La culpa no es del chancho

En algo habitual, los medios de comunicación han publicado diversas noticias, e incluso análisis, acerca de aquellos temibles y fanáticos musulmanes que se dedican a atacar cualquier tipo de objetivo occidental.La barbarie en su máxima expresión –así lo dicen-, pero olvidan las sabias palabras de un viejo dicho.

No es primera vez que turbas de furiosos musulmanes amenazan la seguridad de cuerpos diplomáticos o blancos específicos como el McDonald’s y otro tipo de cadenas comerciales estadounidenses y/o europeas.

Tampoco es algo inédito que mueran personas en medio de estas mal llamadas protestas, que en realidad no son más que absurdas y desmedidas respuestas ante hechos particulares.

Y a nadie le sorprenderá que los canales de televisión, las radios o la prensa escrita (en papel o en Internet) se dediquen a moldear aquella realidad que ellos mismos han construido en torno al Islam.

En este contexto, aparecen los oportunistas de siempre, para decir que la ola de violentos ataques -los cuales son repudiables, vengan de donde vengan, y que sólo le echan más bencina al fuego- refleja “el odio del Islam hacia Occidente” y que los musulmanes sólo son millones de barbudos fanáticos y sin un grado mínimo de tolerancia hacia otros paradigmas religiosos.

Y, como siempre, la mayoría de la gente se sumará a esto, pues es la lógica consecuencia de la población que vive en países cuya prensa sólo se dedica, en forma tendenciosa, a mostrar lo negativo del Islam.

Por ejemplo, ¿por qué no dijeron que un importante líder religioso-espiritual egipcio condenó lo acontecido al cuerpo diplomático estadounidense?, ¿y por qué no dijeron que la mayoría de los países musulmanes (sus gobiernos) expresó un total repudio hacia los ataques?, ¿y por qué no mencionaron que quienes realizaron los violentos actos no eran más que grupos de 300 ó 500 personas, es decir, el 0.0000000000000000000000000001% de la población musulmana del mundo?

Es que es más fácil seguir construyendo esa falsa realidad, en la cual los occidentales son víctimas y el Islam es un terrible depredador.

Por eso, sería bueno que los medios entiendan de una buena vez que todo tipo de acontecimiento noticioso involucra un proceso. En pocas palabras, siempre hay una causa o un motivo para lo que está sucediendo.

La furia de grupos musulmanes minoritarios no fue un mero capricho. Detrás estaba una ofensiva “película” de un cobarde “director” que sólo tuvo como objetivo molestar a quienes son seguidores de otra religión. Y, peor aún, avalado por los medios.

Es una tendencia que se repite y que se ha visto, hasta el cansancio, en Europa.Caricaturas que muestran al profeta Muhammad con una bomba en vez de un turbante (por dar un ejemplo) o que ridiculizan la parte sagrada del Islam.

Los musulmanes, los cristianos, los judíos, los hinduistas, los budistas, los confucionistas y los animistas, al igual que tantos otros millones de creyentes, suelen ser personas pacíficas y piden respeto por su religión. Y eso es algo que en muchas partes no se entiende.

Por eso, que la Organización de Naciones Unidas (ONU) haya declarado como una “provocación” la película que generó todo este belicoso ambiente, es un avance en pos de fijar límites a una libertad de expresión mal entendida.

A fin de cuentas, y tal cual lo expresan un par de sabias palabras, la culpa no es del chancho, sino que de aquel que le da el afrecho.

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