La corrupción en Brasil hace necesario conocer la verdad

Estamos todos enterados que en Brasil se pide a Dilma que deje la presidencia, que la justicia ha impedido al ex presidente Lula que asuma como Ministro de su gabinete y que son muchos los acusados e implicados en el escándalo de corrupción que tiene como eje central a Petrobras, la empresa petrolera del Estado.

Diariamente los canales de TV, las radios y la prensa escrita “estallan” con nuevas datos sobre la corrupción, sobre cómo se producen manifestaciones masivas pidiendo la salida de la Presidenta y de cómo la justicia actúa “implacablemente” en persecución de los culpables.

Hagamos un poco de Historia.

Joao Goulart “Jango” siendo Presidente de Brasil en 1964 fue derrocado por las Fuerzas Armadas de su país, en una alianza con la oposición de derecha y el apoyo de USA.

Goulart era un abogado, propietario de tierras en Brasil, Uruguay y Argentina, que durante muchos años se dedicó a la administración de ellas. Llegó a la política en 1950 cuando fue elegido Diputado Federal. Getúlio Vargas, el Presidente, lo nombró ministro del Trabajo en 1953, desde donde elevó los salarios mínimos de los trabajadores. En esa misma época se convirtió en presidente del Partido Trabalhista brasileiro que había fundado Getúlio.

Después fue dos veces vicepresidente, 1955 con Juscelino Kubischek y en 1961 con Jânio Quadros. 

Cuando renunció Quadros en 1961, Goulard asumió la Presidencia fuertemente controlado por los militares y las fuerzas de derecha, quedando sujeto a un sistema parlamentario de Gobierno que lo hacía depender del Congreso.

Un plebiscito organizado por Jango en 1963 devolvió al Brasil el régimen presidencialista, lo que le permitió llevar a ejecución el reparto de tierras no utilizadas en la agricultura, aumentar el impuesto a la renta y obligar a las multinacionales a reinvertir sus utilidades en el país. Estas y otras medidas tomadas por él llevaron al Golpe Militar que lo depuso en 1964. Murió en Mercedes, Argentina en 1976. Hasta hoy su familia y allegados sostienen que fue asesinado. Un uruguayo, Neira Barreiro, le habría confesado a una persona, que él ignoraba que era el hijo de Jango, que lo habían envenado y que el médico uruguayo Carlos Miles había preparado el veneno.

El presente.

En 2014, Dilma fue reelegida Presidente del Brasil en un proceso electoral democrático. El derrotado candidato de la Derecha no reconoció ese triunfo y exigió el recuento de votos, que finalmente confirmó su derrota. Pero no se quedó en eso, trataron de impedir la asunción de la ganadora y también perdieron. Desde allí nació el proceso de destitución que aún esta en marcha.

Como esto no les ha sido efectivo, cambiaron la estrategia y han trabajado para  crear un estado de cosas que haga imposible gobernar.

En otras palabras, la derecha brasilera jamás ha cesado en sus intentos de alejar del poder a Dilma y a Lula, que podría ser el próximo Presidente.

Estalló paralelamente el escándalo de la corrupción con Petrobras, donde están comprometidos personeros del Partido de los Trabajadores, PT, y también muchos de la derecha opositora. Como en muchos lugares del mundo, empresas como Petrobras y sus contratistas “financian” las cajas políticas.

España es hoy una muestra europea de cómo los políticos corruptos comprometen a sus partidos y a sus Gobiernos. Incuestionablemente esto debe ser frenado definitivamente por la justicia y las fuerzas políticas deben producir la leyes que impidan y frenen esta infamia, con castigos de por vida a los corruptos, para que la comunidad en su conjunto se vea protegida de quienes usan el poder y la política en su propio beneficio.

En Brasil no está ocurriendo eso. Allí se han cargado las tintas sólo contra el PT y sus personeros –no sólo los complicados en la corrupción- y la justicia se ha politizado en un grado que alcanza la inmoralidad.

La actitud de algunos jueces, la filtración de datos judiciales a la prensa, las medidas o formas para tratar a Lula, muestran claramente cómo la justicia está claramente coludida con le derecha para producir la caída del Gobierno del PT al que no ha podido derrotar en la urnas y que prevé no podrá derrotar.

Lo dijimos, la corrupción no puede ni debe ser aceptada en ningún lugar o circunstancia y menos en el campo de la política que hace víctimas de ella a toda la comunidad de un país.

Se pretende mostrar al PT como corrupto, y eso no es así.

Hoy muchos expertos en el mundo judicial, dirigentes políticos y comunitarios de todo el mundo denuncian la actitud de este juez y de los abogados que participan en esta trama para derrocar a Dilma y el PT, como una acción persecutoria, sin preocuparse por salvaguardar la democracia brasilera, porque realmente no les interesa.

Los políticos de derecha y los funcionarios del Poder Judicial han adoptado una actitud netamente fascista. Los opositores que son parte de las elites económicas jamás han podido digerir que un simple obrero metalúrgico les haya quitado su lugar, la Presidencia.

Esa Presidencia ejercida por el metalúrgico con olor a sudor, ha incluido a millones de postergados al camino del futuro, hoy pueden comer todos los días, pueden llegar a la escuela y hasta llegan a la Universidad.

La verdaderas razones del problema brasilero es que hoy hay mucha gente que ya tiene casa. La mano de obra barata se ha liberado de sus esclavizadores. Las elites intelectuales, militares y económicas no pueden aceptar que las oprimidas y los oprimidos hoy estén en camino de liberación y que Lula nunca haya olvidado que su papel es ser factor para la creación de dignidad, derecho y libertad para los oprimidos.

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