Los arrebatos de la señora Fernández

Lepe es una pequeña ciudad andaluza, próxima a la frontera con Portugal, famosa por sus fresas y naranjas y también por el sentido de humor de sus habitantes. Los leperos organizan cada año una certamen de chistes en los que ellos son los únicos protagonistas.

Buena salud mental demuestran tener estos andaluces capaces de ridiculizarse asimismos y no importarles un pimiento que otros, ajenos a sus dominios, piensen que son tal como se caricaturizan. Es decir, torpes, lentos, palurdos o de pocas seseras.

Hace unos años, en un viaje a Chile y Argentina, me sorprendieron con una serie de chistes muy leperos pero asignados a gallegos, que es como los chés llaman de modo coloquial a los españoles.

Así fue como supe que detrás de esta multiplicidad de chistes de gallegos- ya no de leperos- estaba la mano astuta de un avispado periodista argentino que sin pagar derechos de autor se embolsaba su buena cantidad de dinero a costa de unos andaluces muy salados y nada prejuiciosos. Me contaron que tenía publicado varios libros sobre el tema con éxito rotundo.

Bueno, yo, que soy desconfiado cada vez más según pasan los años, me olí que debajo de esta humorada con gallegos de por medio había algo más profundo. Y sería un bonaerense residente en Madrid quien me dio las pistas claves. En su país, me dijo, no soportaban el desembarco de los neo imperialistas españoles que se estaban apoderando de cuanta empresa o sector clave de la economía.

Ahora, la señora presidenta Cristina Fernández, de apellido español o gallego según se mire (el de prestado, Kirchner, es croata) creo yo, mal pensado que es uno, se ha tomado la revancha con estos españoles ricachones, hijos probablemente de aquellos otros que saciaron su hambre de posguerra gracias a los barcos cargados de trigo que regaló Eva Perón al dictador Franco. A esos españoles o gallegos de nuevo cuño había que bajarles los humos. Y así lo hizo. En el peor momento que atraviesa España. Para que aprendan.

REPSOL ha sido la primera en caer. Hace tiempo que la señora Fernández y el ala peronista más progresista que la apoya no ocultaban sus deseos de recuperar el control de la empresa petrolera YPF, la joya de la corona.

Claro está, que ya que no lo dicen conviene recordarlo, que la privatización de YPF se hizo con la venia del peronismo, sin oposición del matrimonio Kirchner-Fernández, que ya en 1993 tenían peso político. Cuando otro peronista, Menem, abrió las puertas de par en par a los inversionistas extranjeros, españoles o gallegos entre ellos, la dupla de K-F hizo mutis por el foro. Es que por entonces Argentina se hundía y había que salvarla a cualquier precio.

Convendría que el locuaz descamisado y joven vice ministro de economía que acompaña a la Presidenta en su cometido de argentinizar el país tuviera la machada de reconocer que sus mentores y las viejas guardias de su partido no son inocentes en la pérdida de control de enclaves fundamentales de la economía de la nación.

No es ningún misterio que las empresas , mas aún si son multinacionales, procuran multiplicar sus ganancias allí donde se le abren las puertas. Sería iluso esperar que se comporten como una ONG o una fundación sin ánimo de lucro.

Para no pillarse los dedos,  los países están obligados a establecer las reglas de juego para que esos grupos económicos no se extralimiten en sus objetivos, al mismo tiempo que deben comprometerse a respetar las normas jurídicas que aseguran a los inversores.

La señora Fernández, y si no ella sus colaboradores, han tardado una década o más en denunciar los presuntos malos manejos de las cuentas de los directivos españoles de REPSOL y los graves daños medio ambientales producidos por YPF. Los motivos que argumentan para la nacionalización pueden resultar hasta convincentes pero hay puntos poco claros.

Permitir durante años, sin chistar, la política de “vaciamiento” de las riquezas, la no explotación, los malos manejos, el expolio y los perjuicios ecológicos resultan más que sospechosos. Ya lo dice el refrán. El que calla otorga.

El anuncio de la recuperación del sector energético estratégico para Argentina se ha hecho en circunstancias que también dan que pensar. La señora Presidenta lo hizo después de anticipar su regreso a Buenos Aires tras fracasar en la Cumbre celebrada en Colombia su intento de conseguir el apoyo de los presidentes de los países de América en el contencioso de Argentina con Gran Bretaña por las Malvinas.

Una derrota diplomática tan contundente debía ser compensada con un triunfo cuanto antes. De ahí que el acto celebrado para anunciar la expropiación de REPSOL se hizo de acorde a los cánones del populismo más ortodoxo. En presencia de destacadas figuras del peronismo, del sindicalismo, de agrupaciones con reconocida trayectoria en la lucha por los derechos humanos y con el retrato de Evita. a poca distancia de la señora Fernández.

Es que los difuntos siempre han tenido mucho peso en Argentina.

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