Un mal trago

En un nuevo episodio del conflicto que se vive entre Estados Unidos y Cuba, la Corte Suprema norteamericana decidió no renovar la patente del ron Havana Club en ese país, algo que fue calificado por las autoridades de la isla como un robo de marca.

El pleito comenzó en los años noventa cuando la compañía puertorriqueña Bacardí solicitó un permiso a las autoridades estadounidenses para registrar la marca, por lo que las autoridades cubanas reclamaron ante la Organización Mundial del Comercio, la cual les dio la razón.

Durante años la marca estuvo registrada, aunque sin explotación, pero en 2006 el Departamento del Tesoro no prorrogó la licencia comercial a Pernod Ricard, aplicando así una ley de 1998 que prohibía la renovación de marcas comerciales cubanas que estuvieran vinculadas a propiedades nacionalizadas tras el triunfo revolucionario de 1959.

Cubaexport denunció en un tribunal federal a la Oficina para el Control de Activos Extranjeros del Tesoro por tomar la decisión con “el asesoramiento sobre política exterior otorgado por el Departamento de Estado”, algo que reconocieron las propias autoridades estadounidenses.

Esta implicación fue calificada por la cancillería cubana como un claro ejemplo de la “complicidad del Gobierno de los Estados Unidos en el despojo de los derechos y marcas cubanas".

Por su parte el gobierno norteamericano rechazó las acusaciones de Cuba y señaló que la compañía Cubaexport tuvo su “oportunidad” ante los tribunales donde perdió el litigio para renovar el registro de la marca.

El idilio fugaz de Bacardí

La familia Arechabala creó el Havana Club en 1935 y vendió posteriormente los derechos a la Casa Bacardí, que en los años cincuenta tuvo unas “relaciones cercanas” con la Revolución cubana que comenzaba en la Sierra Maestra.

Cuando en enero de 1959 los barbudos entraron triunfantes en La Habana, desplegaron en sus oficinas una gigantesca pancarta que decía “Gracias, Fidel”, e incluso José “Pepín” Bosch, director general de Bacardí, acompañó como consejero de negocio al Comandante en Jefe durante el primer viaje que hizo el revolucionario a Estados Unidos.

Pero fue un idilio fugaz que duró poco porque un año más tarde el gobierno cubano nacionalizó las instalaciones de la compañía y sus ejecutivos abandonaron el país para alimentar la colonia anticastrista de Miami.

Desde allí Bosch financió planes tan beligerantes como fallidos, como cuando compró un Douglas B-26 para bombardear las refinerías petroleras cubanas, el plan fue abortado porque no encontró ningún piloto dispuesto a comandarlo.

Después de cincuenta años de conflicto los ciudadanos estadounidenses se siguen perdiendo la oportunidad de probar el verdadero ron Havana Club, considerado por los expertos como ligero y sustancial, de los que llena la boca al beberlo, porque su aroma y sabor resultan inconfundibles.

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