Ramadan y el momento de la fraternidad

Para la mayoría de los chilenos, ayer fue un día normal. Sin embargo, para más de mil millones de personas en el mundo, el lunes 6 de junio no fue un número más en el calendario. Claro, pues comenzó el Ramadan –mes sagrado para el islam y en el cual se debe llevar a cabo el ayuno, que es uno de los cinco pilares de la mencionada religión- en gran parte de los países de mayoría musulmana, situación que también se repite en Chile.

Según el último censo (de 2002, pues el “mejor censo de la historia” resultó ser un fiasco), habría cerca de 3.000 musulmanes en Chile, demostrando que el islam aún tiene una mínima influencia en la sociedad chilena. Algo lógico, ya que Chile tiene una larga tradición cristiana –luego de la colonización española- y, al mismo tiempo, no posee grandes nexos con el llamado “mundo o universo musulmán”.

Situación similar se puede apreciar en muchos otros lugares de América Latina, salvo excepciones como Brasil, por dar un ejemplo, ya que ahí la cantidad de población musulmana es mucho mayor y lo mismo ocurre con el número de mezquitas en las ciudades brasileñas.

Por eso, Ramadan es un momento preciso para que el mundo y también Chile entienda que el islam es una religión pacífica, al igual que los otros credos. Así, lo mejor es que los musulmanes de Chile abran las puertas de sus casas e inviten a los chilenos –ateos, cristianos, judíos, animistas, etc.- a compartir en el momento del ayuno. Que se produzca ese intercambio de opinión tan necesario, que la población chilena deje de mirar solamente a Estados Unidos o Europa y que la gente se acerque a otras manifestaciones religiosas y culturales.

En paralelo, que los musulmanes de Chile reciban a quienes, a pesar de no ser musulmanes, deseen conocer más sobre el islam. Y que, así, vayan integrándose a un país en el cual la mayoría es cristiana o atea. Que entiendan cómo funciona la sociedad chilena de tipo laica, aunque aún queden resabios del catolicismo conservador de épocas previas, y que comprendan que es posible vivir en paz en una ciudad o un país que tiene otro paradigma religioso.

En definitiva, se trata que musulmanes y cristianos se comuniquen. Que cada una de las partes sea capaz de dialogar con la otra y, no sólo eso, sino que además puedan establecer fraternales nexos. La religión debe unir y no desunir.

Y esto es algo que adquiere gran relevancia en el contexto actual, en el cual muchos se pelean con su vecino, hermano, amigo o compañero de trabajo, por la religión, la política o el deporte. Es necesario que todos entendamos que la única forma de avanzar hacia algo mejor es el respeto mutuo. Y este último no significa que uno salude a los demás o que no los mire feo por ser diferentes. Además de eso, y muchas otras cosas, lo fundamental es querer conocer a la otra persona. Comprender su forma de ver la vida, cuál es su paradigma religioso y saber cuáles son los miedos y las alegrías de quien está al frente nuestro.

Ramadan es el momento ideal para que en muchas partes del planeta llegue la reflexión.

Sin embargo, debe ser espontánea y profunda. Que los líderes de los países de mayoría musulmana piensen por qué hay grupos terroristas que, en nombre del islam, se dedican a matar gente.

Que los gobiernos occidentales, especialmente aquellos de potencias como Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y otros, asuman que la Islamofobia y las guerras existen gracias a sus maquiavélicas formas de llevar a cabo la política.

Que los musulmanes acepten que ellos también tienen un rol en el extremismo islámico y que deben elaborar nuevas estrategias tendientes a dejar fuera de la comunidad a los desequilibrados que manchan al islam.

Que Israel logre ver más allá de su política de asentamientos y que busque un verdadero diálogo por la paz. En fin, la lista es larga, pero con estos ejemplos queda claro el mensaje.

Hoy, en el comienzo del Ramadan, el llamado es a construir un mejor mundo. Puede sonar idealista y, de hecho, lo es, pero es mejor guiarse por esta luz que hacerlo por la oscuridad de la segregación, el radicalismo, la falta de respeto, la ausencia de empatía y otros tantos males que azotan a la humanidad (¿o que son productos del ser humano?).

Por eso, que en Ramadan todos los chilenos sepan de qué se trata. Y que en diciembre, cuando en Chile y otras regiones celebren la Navidad, que en los países de mayoría musulmana lean sobre las festividades religiosas del cristianismo. Debemos conocernos más y tenemos que respetarnos.

Nuestra obligación, en todo momento, es buscar la paz. 

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