La vida no vale nada

La crisis económica no es impedimento para que las grandes marcas anticipen la temporada con productos a precios fuera del alcance de la gran mayoría. El lujo no conoce épocas de vacas flacas.Los diarios nos regalan los fines de semana revistas de cuidado diseño en la que se ofrece lo último en cuanto a bolsos o carteras , vestidos , zapatos , trajes o corbatas por cientos o miles de euros o de dólares.

Las multitiendas y firmas que ofrecen a precios más asequibles lo que dicta la moda no se quedan atrás y publicitan las novedades en todos los medios, sin escatimar gastos y ofertas tentadoras.

A miles de kilómetros, los talleres de confección de estos productos echan humo. Con mínimas condiciones de higiene, de seguridad y nulo respeto a las normativas establecidas por la Organización Internacional del Trabajo, los operarios cumplen con la tarea de acabar los pedidos, sin importar el tiempo empleado y sin apenas descansar. La esclavitud sigue vigente transcurridos dos siglos de su abolición.

El desplome del edificio Rana Plaza , en Dacca, Blangadesch, ha permitido conocer la cara oculta del lujo o de la moda . Han tenido que morir aplastados más de mil hombres y mujeres- la mayoría de las víctimas- y más unos dos mil heridos, para que el mundo conociera hoy, en el siglo XXI, la plena vigencia de la explotación laboral en su máxima expresión.

La Organización Internacional del Trabajo calcula que más de 27 millones de personas pueden ser considerados esclavos o víctimas de formas de esclavitud resultado de la demanda. El 64 por ciento de estas personas víctimas del trabajo forzado corresponde a explotación económica por parte de agentes privados.

El Papa Francisco , tras la tragedia de Dacca, no ha ocultado su enfado por la explotación que sufren millones de personas y arremetió contra los que no pagan un salario justo, los que no proporcionan un trabajo digno y a los que sólo les importa los libros de contabilidad y las declaraciones financieras.

De acuerdo a informes de la OIT y organizaciones no gubernamentales, Asia marcha a la cabeza en cuanto a incumplimientos de las condiciones de trabajo y derechos laborales.

La situación de niños y adolescentes esclavizados por compañías o empresas del Primer Mundo multiplica la gravedad de la situación. En India se calcula en diez millones los niños esclavos.

Desde 1989, la red internacional ROPA LIMPIA, de la que forman parte más de 300 organizaciones no gubernamentales viene denunciado en catorce países europeos las irregularidades que se registran en fábricas textiles de Asia y norte de África. Lo sucedido en Bangladesh no los pilló de sorpresa ya que conocen en profundidad las condiciones de trabajo infrahumanas, como la del complejo fabril que se derrumbó en Dacca.

En su momento, con pruebas contrastadas en las manos, se pusieron en contacto con empresas españolas que manufacturaban productos en los talleres textiles de ese complejo para informarles de las condiciones en que se trabajaba. Algunas de ellas se hicieron cargo de la situación, otras optaron por no reconocer las irregularidades. Entonces denunciaron públicamente a esas empresas que prefirieron hacer la vista gorda y no impedir la explotación de los trabajadores. El procedimiento de ROPA LIMPIA no ha variado.

Hoy, esas firmas reconocidas en el mundo o poderosas en sus países, se han apresurado a comprometerse para mejorar las condiciones de seguridad de los talleres de Bangladesh.

Por parte de España las firmas que han decidido actuar son Mango, El Corte Inglés, Inditex ( grupo Zara ), la holandesa C&A, la sueca HM y otras que hasta ahora parecían estar más preocupadas de los libros de contabilidad y el estado de las finanzas, como decía el Papa.

Habrá que ver hasta donde estas y otras empresas de alto vuelo están dispuestas a cumplir las cláusulas sociales con sus respectivas reglas de comportamiento, si se deciden a subir salarios que actualmente no llegan a 30 dólares al mes y donde los operarios trabajan hasta 70 horas a la semana, sin chistar.

Más allá de los buenos propósitos de estas empresas del mundo supuestamente más civilizado y sensible con los derechos humanos, la OIT, más apegada a la realidad, advierte que la actual crisis económica puede llevar a que más gente sea esclavizada.

El consumidor, nosotros, también tenemos una tarea que cumplir. Informarnos si la ropa que llevamos fue confeccionada por trabajadores esclavos, incluido niños y si el país donde se manufacturó  cumple las condiciones laborales que defendemos con tanto ahínco en el nuestro.

¿Estamos dispuestos a permitir que hagan con otros lo que a nosotros no nos gustaría que hicieran?

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