Trump no es sólo pos verdad, también es tradición

Todos los días en los diarios o revistas, en los programas de radio y televisión nos encontramos con múltiples comentarios que califican al presidente Trump de diversas formas, en general no muy positivas para él, pero que a mi juicio soslayan sin proponérselo una gran realidad.

Nosotros hemos vivido estos Estados Unidos de Norteamérica posteriores de la II Guerra Mundial cuando ya se ha convertido en la primera potencia mundial económica y militarmente. Hemos conocido la USA que definió esa guerra en favor de las democracias occidentales y la URSS. Conocemos la yanquilandia de Hollywood y sus estrellas. Pero, ¿qué sabemos realmente de ellos?

La mayor parte de nuestros conocimientos, me refiero a la generalidad de la población, es la que recibimos a través de la prensa por el acontecer bélico - durante las guerras - y político, especialmente.

Sabemos de ellos lo que nos ha enseñado el cine sobre la lucha contra los indios, la conquista del Oeste o la fiebre del oro.  También nos enteramos cómo viven en el Norte, especialmente en Nueva York y Chicago, por sus películas musicales o de gangster.  Algo más de nuestros vecinos nos ha mostrado el cine y también el accionar de sus estrellas.

No dejamos de saber que es una país Federal, que hoy tiene 50 Estados, más el Estado asociado de Puerto Rico. ¿Pero qué sabemos realmente de ellos? ¿Sabemos que Puerto Rico es colonia?

Sólo estamos al corriente de algo del norte y el oeste, pero nada del centro y del sur.

Algo dije en esta columna antes de la elección de Trump, anunciando porqué podría ganar la elección; por eso creo  que ahora es bueno que nos ocupemos  de ello.

Trump en una gran medida representa valores de la tradición cultural del pueblo estadounidense que él sabe explotar activamente con el uso de la pos verdad y la red social.

Podríamos remontarnos a los inicios de la nación, con Washington a la cabeza, pero para resumir comenzaré a inicios del siglo pasado.

Frank Bohn, nacido en una granja de Ohio en 1878, hijo de un inmigrante alemán, entre 1906 a 1908 fue Secretario Nacional del Partido Socialista del Trabajo de América.

En el primero cuarto del siglo XX escribía en el American Journal of Sociology: “Somos el pueblo más grande del mundo. Nuestro gobierno es el mejor de todos los conocidos. En materia de fe y moral, nosotros somos exactamente lo que debe ser el hombre. Somos también los mejores combatientes que hay en la tierra. Como pueblo somos el más hábil y socialmente el más desarrollado. Otras naciones podrán errar en su camino, pero nosotros estamos a salvo de toda equivocación y caminamos por el sendero seguro. Nuestra historia es el triunfo de la justicia y así vemos manifestarse esta fuerza en cada generación de nuestro glorioso pasado. Nuestro desarrollo y nuestro éxito, cara al futuro, son tan seguras como ciertas leyes matemáticas. La Providencia siempre nos acompañó. La única guerra que los Estados Unidos ha perdido, es aquella en la que un tercio de ellos fue vencido por las otras dos terceras partes. Nosotros hemos sido elegidos por Dios para salvar y purificar al mundo con nuestro ejemplo”.

¿Le suena conocido? Creo que algo parecido escucharon durante la campaña, me da la impresión que algo así estamos leyendo en los Decretos que firma Trump todos los días. Porque ésa es la cara que no conocemos de la tradición, porque ésa es la cara que nunca habíamos visto y que Donad Trump representa. Es la cara de los que lo votaron.

En 1812, cuando Inglaterra luchaba contra Napoleón, Estados Unidos le declaró la guerra con el objeto de quitarle Canadá, lo que no pudo hacer. En agosto de 1814 los ingleses pudieron tomar la ciudad de Washington e hicieron arder sus edificios públicos, incluyendo la Casa Blanca. Pero los yanquis no perdieron la guerra, que impide que hoy se les niegue la entrada a los musulmanes si “hemos sido elegidos por Dios”.

Las pos verdades de Twiter nacidas de la pluma de este nieto de inmigrante alemán son representativas de una tradición que desconocemos.

Esas notas diarias son, como dice el filósofo alemán Rüdiger Safrankski “una especie de tiranía que se nutre del caldo de cultivo que se produce en la masa y de ahí de nuevo al papel de las redes sociales”.

Todavía nos queda mucho por aprender de Estados Unidos.

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