Los ricos también lloran …pero menos

Media España está alborotada. Bueno, no me refiero a  la crisis ni a los indignados, sino  a un acontecimiento social que se celebrará a comienzos de octubre, en Sevilla.

Se trata del tercer matrimonio de una de las mujeres más ricas y con más títulos nobiliarios del país y de los alrededores.  Se trata de la duquesa de Alba. No la del cuadro de Goya (obvio) sino de una de sus descendientes más conspicuas.

Doña Cayetana Fitz-James, de 85 años, se desposará con un funcionario público de 60, en ceremonia que se anuncia privada  para no alterar el orden público, probablemente.

Hasta aquí, un resumen de una boda desigual en la que, según dicen, ha triunfado el amor por sobre todas las oposiciones y maledicencias.

Porque la señora duquesa ha tenido que aquietar los malos humores que  causaba su romance en sus hijos con el consiguiente reparto de bienes a cada uno. No vaya a ser que el  nuevo marido llegue con intenciones de poner el ojo en algún patrimonio sagrado y por consiguiente valioso de tan rica familia.

Haciendas, palacios, casas solariegas y una larguísima  lista de bienes repartidos por toda España ya tienen propietarios. Y todo gracias a la generosidad, bueno,  no es esta la palabra adecuada creo yo, de la protagonista de la que será, sin duda, la boda del año en España.

Atrás quedan los sinsabores, las pataletas y los enfrentamientos entre la noble y sus hijos.

Ella se ha salido una vez más con la suya.

Donde la generosidad no se presta a duda es la demostrada por los más ricos de Francia.

Los 16  multimillonarios más selectos de este país consiguieron después de reclamar y hasta implorar al Gobierno que les subieran los impuestos.

De este modo, estos afortunados por los negocios múltiples, estiman que con esas imposiciones que paguen a partir de ahora contribuirán  a fortalecer las arcas públicas tan venidas a menos últimamente.

Con este gesto tan aparentemente altruista y desinteresado, los franceses más ricos  reconocen que el dinero amasado a manos llenas se debe al buen comportamiento de las finanzas públicas. Si estas se hunden, ellos también. Así de lúcidos son estos gabachos.

¡Para que aprendan otros...!

Y como parece que en Chile hay ruido de cacerolas y cabreo generalizado, no estaría mal que los ricos, ricos, (no doy nombres porque no es necesario) aprendan la lección y den un paso al frente  con propuestas generosas que contribuyan  a calmar los ánimos.

Pongamos por caso a los dueños de las universidades. (¡Cuanta actualidad cobra hoy el libro de  María Olivia Monkeberg “El negocio de las universidades en Chile”!)

Seguro que en una reunión entre ellos, con su capacidad emprendedora demostrada, surgirían ideas interesantes que no solo ayudarían al presidente Piñera, tan de capa caída últimamente,  sino también darían esperanzas a esas  miles de familias endeudadas por mandar a estudiar a sus hijos una carrera universitaria.

Me imagino, por ejemplo, que estos magnates del negocio de la educación, y también los que mandan en  los bancos que han metido mano en ese mercado insaciable, decidieran condonar las deudas de los estudiantes y bajar aranceles.

Más que seguro que la tensión cedería y ellos quedarían a la altura de la  duquesa de Alba y de los multimillonarios franceses.

El amor, ya sea por otro o por la patria, hay que demostrarlo con hechos.

Pero Chile pilla lejos y aquí los ricos no lloran, ni por esas...

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