Hace algunos días una mujer y su hijo en Buin fueron atacados por una jauría de 13 perros, los cuales -a pesar de tener una tutora- deambulaban sueltos por la vía pública. La noticia en sí es una grave tragedia y se suman como antecedentes otros casos recientes, donde personas y fauna silvestre terminaron siendo víctimas. Todo esto nos lleva a concluir que la tragedia de esa madre y su hijo en realidad es un problema de salud pública que, a su vez, repercute en una genuina preocupación para la población: los ataques de jaurías están fuera de control y pareciera no haber solución a la vista.
En 2017 se publicó la ley 21.020 que norma la Tenencia Responsable de Mascotas. Podemos encontrar falencias en ella, pero considerando que antes no había legislación al respecto, es un hito muy importante. A partir de la promulgación de dicha ley, distintos actores públicos y privados están generando acciones directas que buscan frenar la descontrolada sobrepoblación de animales de compañía, sobre todo los que permanecen en áreas públicas. Sin embargo, esta medida aún no es suficiente.
Lo anterior se manifiesta en las descabelladas ideas que se han postulado desde entonces, como el proyecto de ley rechazado el pasado 17 de abril, que declaraba a los perros asilvestrados como especie exótica invasora, permitiendo su caza y captura. La iniciativa en sí tiene más de una inconsistencia, pero más allá de eso: ¿Se imaginan a la población con rifles disparando a los perros en la calle? Sea como sea, mantener a la población armada y con libertad de disparar, querámoslo o no, es un retroceso en nuestra idiosincrasia y cultura cívica.
¿Qué hacemos entonces? Me gustaría reflexionar sobre algunas ideas, o más bien conceptos, que podrían guiar algunos cambios de rumbo, siempre dejando el lugar que corresponde a los expertos en salud pública, quienes también están llamados a resolver este conflicto.
En primer lugar, debemos reforzar aspectos claves de la ley 21.020. Es evidente que al día de hoy no existe la capacidad de fiscalización que exige la norma. Por otro lado, se plantea claramente la importancia de la educación como pilar fundamental para generar el cambio cultural, no obstante, este asunto se ha dejado de lado. Lo necesario es crear e implementar programas de educación efectiva, más allá de conversatorios o charlas puntuales. Esta problemática trasciende la irresponsabilidad manifiesta de muchos tutores con sus mascotas. Hoy está muriendo gente y no hablo en lenguaje figurado.
Por lo anterior, invito a revisar los casos de éxito fuera de las fronteras. Otros países como Holanda ya alcanzaron la meta, evidenciando que, entre otras medidas, el cambio cultural basado en la educación es la manera en que, a mediano y largo plazo, se consigue el cambio. En el corto plazo, por su parte, deberíamos plantearnos qué vamos a hacer con los perros que implican un riesgo para la salud pública. Es hora de actuar desde la reflexión, la mesura, el conocimiento técnico, la empatía y, sobre todo, desde el sentido de urgencia.
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