Cortes de agua y cambio climático

El reciente corte de agua en la Región Metropolitana dejó a más de 3 millones de personas sin abastecimiento hídrico por casi dos días, sumándose a un hecho similar registrado en enero. El evento nos demostró la precariedad de la industria sanitaria ante los efectos de la naturaleza, y recalcó la importancia esencial del agua para concretar todas las actividades del país, tanto domésticas como económicas.

Si bien el episodio no fue causado por la acción humana, ya que se trató un fenómeno climatológico originado por lluvias calientes en la alta cordillera, que causó deslizamientos de tierra y aumentó la turbidez de los ríos que proveen de agua potable a Santiago, sí es relevante indicar que esta crisis de abastecimiento se vio agravada por la intervención de las empresas mineras y eléctricas que han removido gran cantidad de tierra para sus caminos y faenas en las cabeceras de las cuencas de los ríos Mapocho y Maipo en la Región Metropolitana.

Y también por la falta de inversiones de la empresa Aguas Andinas para ejercer responsablemente su concesión, en un contexto de cambio climático y por la acción irresponsable de los diversos gobiernos, que han continuado aprobando proyectos que vulneran la seguridad hídrica de la capital y sus 6 millones de habitantes.

Lo ocurrido en Santiago no es un hecho aislado. El cambio climático que intensifica el fenómeno de las lluvias calientes se ha manifestando durante las últimas décadas, pero las autoridades siguen actuando como si no existiera, arriesgando a la población, la infraestructura y la producción.

El aumento acumulado de la temperatura global del planeta, según el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) hoy es de más de 0.8 grados Celcius. Sólo desde 1978 a la fecha, el aumento fue de 0,134 grados, según un reciente estudio de la Universidad de Alabama, hecho en base a mediciones satelitales del NOAA y la NASA.

Ante un escenario global y local de incertidumbre climática, que ha aumentado la frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos, como las lluvias torrenciales en zonas altas por causa de la perdida de la isoterma cero, la lógica indica que la sociedad debe adaptarse y re-pensar la forma en que se relaciona con su geografía, estableciendo claramente qué tipo de actividades pueden realizarse en zonas desde donde se obtiene un bien tan preciado como el agua.

En el caso de una ciudad como Santiago, situada a los pies de la cordillera de los Andes, es vital poner un coto a la intervención de los ríos para así mantener a raya la posibilidad de aluviones y arrastre de material a quebradas y ríos.

Chile, lamentablemente, va a la inversa, apostando por la instalación de nuevos proyectos en las cabeceras de las cuencas que, además de alterar el curso y caudal de los ríos, provocan deforestación en zonas de pendientes, que luego tienen un efecto catastrófico, especialmente sobre infraestructura publica y privada, y por añadidura sobre la población.

Prueba de ello es la incidencia de los movimientos de tierra que hoy realiza el proyecto hidroeléctrico Alto Maipo (de AES Gener) en la cuenca del río Maipo, contribuyendo a acrecentar el efecto de los aluviones.

Incertidumbre que se traspasa a vecinos del sector cordillerano de Santiago y la V Región ven la expansión minera de Los Bronces (de Angloamerican), que ha construido un túnel sin permisos bajo el glaciar La Paloma, amenazando su estabilidad; y la ampliación de Andina (Codelco), la cual pretende triplicar su actual área de faenas y en la que la propia cuprífera estatal reconoce que destruirá más de 100 hectáreas de glaciares de roca, afectando las reservas de agua de la cuenca alta de Santiago.

El gobierno, tal como declara en su estrategia de cambio climático, debe pasar a la acción para proteger legalmente los glaciares y además las fuentes de agua dulce que alimentan las cuencas hidrográficas, conservando la cobertura vegetal de estas; restableciendo los caudales ecológicos; e iniciando planes de gestión integrada de cuencas, con participación de organizaciones ciudadanas y usuarios tradicionales del agua.

Es vital que las autoridades entiendan que no pueden seguir avalando la destrucción de los recursos hídricos en el contexto de sequía y cambio climático que enfrentamos. Seguir abriendo la cordillera a la depredación minera y energética es, posiblemente, pan para hoy pero hambre para mañana; y de seguro la imposibilidad de mantener la capital en el valle de Santiago.

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