron a confundirse y asociarse, en un país en que la violencia se encuentra en gran medida naturalizada.  

Debido a estas dificultades estructurales y las nuevas complejidades que impone un universo normativo internacional que pone límites a los procesos de negociación y amnistía, los actores de la negociación debieron tomarse todo el tiempo del mundo en fijar una agenda de negociaciones que fuera integral y garantizara de este modo, en la medida de lo posible, el éxito del proceso.

Las negociaciones estuvieron precedidas y acompañadas por relevantes iniciativas estatales como fueron la promulgación de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras (2004) que estableció mecanismos de reparación a las víctimas y despojados y la creación del Centro Nacional de Memoria Histórica que redactó el Informe Basta Ya, un paso fundamental para establecer la verdad de la violencia en Colombia y relevar a las víctimas del conflicto, hasta entonces ignoradas  e invisibilizadas.

Se puede ser optimista con este nuevo acuerdo de paz porque por vez primera busca abarcar temas que son parte del contexto del conflicto, tales como la Reforma Rural Integral, la lucha contra las organizaciones criminales y la solución al problema de las drogas ilícitas.

Pero, quizás lo más importante, es que se trata de un acuerdo de paz que incluye un compromiso común de cambios en la sociedad colombiana  y de activación del protagonismo de una ciudadanía que hasta aquí ha sido una víctima que en silencio y en medio del dolor, ha trabajado su memoria y  ha desarrollado una nueva conciencia de los derechos humanos.

Según Gonzalo Sánchez, director del Centro Nacional de Memoria Histórica, Colombia “entra en un nuevo momento de ebullición social y debe estar preparado para una sociedad que va ser extremadamente exigente para que se materialicen los acuerdos, también para que no se vuelva a repetir lo que se ha pasado tantas veces en este país. Entonces si esta es una sociedad que se acostumbró de alguna manera al ruido de las balas y a convivir con el ruido de las balas, ahora lo que se le va pedir a esta sociedad es que se acostumbre, y lo asuma como un tema de desarrollo y de expresión de la democracia, al ruido de la movilización popular”. Por su parte, el representante de las Farc, Iván Márquez, destacó que el acuerdo de paz “no es un punto de llegada, sino de partida para que todos seamos orfebres y escultores del cambio”.

El presidente Santos, con un coraje político nada común, se acercó a Timochenko, el líder de las FARC obsequiándole un símbolo de la paz y valoró “expresamente el paso que hoy dan las Farc al acordar que la lucha por sus convicciones ya no será armada, sino, como debe ser, política, con ideas y argumentos”. 

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