Haití, un naif sin colores

Ismael Llona
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La pintura naif es un tipo de arte con mucho color y mucha pureza, aparentemente infantil. Sus cultores pintan como si con ellos se iniciara la pintura: con una búsqueda de belleza casi infantil, en un mundo casi sin cultura, solo naturaleza.

El naif se desató en Haití hace poco más de medio siglo y saltó también, por influencia haitiana, a República Dominicana, donde vive permanentemente un millón de haitianos.

La política haitiana desde 1987 (la caída de Baby Doc) hasta hace poco era naif como su cultura y su nueva pintura: de colores contradictorios pero luminosos; de figuras populares masivas; de búsqueda de justicia por caminos tal vez equivocados; de liderazgos místicos y vergonzosos; de trágicos personajes, como Baby Doc, que nunca fue condenado. Volvió sin problemas a la isla que ensangrentó y murió tranquilamente en ella.

Un reino de otro mundo, que interesaba al mundo.

Pero he aquí que con el brutal terremoto de 2010 que mató a cientos de miles de personas en la capital y dejó al país más en ruinas, y con los ciclones posteriores que han traído epidemias mayores; con la intervención exterior que ha crecido argumentando “reconstrucción” y “solidaridad”, los colores naif han desaparecido, la pintura se ha esfumado, y el país se ha vuelto irremediablemente gris y triste. Sin colores. Sólo unos pocos cantan, saltan y aplauden en Champ du Mars, cerca del destruido  Palais National.

Recién, el 20 de noviembre, se han celebrado las últimas elecciones presidenciales y parlamentarias. El 80 por ciento de la gente no acudió y el 10 por ciento de la ciudadanía (la mitad de los que votaron) eligió, dice el CEP (una especie de tribunal electoral), un presidente de derecha. El CEP, siempre cuestionado, tiene nueve miembros: tres de los nueve han señalado que los resultados entregados son fraudulentos.

La elección se hizo en medio de la tragedia de los huracanes y el corcoveo social del sismo trágico que aún se mantiene.

Hubo otros candidatos, de todos los colores, pero ellos quedaron protestando por los resultados, que estiman también fraudulentos, al igual que la importante minoría del CEP. La candidata del ex Presidente Aristide, que está en la isla como si con él no hubiera pasado nada (¿pasó?), sacó, según el CEP, menos del 10  por ciento de los que votaron, es decir un 2 por ciento de la ciudadanía. Si es más o menos cierto, ello refleja la ausencia de esperanza de la gente que alguna vez la tuvo. Aristide fue el último líder que, mal o bien, la cultivó.

El anterior Presidente electo (Martelly) asumió y gobernó cinco años aún cuando muchos afirman que su elección fue amañada por quienes intervinieron el país “para reconstruirlo” después del terrible sismo, encabezados por el ex Presidente de los EEUU, Bill Clinton. El primer Primer Ministro de Martelly era, hasta ese momento, secretario privado de Clinton.

Total, el triunfador de hoy y futuro Presidente, el 29 de diciembre se darán los resultados definitivos, es Jovenal Moise, del mismo partido de Michel Martelly, es decir militante de Los Pelados (Tet Kalé) o Cabezas Rapadas, el movimiento creado por Martelly con abierto apoyo de sectores estadounidenses, que se llama así por uno de los seudónimos del cantante y compositor de kompá: el mismo Martelly.

Jovenal Moise parece más serio que Martelly, famoso por sus apariciones en carnavales con los pantalones abajo. Jovenal es un productor de frutas, un “burgués” como se le llama en Haití a ciertos oligarcas que suelen tener empresas en República Dominicana y Miami, más que en Haití.

Los derrotados, Jude Celestin, muy cercano al ex Presidente Preval; Moise Jean Charles, más a la izquierda, que ha creado un movimiento fundado en el pensamiento y la tradición de Dessalines, héroe de la independencia, Les Pitit Dessalines y Maryse Narcisse, la candidata de Jean Bertrand Aristide, que terminó cuarta.

El gran terremoto que impactó al mundo y casi destruyó el país, los feroces huracanes, las epidemias, la necesaria actitud menesterosa y descreída de muchos, la nula justicia, el desconocido progreso, la intervención extranjera que crece en vez de disminuir, todo ello se traduce, por ahora, en el fin de la esperanza. “L’Espoir” (La Esperanza) se llamó el último movimiento político de importancia del ex Presidente Preval que, con el nombre de Lapéh, también fracasó en estas elecciones.

Tal vez fue la maldad del Baron Cimetiére (Cementerio), que usa la figura de Francisco de Asís, nunca se sabe, y que quiso matar por inanición a la Serpiente de Siete Cabezas. Mañana ésta puede volver a hacer temblar la tierra y botar los edificios de los poderosos y de los humildes, que cayeron como naipes hace casi 17 años.

No deja de ser extraño, para nosotros, que el más criminal de los haitianos, figuras más poderosas que los santos católicos, el Baron Cimetiére, lleve también el nombre del más bondadoso  de los santos romanos, Francisco de Asís, su disfraz, su careta, en los altares.

Hoy , para muchos, la tarea es la de orar al Bon Dieu para que vuelva a acordarse de Haití, porque en los últimos años el que prevalece y está presente es un nuevo Yavé, el destructor y exterminador que ordenó el diluvio en el Antiguo Testamento.

Otros sostienen, con razón, que es necesario hacer renacer a Zamba Boukman y Cecile Fatiman, Toussaint Louverture, el de Breda, y Jean Jacques Dessalines, los héroes de la primera independencia de América.

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