Austeridad hídrica

Nuestro país sufre una disminución continua  de las precipitaciones de agua- lluvia y de agua-nieve que afecta a gran parte del territorio, provocada por fenómenos climáticos seculares e incrementado en los últimos años por los efectos del denominado antropoceno.

La actividad humana ha usado la energía por milenios e intensivamente la obtenida del carbón y el petróleo, para aumentar el bienestar. Pero el efecto acumulado, gatilla una crisis hídrica que no tiene evidencia científica de mejorar, es decir, al menos mantener el  régimen pluviométrico histórico.

En este catastrófico escenario, ¿qué podemos hacer?

Inicialmente debemos entender el problema y dimensionar el consumo de sobrevivencia.

Al considerar que casi somos  20.000.000 de personas  y que  necesitamos 2 litros diarios, podríamos calcular  que el límite inferior de sobrevivencia es de 40.000 m³/día, equivalente a una piscina de 150 metros de lado y 2 metros de profundidad.

Este caudal es relativamente simple de producir, ya que equivale a 0,5 m³/seg. que es suministrado mayoritariamente por sanitarias, APR o privadamente.

El primer problema del consumo básico es la dispersión poblacional en sectores rurales. Allí no existen redes de agua, la que debe ser provista por  camiones aljibes o por pozos,que se van secando.

Luego, la austeridad hídrica se estructura por priorización, donde el consumo está relativamente asegurado con los esfuerzos públicos y privados. 

En este sector el principal objetivo de la austeridad es entregar agua de subsistencia, evitar pérdidas en el consumo domiciliario y especialmente en la distribución a cargo de las sanitarias.

La austeridad hídrica puede aprender del norte de Chile. Aquí existe una  cultura de austeridad hídrica.

Muchos poblados y villorrios desde el río Lluta hacia el sur, han sobrevivido con poca agua por siglos. Antaño, el agua solo eran abastecida por el tren, con el esporádico llenado mensual de estanques y que hace reflexionar sobre su valor de escasez.

Más aun, en ciudades modernas como Antofagasta, ya existiendo largos acueductos desde la cordillera,  el racionamiento fue por años  normal: lunes, miércoles y viernes entre 9:00 y 13:00, se debían llenar todo tipo de recipientes para la acumulación y uso posterior.

No obstante, el problema hídrico global no está enfocado en la sobrevivencia, sino en el uso productivo.

Múltiples usuarios compiten por el agua que utilizan las mismas fuentes: ríos e hidrogeológicos. En nuestra institucionalidad, la regla es simple, lo regula el mercado. Esto significa, que al igual que todo bien transable, quien más valora, lo obtiene mediante transacciones comerciales.

La austeridad hídrica, en este marco institucional, se define por quien tiene más recursos monetarios para comprar agua. Implícitamente, con la solución de mercado, también lograría austeridad, el agua se prioriza bajo el argumento de la eficiencia económica, pero nada dice de las externalidades omitidas al considerar un manejo integral de cuencas hidrográficas.

Se debe repensar la actual institucionalidad porque un decreto de emergencia  permanente no es viable,  la urgencia es  la administración del recurso y cómo nuestra cultura será afectada.

¿Tiene sentido llamar a bañarse tres minutos cuando las piscinas de la zona  del país son llenadas con la misma agua que sirve para tomar?

¿Tiene sentido usar la misma agua para tomar que para evacuar heces?

¿Deberá ser limitado para riego del pasto en cementerios, plazas y parques?

¿Quién reasignará el uso productivo agrícola, industrial, minero o energético? ¿Quién estará dispuesto a tomar ese tipo de decisiones?

La austeridad implica una reducción drástica de los tipos de consumos que estamos acostumbrados porque al parecer, no hay más agua.

¿Es la tecnología la respuesta a la crisis? Las desaladoras de osmosis inversa, permiten la obtención de agua sin sales. Una solución ampliamente utilizada en el mundo hace años. Pero es gracias al crecimiento constante de la demanda para procesos mineros, que en Chile se ha comenzado con su evaluación y construcción.

Sin embargo, ellas tienen dos externalidades  y presionan por evaluar su impacto ambiental total: producción de salmuera (brine) y emisiones de CO2.

La primera produce la aniquilación de prácticamente la totalidad de las poblaciones marinas circundantes y la segunda, dado el alto consumo de energía de la osmosis, requieren generación por centrales a carbón, de ciclo combinado o de hidrogenación.

Aquí la austeridad hídrica, se complejiza porque se da, en el absurdo, tener una producción de miles metros cúbico de agua desalada con una huella hídrica de millones de metros cúbicos de agua dulce. Incluso para las  carreteras hídricas, se ve el mismo efecto, porque la generación solar aun no permite la concentración energética para impulsión constante.

La relación de la humanidad con el agua es simple, sin ella no existe.

El futuro es complejo con el cambio climático gravitando en cada una de las decisiones que toma esta generación y que afectará a las siguientes.

La austeridad hídrica comienza por entender la complejidad del ciclo hidrológico, el estado actual del recurso, la forma en que se administra y la urgencia por aunar criterios, voluntades y tecnología para un mejor devenir, bajo una nueva moral de austeridad hídrica.

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